
Imagina que estás en un supermercado con tu hijo y, de repente, te pregunta: “Si cada paquete de galletas tiene 4 unidades y compramos 3 paquetes, ¿cuántas galletas tendremos en total?” En ese momento, sin necesidad de papel ni calculadora, tu mente hace el cálculo de forma inmediata: 4 x 3 = 12. Pero, ¿cuándo ocurre esa transición en la mente de un niño? ¿Cuándo pasa de contar con los dedos a entender la multiplicación como un concepto lógico y natural?
La multiplicación es un hito en el aprendizaje matemático infantil, pues no se trata solo de memorizar tablas, sino de descubrir una nueva forma de ver los números: grupos, patrones y estructuras repetitivas. En definitiva, es la base para operaciones más complejas como la división y el pensamiento abstracto, lo que la convierte en un punto de inflexión en el desarrollo cognitivo de los niños.
Sin embargo, hay opiniones divididas sobre cuándo debería enseñarse. Algunos padres y docentes creen que cuanto antes, mejor, mientras que otros advierten que apresurar el proceso sin bases sólidas puede generar frustración e incluso rechazo hacia las matemáticas. Lo cierto es que cada niño aprende a su propio ritmo, y la preparación para multiplicar depende de múltiples factores: desde el desarrollo cognitivo hasta la forma en que se introduce el concepto.
Entonces, ¿cuál es la edad ideal para aprender a multiplicar? ¿Qué señales indican que un niño está listo? ¿Y cuáles son las mejores estrategias para enseñarlo sin generar ansiedad? Hogar y Familia conversó con especialistas en el tema, con la finalidad de explorar estas y otras interrogantes que nos permitan comprender cómo hacer de la multiplicación un aprendizaje sólido y positivo para nuestros hijos.
¿A qué edad los niños están cognitivamente preparados para aprender a multiplicar?
Según Leonardo Aguilar, educador especializado en didáctica de la matemática, no existe una edad exacta para aprender a multiplicar, ya que el desarrollo matemático es secuencial y no simplemente temporal. Aunque ciertas orientaciones pedagógicas sugieren que este aprendizaje ocurre entre los 7 y 9 años, es decir, entre segundo y tercer grado de primaria, lo más importante es que el niño haya desarrollado ciertas habilidades previas.
“Desde una perspectiva del desarrollo cognitivo, en esta etapa los niños se encuentran en el período de operaciones concretas, lo que les permite comprender la lógica de la multiplicación como una suma iterada y agrupar cantidades de manera estructurada”, expresó María Claudia Valencia Salinas, docente y líder pedagógica en Pasión por la Educación.

Por ello, para que un niño comprenda la multiplicación, debe haber desarrollado:
- Noción de número y su estructura: Comprender el valor y la relación entre números.
- Inclusión jerárquica: Saber que un número contiene otros dentro de él.
- Correspondencia uno a uno: Relacionar cantidades con símbolos numéricos.
- Conteo en sus fases: 1) Conteo en cadena irrompible: Repite la secuencia numérica sin comprender cantidades. 2) Conteo en cadena rompible: Puede empezar en cualquier número, pero aún depende de la secuencia memorizada. 3) Conteo numerable: Cuenta hacia adelante y atrás con relación numérica clara. 4) Conteo bidireccional: Maneja con fluidez ambos sentidos y resuelve operaciones mentalmente.
- Manejo de la recta numérica y representación gráfica de operaciones
Si estas habilidades no están consolidadas, es probable que el niño memorice las tablas sin entender realmente la multiplicación. Por su parte, Aguilar enfatizó que un buen indicador de preparación es la capacidad de calcular mentalmente el doble y la mitad de un número de dos cifras. Si un niño no puede hacerlo, es posible que aún no esté listo para aprender la multiplicación.
Además, como destacó Jimena Alcázar, asesora de gestión pedagógica de primaria del Colegio de la Inmaculada, el aprendizaje de la multiplicación depende también de la madurez cognitiva, las experiencias previas, el lenguaje, la motivación y las oportunidades de aprendizaje. En otras palabras, más que una edad fija, lo clave es evaluar el desarrollo individual del niño y su preparación para comprender el concepto de multiplicación.
¿Cómo funciona el cerebro cuando un niño aprende a multiplicar?
El aprendizaje de la multiplicación es un proceso complejo que involucra diversas áreas del cerebro, las cuales trabajan en conjunto para procesar, almacenar y automatizar la información numérica. De acuerdo con la neuropsicóloga de Clínica Internacional, Patricia Cortijo, aunque toda la corteza cerebral se activa durante el aprendizaje, las habilidades matemáticas dependen principalmente del área parietal del hemisferio izquierdo, pero no exclusivamente.
Las áreas clave involucradas en este proceso incluyen:
- Corteza parietal: Responsable del procesamiento numérico y espacial, esencial para comprender la relación entre los números.
- Corteza prefrontal: Fundamental en la planificación, la memoria de trabajo y la atención, lo que permite aplicar estrategias para resolver multiplicaciones.
- Hipocampo: Facilita la consolidación de la memoria, permitiendo que las tablas de multiplicar se almacenen y se recuperen con facilidad.
- Cerebelo: Contribuye a la automatización y precisión de los cálculos, mejorando la fluidez del proceso matemático.
¿Cuáles son las estrategias más efectivas para enseñar la multiplicación?
En sistemas educativos tradicionales, la enseñanza suele centrarse en la instrucción directa y la repetición de ejercicios para memorizar las tablas. En cambio, como refirió la pedagoga del Colegio de la Inmaculada, las metodologías activas como Montessori o Waldorf ofrecen experiencias más concretas y manipulativas, permitiendo a los niños descubrir la multiplicación mediante actividades significativas y vivenciales, favoreciendo así la construcción activa y personal del conocimiento.

Dicho esto, la experta de Pasión por la Educación recalcó que, para que los niños comprendan la multiplicación de manera significativa, es fundamental la combinación de diversas estrategias:
Materiales manipulativos
- Caja Mackinder: Es un recurso utilizado en metodologías activas, donde los niños manipulan tarjetas con números y operaciones. Facilita la descomposición numérica y la comprensión de las relaciones entre factores y productos.
- Tablero de Montessori: Este material consiste en una cuadrícula con números y fichas de colores que representan unidades, decenas y centenas. Permite visualizar la multiplicación como sumas repetidas y entender la relación entre los factores.
- Bloques Base 10: Están formados por cubos (unidades), barras (decenas), placas (centenas) y cubos grandes (millares). Son fundamentales para que los niños comprendan la multiplicación desde un enfoque posicional, facilitando el cálculo con números grandes.
- Fichas y contadores: Las fichas de colores y los contadores permiten representar grupos de elementos y realizar multiplicaciones mediante agrupaciones concretas, lo que favorece la comprensión del concepto.
Representaciones gráficas
- Dibujos y esquemas: Los niños pueden hacer representaciones gráficas de las multiplicaciones, como conjuntos de elementos agrupados o matrices de puntos.
- Recta numérica: La multiplicación se representa como saltos en la recta numérica. Por ejemplo, para 3 × 4, el niño salta de 3 en 3 hasta llegar a 12. Esto refuerza la idea de la suma repetida.
Juegos matemáticos
- Tarjetas didácticas: Se utilizan tarjetas con multiplicaciones para practicar de manera lúdica y reforzar la memoria.
- Dominó matemático: Se juega con fichas de dominó en las que los niños deben emparejar operaciones con sus productos correspondientes.
- Lotería de multiplicación: Al estilo del bingo, los niños deben completar sus cartones con los productos correctos de las multiplicaciones que se van anunciando.
Uso de tecnología interactiva
- Apps educativas: Aplicaciones como “Matific” o “Khan Academy Kids” ofrecen juegos de multiplicación adaptados al nivel del niño.
- Plataformas interactivas: Sitios web como “Math Playground” o “Prodigy” gamifican el aprendizaje matemático, aumentando la motivación.
- Juegos digitales: Aplicaciones de realidad aumentada y juegos en línea permiten practicar multiplicaciones de manera visual y dinámica.
“El niño construye su conocimiento a través de la experiencia, resolviendo sus propios problemas. Una buena alternativa para su aprendizaje, es colocarle retos que requieran usar la multiplicación. Por ejemplo: Si necesitas 1 manzana por día para tu lonchera, en 5 días ¿cuántas manzanas necesitarás en total?. Esto facilita su comprensión y su utilidad”, agregó la neuropsicóloga.
Según Rolando Barrera Garrido, psicólogo especialista en problemas de aprendizaje y neuropsicología infantil, es importante tener en cuenta que el aprendizaje no se da sin memoria, en especial la memoria de trabajo que permite dar una secuencia y un orden a las operaciones aritméticas; sin embargo, como subrayó el especialista en didáctica de la matemática, se suele confundir multiplicar con aprender las tablas. “La memorización es importante solo después de haber comprendido el concepto, sino solo será para el niño una retahíla de palabras sin significado, evitando que pueda resolver problemas reales”.
¿Qué factores emocionales pueden impactar en el aprendizaje de la multiplicación?
Los factores emocionales desempeñan un papel clave en el aprendizaje de la multiplicación, pues como señaló María Claudia Valencia, la motivación y la autoestima son fundamentales para que los niños enfrenten los desafíos matemáticos con seguridad. Cuando un niño se siente competente en esta área, muestra mayor disposición para resolver problemas, mientras que la falta de confianza o el miedo al error pueden generar evitación y resistencia.

El entorno familiar también influye significativamente. Por consiguiente, los padres deben evitar transmitir ansiedad y, en su lugar, promover el aprendizaje a través de juegos y situaciones cotidianas, como repartir cantidades o contar objetos. Una actitud relajada y positiva hacia las matemáticas facilita un aprendizaje más efectivo y placentero.
“El estrés y la ansiedad pueden interferir con la memoria de trabajo y la capacidad de concentración de los niños, dificultando la retención de información y la resolución de problemas matemáticos. Sin duda, estos factores afectan la función cognitiva, lo que puede generar frustración y un rechazo hacia las matemáticas”, sostuvo la neuropsicóloga de Clínica Internacional.
El refuerzo positivo es una herramienta clave para contrarrestar estos efectos. Rolando Barrera enfatizó la importancia de celebrar los logros, sin importar cuán pequeños sean, y evitar críticas o castigos que puedan afectar la autoestima del niño. Además, es fundamental considerar que, la motivación en los niños pequeños suele ser externa, por lo que los refuerzos positivos deben ser inmediatos y adaptados a sus intereses, ya sea mediante felicitaciones, gestos de reconocimiento o pequeños incentivos.
¿Cuáles son las principales dificultades que pueden afectar el aprendizaje de la multiplicación?
Uno de los principales factores que pueden interferir en el desarrollo de esta habilidad es la discalculia, un trastorno del aprendizaje que dificulta la comprensión y manipulación de los números. Según la líder pedagógica de Pasión por la Educación, estos niños suelen presentar problemas para reconocer patrones numéricos y retener datos y secuencias, como las tablas de multiplicar. Estas dificultades están relacionadas con problemas en la memoria de trabajo, lo que hace que el aprendizaje de la multiplicación se convierta en un reto.
“Algunos signos que podrían indicar discalculia incluyen confusión entre sumas, restas y multiplicaciones, incluso en ejercicios sencillos; el uso prolongado de los dedos para contar más allá de la edad esperada; inversión de cifras y dificultad para mantener el orden en los pasos de una operación matemática”.
Además de la discalculia, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y las dificultades en funciones ejecutivas también pueden afectar esta habilidad, ya que interfiere con la atención sostenida, la organización de la información y la resolución de problemas, aseguró Patricia Cornejo.
¿Cuáles son los errores más comunes al enseñar la multiplicación?
Uno de los errores más frecuentes es presentar la multiplicación sin un contexto significativo, advirtió María Claudia Valencia. Cuando los niños no comprenden su aplicación en la vida cotidiana, la perciben como un proceso mecánico sin sentido. Por ello, es clave vincular la multiplicación con situaciones reales, como repartir objetos o calcular cantidades.
Otro error común, según Aguilar, es forzar la memorización sin que haya una comprensión previa. Aprender las tablas de memoria sin entender el concepto detrás de la multiplicación dificulta su aplicación en problemas prácticos. En la misma línea, la neuropsicóloga afirmó que presionar a los niños para memorizar rápidamente las tablas puede generar frustración y desmotivación.
“La multiplicación debe enseñarse de manera comprensiva, combinando estrategias visuales, manipulativas y conceptuales. Respetar el proceso de aprendizaje del niño y evitar la enseñanza mecánica garantiza un aprendizaje profundo y significativo”, concluyó Valencia.
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