Así como aprendemos a ser madres en el quehacer diario, los padres también necesitan equivocarse y experimentar para convertirse en padres presentes.
Así como aprendemos a ser madres en el quehacer diario, los padres también necesitan equivocarse y experimentar para convertirse en padres presentes.
×
estrella

Función exclusiva para usuarios registrados y suscriptores.

Suscribirme

En la actualidad, muchas mujeres aún siguen cargando con el peso casi exclusivo de la crianza. Aunque los discursos sociales se han ido transformando, y cada vez se habla más de paternidades presentes y corresponsables, en la práctica, son muchas las madres que siguen preguntándose: ¿cómo lograr que el padre de mis hijos se involucre más? ¿Cómo dejar de sentir que la responsabilidad recae solo en mí?

Como psicóloga, trabajo diariamente con madres que aman profundamente a sus hijos, pero que también están agotadas de organizarlo todo, de sostener emocionalmente a sus hijos —y muchas veces también a sus parejas— y de sentir que, si no están atentas a cada detalle, todo se desmorona.

No se trata de culpar ni de señalar a los padres como ausentes. En muchos casos, la falta de participación activa en la crianza no responde a una falta de amor, sino a una combinación de factores: modelos familiares heredados, inseguridad respecto a cómo hacerlo, o la creencia errónea de que “la madre lo hace mejor”.

Quiero que sepas que la paternidad no se da por instinto, se construye. Así como aprendemos a ser madres en el quehacer diario, los padres también necesitan equivocarse y experimentar para convertirse en padres presentes.

Aquí es donde las madres tenemos un rol fundamental: habilitar esa oportunidad. Porque lo cierto es que la participación activa no significa que el padre lo haga “igual que nosotras”, sino que se comprometa desde su propio estilo, aprendiendo, fallando y reparando.

No se trata de buscar una distribución matemática del tiempo o de las tareas, sino de construir una paternidad emocionalmente comprometida, en la que nuestros hijos puedan apoyarse y crecer sintiéndose cuidados por papá y mamá.
No se trata de buscar una distribución matemática del tiempo o de las tareas, sino de construir una paternidad emocionalmente comprometida, en la que nuestros hijos puedan apoyarse y crecer sintiéndose cuidados por papá y mamá.

Algunas sugerencias que pueden ayudar:

Involucrarse también es amar

Un padre involucrado no es solo alguien que cambia pañales o lleva a los hijos a la escuela.Un padre involucrado es quien construye un vínculo afectivo, quien pregunta cómo estuvo el día, quien está disponible emocionalmente, quien reconoce sus errores y se muestra como un ser humano con buenos y no tan buenos días, porque eso también es educar.

No se trata de buscar una distribución matemática del tiempo o de las tareas, sino de construir una paternidad emocionalmente comprometida, en la que nuestros hijos puedan apoyarse y crecer sintiéndose cuidados por papá y mamá.

Como madres, no podemos hacerlo todo solas, ni debemos. Brindar espacio para que el padre se involucre no es un acto de renuncia, sino de confianza.Y confiar en que otro puede también criar, sostener y amar es parte de un proceso que no solo alivia, sino que enriquece profundamente el desarrollo de nuestros hijos.

Contenido sugerido

Contenido GEC