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¿Es mejor ser un padre estricto o relajado? Cómo encontrar el punto medio para criar a mi hijo
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¿Lo dejo ir solo al parque o aún es muy pequeño? ¿Debo dejar que elija su ropa, aunque no me guste? ¿Estoy siendo demasiado permisivo o estricto? Como padres, estas preguntas forman parte de nuestro día a día. Sin duda, intentar encontrar el equilibrio entre dar libertad y ejercer control puede sentirse como caminar en la cuerda floja, ya que en ocasiones sentimos que estamos soltando demasiado y otras, que no dejamos respirar.
“Un padre que da demasiada libertad suele caer en un estilo permisivo o negligente, sin normas ni guía clara, mientras que el control excesivo se manifiesta en un estilo autoritario o sobreprotector, donde los padres intervienen constantemente en cada aspecto de la vida del niño. No obstante, en ambos casos, el niño pierde algo esencial: la posibilidad de construir su autonomía con seguridad”, advirtió Kathryn Jones, psicóloga pediátrica de Cleveland Clinic a Hogar y Familia.
La crianza, definitivamente, es una tarea desafiante, pues los hijos no vienen con un manual de instrucciones. Por eso, muchas veces se cría desde lo aprendido, procurando no repetir errores del pasado. Sin embargo, como explicó Karin Domínguez Ayesta, psicóloga y subgerenta de modo USIL de la Universidad San Ignacio de Loyola, en este intento de hacerlo mejor también podemos equivocarnos. “Preguntarnos si estamos guiando a nuestros hijos o tomando las decisiones por ellos, si les permitimos equivocarse o los estamos dejando a la deriva”. Esta reflexión puede revelar si estamos cayendo en alguno de los extremos que comprometen el desarrollo emocional de nuestros hijos: la sobreprotección o el abandono.
En esta misma línea, la psicóloga clínica Ana Ramírez coincidió en que “el indicador más claro es observar el comportamiento emocional y funcional del niño”. Un niño que crece sin límites puede volverse impulsivo, desorganizado, inseguro y presentar dificultad para respetar las normas externas o tolerar un “no”. En cambio, uno que vive bajo un control excesivo puede desarrollar miedo al error, baja autoestima, sumisión, ansiedad, dependencia emocional y dificultad para tomar decisiones por sí mismo, así como pueden aparecer conductas ocultas o mentiras para evitar sanciones.
“El equilibrio, se logra cuando el niño sabe que puede explorar, pero también regresar a una base segura. Por ello, una crianza respetuosa implica ser “guías disponibles, no controladores ni ausentes”, aseguró.
¿Cómo encontrar el equilibrio según la edad del niño?
Encontrar el equilibrio en la crianza depende en gran medida de la edad y el nivel de madurez del niño. Como señaló Jones, no existe una fórmula universal, ya que cada niño se desarrolla a su propio ritmo y tiene necesidades emocionales particulares. Sin embargo, una guía efectiva es adoptar un estilo de crianza autoritativo, el cual combina el afecto con expectativas claras.
Básicamente, este enfoque implica poner límites coherentes, explicar las normas y, sobre todo, permitir que el niño participe en algunas decisiones, especialmente a medida que crece. A diferencia del estilo autoritario —rígido y poco flexible— o el permisivo —demasiado laxo—, el autoritativo se ajusta de manera progresiva a cada etapa del desarrollo, promoviendo un equilibrio saludable entre autonomía y orientación.

Asimismo, Ana Ramírez recomendó guiarse por algunos principios del desarrollo infantil para ajustar el acompañamiento parental según la etapa:
Infancia temprana (0-6 años)
Es fundamental que el adulto proporcione estructura mediante rutinas claras, límites firmes y opciones sencillas que fomenten la autonomía inicial.
Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de Clínica Internacional refirió que entre las decisiones que pueden tomar son aquellas que están vinculadas a sus preferencias personales. Por ejemplo, elegir qué ropa usar (entre dos opciones), qué cuento leer, qué juego jugar, qué fruta quieren en su lonchera, o si prefieren bañarse primero o después de cenar.
Niñez media (7-11 años)
Ya es posible incorporar espacios de negociación y permitir mayor participación del niño en las decisiones cotidianas.
En esta etapa, la psicoterapeuta sugirió elecciones que estén orientadas a poder decidir en qué orden hacen su tarea, cómo organizar su escritorio, cómo decorar su cuarto, con qué amigos jugar, elegir una actividad recreativa o taller (deporte, arte), o hacerse responsables de su uniforme.
Adolescencia
El rol del adulto evoluciona hacia un acompañamiento más horizontal, basado en la validación emocional, el respeto mutuo y la supervisión a través del diálogo.
“Es crucial que el niño tenga un mayor espacio para la autonomía y la construcción de su identidad. Por eso, decisiones sobre cómo vestir, qué ideas quieren defender, qué comprar con sus ahorros, manejar su agenda (escolar o social), tomar decisiones sobre amistades y hobbies, y participar en decisiones sobre su futuro académico, se ajustan adecuadamente a esta etapa de cambios”, sostuvo la experta.
¿Qué errores sabotean el equilibrio entre la libertad y el control?
Encontrar el punto medio entre dar libertad y ejercer control no es sencillo. Muchos padres, con la mejor intención, cometen errores que terminan afectando el desarrollo emocional y la autonomía de sus hijos.
Confundir independencia con desvinculación emocional
Según la doctora Ramírez, uno de los errores más frecuentes es pensar que fomentar la autonomía implica dejar al niño solo frente a sus desafíos. Sin embargo, los niños se sienten más seguros cuando saben que cuentan con una base afectiva sólida. La independencia se construye con acompañamiento, no con distancia emocional.
Ofrecer libertades inadecuadas para su edad
Dar demasiadas elecciones o decisiones importantes a un niño que aún no está preparado puede generar confusión y ansiedad. La psicóloga clínica advirtió que la independencia no se impone, sino que se cultiva con presencia, confianza y paciencia, adaptando las responsabilidades a cada etapa del desarrollo.
Supervisar en exceso, pero exigir autonomía
Es contradictorio exigir que el niño sea independiente mientras se le vigila o corrige constantemente. Esta doble señal puede generar inseguridad y confusión. El equilibrio requiere confiar en sus capacidades, validar sus emociones y permitir que cometa errores sin castigo.
Renunciar a los límites por miedo a parecer autoritarios
Para la psicóloga pediátrica de Cleveland Clinic, muchos padres evitan poner normas claras por temor a parecer rígidos, pero la ausencia de límites impide que el niño aprenda a autorregularse y a sentirse seguro. La disciplina no es sinónimo de castigo, sino de educación coherente con reglas claras y consecuencias predecibles, apoyando su autonomía.
Dar libertad sin acompañamiento
Liliana Tuñoque mencionó que un error común es dar demasiada libertad sin la supervisión necesaria. Permitir que los hijos lleguen a la hora que deseen o que pongan sus propias reglas, sin una orientación clara, puede desdibujar su noción de lo correcto e incorrecto. Acompañar no es controlar, pero tampoco es desentenderse.
Comunicar de forma directiva y sin modelar
La doctora Sheila Iglesias, psicóloga de SANNA Clínica El Golf, destacó que muchas veces se exige al niño hacer tareas para las que no ha sido preparado. Decir “cocina, ya estás grande” sin haber enseñado antes el proceso, es un claro ejemplo de falta de acompañamiento. El modelado, la paciencia y una comunicación asertiva son claves para promover una autonomía real y efectiva.
Proyectar miedos no resueltos sobre los hijos
Ramírez también subrayó que, cuando el adulto no trabaja su propia ansiedad y miedos, puede terminar limitando a sus hijos por temores personales más que por razones de seguridad real. Preguntarse: “¿esto que limito es por su seguridad o por mi miedo?” es un paso necesario. La autorregulación emocional del adulto es fundamental para no caer en el control excesivo y permitir que los hijos aprendan que el miedo no debe guiar todas sus decisiones.

Comparaciones, perfeccionismo y falta de empatía
La presión por destacar, la crítica constante o las comparaciones con otros niños —como afirmó la doctora Iglesias— deterioran gravemente la autoestima infantil y sabotean su confianza. Cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje y desarrollo; respetarlo es una forma esencial de guiarlos con amor y respeto, sin buscar una perfección inalcanzable.
¿Cómo fomentar la autonomía sin romper el vínculo?
Fomentar la autonomía sin romper el vínculo emocional con los hijos es un arte que requiere equilibrio, confianza y comunicación constante. El desafío está en acompañarlos mientras aprenden a tomar sus propias decisiones, sin caer en la sobreprotección ni en el abandono emocional.
Según Ana Ramírez, muchos padres confunden proteger con evitar cualquier malestar. Sin embargo, “proteger no significa impedir toda dificultad, sino enseñar a gestionarla emocionalmente”. Sobreproteger desde el miedo —al fracaso, al rechazo o al dolor— impide que los niños desarrollen resiliencia. La clave está en permitir que enfrenten pequeñas frustraciones, asegurándoles siempre una figura emocionalmente presente y segura que los acompañe en el proceso.
El miedo de los padres cuando los hijos comienzan a ganar independencia es natural, pero no debe paralizar. Como explicó Jones, adoptar un enfoque de crianza tipo “farol” —es decir, estar presentes sin invadir— fortalece la confianza mutua y permite que los niños aprendan desde su propia experiencia, respetando sus capacidades. En la misma línea, la psicoterapeuta de Clínica Internacional expresó que “a veces soltar es el acto más valiente del amor, confiando en lo sembrado durante la crianza”
La comunicación también cumple un rol esencial. Para Ramírez, una comunicación empática y constante refuerza el autoconcepto del niño, lo hace sentir valorado y capaz de participar en decisiones. Escuchar con atención, validar sus emociones y permitirle opinar fortalece su autoestima. Carmen Bravo de Rueda, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma añadió que explicar el sentido de los límites —en lugar de imponerlos arbitrariamente—brinda seguridad y evita confusión: los niños necesitan entender por qué algo es peligroso o no recomendable, no solo obedecer por obedecer.
“Dar espacio para tomar pequeñas decisiones cotidianas también impacta en la autoestima. Decidir qué ropa ponerse o cómo organizar sus tareas les permite experimentar que su opinión importa. Incluso si se equivocan, el proceso de aprender del error fortalece su sentido de competencia y autovaloración”, recalcó la doctora Ramírez.
La confianza mutua también es un elemento esencial, el cual se construye con coherencia y respeto. Implica permitir el error sin castigos desproporcionados, brindar oportunidades para asumir responsabilidades y demostrar que el esfuerzo es valorado. Esa base de confianza permite que el niño explore con libertad, sabiendo que siempre puede volver al refugio emocional que representa su familia.

¿Cómo puedo aplicar esto en casa de forma práctica y coherente?
Aplicar un estilo de crianza equilibrado y armonioso en casa requiere combinar empatía, claridad, coherencia entre los adultos y un compromiso constante por parte de los padres o cuidadores. Las psicólogas especialistas en crianza recomendaron los siguientes puntos:
Establece límites con respeto y claridad
Los límites no son una herramienta para controlar a tus hijos, sino una guía que los protege y estructura su mundo. Para que los acepten sin sentir que no confías en ellos, la clave está en la comunicación.
- Explica el “porqué” de las reglas: En lugar de un simple “no”, explica la razón detrás del límite. Por ejemplo, en vez de decir “No puedes salir solo porque no confío en ti”, di “Quiero que estés seguro, y todavía estás aprendiendo a reconocer ciertos peligros en la calle. Cuando seas mayor y hayas practicado más, podrás salir solo”. Esto les ayuda a entender que no es una prohibición arbitraria, sino una medida de cuidado.
- Valida sus emociones: Cuando establezcas un límite, reconoce lo que tu hijo siente. Por ejemplo, si quiere hacer algo solo y no puede, puedes decir: “Sé que quieres hacerlo solo y eso es muy valioso, pero por ahora, esta tarea la haremos juntos”. Esto refuerza su sentido de competencia y les muestra que entiendes sus deseos, incluso si la respuesta final es “no”.
- Sé flexible cuando sea posible: No tienes que decir “no” a todo. Si tu hijo te pide “Dame 20 minutos más antes de hacer la tarea”, evalúa la situación. Si es razonable, concédelo. Esto les enseña que eres accesible y que tus límites son justos, no rígidos.
Fomenta la responsabilidad sin vigilancia constante
La responsabilidad se florece cuando los niños sienten que tienen la capacidad de actuar y que se confía en ellos.
- Establece acuerdos previos: Antes de que tu hijo realice una tarea o asuma una responsabilidad, conversen sobre lo que se espera y cuáles serán las consecuencias si no se cumple. Por ejemplo, “Acordamos que guardarás tus juguetes antes de la cena, y si no lo haces, no tendremos tiempo para leer tu cuento favorito”. Esto les da claridad y un sentido de compromiso.
- Utiliza el refuerzo positivo: Reconoce el esfuerzo y el proceso, no solo el resultado final. En lugar de solo corregir, destaca lo que hacen bien. Por ejemplo, “¡Te organizaste muy bien esta semana con tus tareas! Me gusta cómo planificaste tu tiempo”. Un simple “Gracias por poner la mesa” es más efectivo que ir detrás revisando si lo hizo perfecto. Si algo falta, díselo con calma y amabilidad.
- Implementa rutinas visuales: Especialmente para los más pequeños, los horarios visuales o “tablas de tareas” con imágenes claras pueden fomentar la autonomía y la comprensión de sus responsabilidades diarias.
- Delega progresivamente: Comienza con tareas pequeñas y sencillas, y a medida que tu hijo demuestre habilidad, aumenta la complejidad. Esto les permite construir confianza y capacidad a su propio ritmo. Por ejemplo, primero pueden recoger su plato, luego poner la mesa, y más adelante ayudar a preparar una comida sencilla.
- Predica con el ejemplo: Tus hijos aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan. Si quieres que limiten el uso del celular, tú también debes hacerlo, especialmente durante las comidas familiares. La coherencia entre tus palabras y tus acciones es fundamental.
La coherencia parental: Un frente unido
La coherencia entre ambos padres es uno de los pilares más importantes para el desarrollo emocional y conductual del niño. Cuando los padres envían mensajes contradictorios, los niños se desorientan y pueden aprender a manipular la situación.
- Conversen y lleguen a acuerdos previos: Antes de cualquier situación, ya sea una mala nota, un permiso o una consecuencia, ambos padres deben discutir y acordar la reacción o decisión. Esto evita que uno se convierta en el “malo” y el otro en el “bueno”, y que el niño pierda el respeto por la autoridad de uno de ustedes.
- Eviten desautorizarse: Nunca desautoricen al otro padre frente al niño. Si no están de acuerdo con una decisión, discútanlo en privado. Luego, presenten un frente unido al niño.
- Busquen un punto medio: Si un padre tiende a ser más permisivo y el otro más autoritario, es crucial encontrar un equilibrio. El objetivo es un estilo de crianza que beneficie el desarrollo del niño, no que se base en las preferencias individuales. Recuerden que, si el niño siempre opta por lo más fácil, no necesariamente será lo que más le conviene a largo plazo.
- Autoridad compartida: Ambos padres deben tener autoridad en todas las áreas, incluyendo permisos y disciplina. Eviten frases como “Pregúntale a tu mamá, ella es la que da los permisos” o “Espera a que venga tu papá para ver lo que te hace”. Esto mina la autoridad del otro padre.
Manejando la culpa al decir “no”
Es natural sentir culpa al poner límites, pero es vital recordar que decir “no” cuando es necesario es un acto de amor y cuidado, no de rechazo.
- Los límites brindan seguridad: Los niños necesitan estructura. Cuando todo está permitido, se sienten desbordados y sin un marco de referencia claro. Un límite firme, comunicado con empatía, no daña el vínculo; lo fortalece.
- Prepara para la vida real: La vida adulta está llena de límites y “no”. Al enseñarles a manejar la frustración y aceptar los límites desde pequeños, los estás preparando para los desafíos futuros.
- Pregúntate por tus valores: Antes de ceder por culpa, pregúntate: “¿Este límite forma parte de los valores que quiero transmitir a mi hijo?”. Si la respuesta es sí, entonces no hay razón para sentir culpa. Poner límites desde el respeto es una de las acciones más responsables y amorosas que puedes ofrecer.
- No necesitas ser perfecto, sino coherente: Recuerda que amar a tus hijos también implica decir “no” para formar adultos responsables. Aunque a veces duela más a los padres que a los hijos, es parte de tu rol de cuidar. Si tu “no” surge del amor y el cuidado, puedes estar en paz con tu decisión.