En tiempos de crisis climática y pérdida acelerada de biodiversidad, incluir la sostenibilidad en la educación escolar es más urgente que nunca. Según datos del Ministerio de Educación, menos del 10% de las instituciones educativas en el Perú integran prácticas ambientales concretas en su enseñanza.
Para Max Carbajal Alva, asesor de Ciencia y Tecnología del Colegio de la Inmaculada y especialista en Desarrollo Ambiental de la PUCP, los colegios pueden desempeñar un rol fundamental. Involucrar a los estudiantes en proyectos ecológicos como biohuertos, reciclaje o el cuidado de animales no solo fortalece sus conocimientos científicos, sino que también desarrolla habilidades sociales, pensamiento crítico y conciencia ciudadana.
“No se trata solo de transmitir teoría. Muchas de estas prácticas pueden incorporarse fácilmente en la rutina escolar. Cuando los estudiantes tienen una experiencia vivencial, como cuidar y cosechar un huerto, no solo aprenden, sino que comprenden el valor de proteger su entorno y hacerlo en comunidad”, explica el especialista.
Entre los beneficios clave de estas prácticas, Carbajal destaca:
Aplicar conocimientos con sentido real
Los biohuertos escolares permiten que los estudiantes conecten lo aprendido en clase con situaciones concretas. A través de ellos, pueden comprender temas como el ciclo de vida de las plantas, el uso responsable del agua, la nutrición y el impacto ambiental de los sistemas productivos.
Carbajal explica que por ejemplo, en el Colegio de la Inmaculada, los alumnos trabajan en biohuertos con pecanas, cítricos y otras plantas, participan en la cosecha de aceitunas y observan todo el proceso hasta la obtención del aceite de oliva. Durante esta experiencia, analizan factores como la salinidad del suelo, recolectan y grafican datos y reflexionan sobre la influencia del clima en la productividad agrícola.
Cuidado de los animales como parte del aprendizaje
Espacios como criaderos o zoológicos educativos permiten a los estudiantes observar la biodiversidad, identificar especies nativas y aprender sobre el equilibrio de los ecosistemas. También refuerzan el respeto hacia la vida y despiertan una conexión emocional con el entorno.
Vínculo con la comunidad
Algunos colegios extienden estas prácticas a comunidades cercanas, donde los estudiantes comparten lo aprendido mediante talleres educativos. Esto fortalece el enfoque social y solidario, conectando el aspecto ambiental con el compromiso comunitario.
Formar hábitos sostenibles
Acciones como separar residuos, cuidar plantas o reducir el consumo de agua pueden incorporarse en la rutina escolar. Según el especialista, además de instalar estaciones de reciclaje para residuos orgánicos e inorgánicos, se debería dar prioridad al reciclaje de hojas bond impresas y cuadernos antiguos, que tienen mayor valor comercial y pueden usarse para financiar iniciativas sociales del alumnado.
Según el especialista, cualquier colegio puede comenzar con acciones simples y concretas: establecer un huerto escolar, implementar rutinas de reciclaje, organizar visitas a espacios naturales o desarrollar proyectos interdisciplinarios. Lo importante es vincular la teoría con la práctica y fomentar el trabajo en equipo con un propósito compartido.
Estas experiencias fortalecen la conciencia ambiental y forman en valores como el respeto, la responsabilidad y la empatía. Cuando los estudiantes vinculan el cuidado del planeta con el bienestar de otras personas, desarrollan una conciencia más profunda y comprometida con el entorno.
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