
Imagina que un día estás cocinando en casa y tu hijo pequeño se acerca y te pregunta: “¿Te puedo ayudar?”. En ese instante, como padre o madre, sientes una mezcla de emociones, pero también una pizca de duda que te lleva a cuestionarte: ¿Debería dejarlo que ayude? ¿No es muy pequeño? ¿Y si algo sale mal?
Sin embargo, detrás de esa inocente pregunta se esconde una gran oportunidad: enseñarle a tu hijo el valor de la colaboración, la autonomía y el sentido de responsabilidad. Porque criar a un niño es, en muchos sentidos, un acto de equilibrio constante: entre proteger y soltar, entre enseñar y dejar que descubra por sí mismo y entre acompañar y permitir que crezca con independencia. Y en ese camino, una pregunta aparece más pronto de lo que muchos imaginan: ¿cuándo es buen momento para que empiece a ayudar en casa?
En definitiva, el hogar puede convertirse en el mejor escenario para que el niño comprenda que todos los miembros de la familia colaboran, cada uno a su ritmo y medida. A veces, esta conversación surge al verlo curioso o imitando lo que hacemos. Otras veces, nace del deseo de formar hábitos, ordenar el entorno y fomentar la responsabilidad. No obstante, como todo en la crianza, el cómo y el cuándo marcan una gran diferencia.
¿Cuándo es el momento adecuado para asignar tareas del hogar a un niño?
Por lo general, se suele subestimar la capacidad de los niños pequeños para colaborar en casa, lo que puede llevar a un estilo de crianza asistencialista que perpetúa la dependencia. Por eso, como señaló Grace Borckardt Arroyo, psicóloga del pre-school Colegio Nivel A, a Hogar y Familia, es importante comenzar a asignarles pequeñas tareas desde los 2 o 3 años, siempre en función de su madurez.
“Según UNICEF y diversos estudios en desarrollo infantil, asignar tareas desde edades tempranas ayuda a formar el sentido de responsabilidad y promueve la autonomía. Sin embargo, no se trata de exigir perfección, sino de incluirlos como parte activa del hogar. Por ejemplo, pueden ayudar ordenando sus juguetes o su habitación”, expresó Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de Clínica Internacional.
Aparte de la edad, como indicó la pediatra Laura O’Connor, de Cleveland Clinic, antes de asignarles tareas es fundamental observar ciertos hitos del desarrollo. Es importante que el niño pueda seguir instrucciones simples, mantener la atención por breves períodos, mostrar interés por colaborar y tener habilidades motrices básicas, como caminar con equilibrio o agarrar objetos.

En esa misma línea, Rocío Llauce Vigo, psicóloga clínica, resaltó que también debe considerarse su capacidad de comprensión del lenguaje, pues el niño debe ser capaz de comunicarse con claridad, expresar dudas, pedir ayuda y responder a las indicaciones. Mientras que, a nivel emocional y social, debe mostrar empatía, disposición para participar en actividades familiares, tolerar las normas, manejar la frustración y sentir orgullo por sus logros.
¿Cuáles son las tareas más acordes para los niños?
De acuerdo con las especialistas, las tareas deben ajustarse tanto a la edad cronológica como al grado de madurez del niño. Estas son algunas sugerencias:
De 2 a 3 años:
A esta edad están en una etapa de imitación y exploración, por lo que necesitan supervisión constante y modelos claros.
- Guardar sus juguetes en una caja.
- Llevar su ropa sucia al cesto.
- Colocar sus zapatos en su sitio.
Estas tareas fortalecen hábitos básicos y el sentido de orden.
De 4 a 5 años (preescolar):
Tienen mayor control motriz y comienzan a mostrar deseo de colaborar.
- Ayudar a poner la mesa.
- Regar plantas pequeñas con ayuda.
- Guardar su mochila y organizar sus útiles.
- Empezar a hacer su cama (aunque no quede perfecta).
Aquí se fomenta la responsabilidad mediante tareas simples con estructura.
De 6 a 7 años (inicio de la edad escolar):
Ya comprenden rutinas, siguen instrucciones y disfrutan tener tareas propias.
- Tender su cama con ayuda.
- Elegir y ponerse su ropa.
- Servirse un snack (como cereal o yogurt).
- Limpiar su escritorio o espacio de juegos.
- Alimentar a una mascota.
Esto refuerza su autonomía y habilidades de cuidado personal.
De 8 a 10 años:
Muestran mayor independencia y pueden asumir tareas más complejas con supervisión ocasional.
- Lavar y secar platos.
- Bañarse solos.
- Mantener su espacio ordenado.
- Alistar su mochila para el colegio.
- Ayudar en la lavandería.
- Barrer o pasar la aspiradora.
Estas actividades estimulan la organización y la constancia.
De 11 años en adelante (preadolescentes y adolescentes):
Pueden asumir responsabilidades más amplias y tomar decisiones autónomas.
- Cocinar platos simples o ayudar en la preparación de comidas.
- Lavar su ropa y cuidar su espacio personal.
- Apoyar en el cuidado de hermanos menores o mascotas.
- Ayudar con compras o tareas administrativas del hogar.
- Colaborar en la planificación de menús o actividades familiares.
Estas responsabilidades los preparan para la vida adulta y desarrollan compromiso.
“Es fundamental observar y ajustar las tareas asignadas para que sean desafiantes, pero accesibles. Si la tarea es demasiado exigente o inadecuada para su edad, pueden aparecer señales emocionales como frustración, llanto frecuente, ansiedad, evasión o frases como “no puedo” o “soy malo para esto”. También se pueden notar conductas como rabietas, distracción persistente, pérdida de interés, necesidad continua de ayuda, irritabilidad, aislamiento o regresiones, como mojar la cama”, destacó Borckardt.
¿Cómo introducir las tareas de forma positiva?
Para introducir las tareas de manera positiva, es fundamental cambiar la percepción que el niño tiene sobre ellas. Según Rocío Llauce, lo más importante es que no las vea como un castigo, sino como una oportunidad para colaborar en el hogar y asumir un rol valioso dentro de la familia.
Una forma eficaz de lograrlo es asignar responsabilidades resaltando sus fortalezas. Por ejemplo: “Tú eres el encargado de guardar los juguetes porque eres muy bueno haciéndolo”. Mencionar el rol de cada miembro también refuerza el sentido de pertenencia y cooperación.
“Incluir elementos lúdicos, como música, juegos o retos sencillos, hace que la experiencia sea más amena y motivadora. Se puede cantar durante la actividad o establecer desafíos breves que permitan celebrar el esfuerzo, más allá del resultado. Además, realizar las tareas con regularidad contribuye a formar hábitos, pero es clave evitar la rigidez y cualquier forma de castigo o imposición, ya que esto puede generar rechazo”, añadió la experta.
La psicoterapeuta de Clínica Internacional coincidió en que es más efectivo presentar las tareas como parte de la vida familiar. Frases como “¿me ayudas a que esto quede bonito juntos?” o “lo estás haciendo muy bien” transmiten amabilidad y cercanía. También destacó la importancia de ofrecer opciones, lo cual refuerza la autonomía, el compromiso y el sentido de elección: “¿Prefieres ayudar a poner la mesa o a doblar las servilletas?”. Esta participación activa hace que el niño se sienta escuchado e importante.

Sin duda, la forma en que nos comunicamos con los niños influye directamente en su disposición para colaborar. Un lenguaje motivador, centrado en el proceso y acompañado de un tono cálido, crea un ambiente de respeto y conexión. Algunas frases que puedes utilizar para fomentar una actitud positiva hacia las tareas son:
- “Gracias por tu ayuda, hiciste que todo sea más rápido.”
- “Me encanta cómo estás aprendiendo a hacerlo tú solo.”
- “¡Qué bien lo hiciste! Cada vez lo haces mejor.”
- “¿Te parece si lo hacemos juntos y luego jugamos un rato?”
- “¿Te muestro una manera que podría ayudarte a hacerlo más fácil?”
- “Vamos a dejar la casa linda entre todos, como un equipo.”
- “Hoy lograste terminarlo tú solo, ¡eso es genial!”
- “¿Cuánto tiempo crees que te tomará doblar estas servilletas? ¡Hagamos una competencia divertida!”
- “Tu esfuerzo es muy importante para toda la familia.”
- “¡Gracias! Con tu ayuda todo queda más bonito.”
Por ello, es importante evitar etiquetas o frases negativas como “siempre haces un desorden” o “nunca ayudas”. En su lugar, puedes decir: “Hoy fue un poco difícil mantener el orden, ¿qué podríamos hacer diferente mañana?”. Esto transforma la crítica en una oportunidad de reflexión y aprendizaje.
¿Cuáles son los beneficios de las tareas domésticas para el desarrollo infantil?
Las tareas domésticas no solo contribuyen al buen funcionamiento del hogar, sino que representan una valiosa herramienta para el desarrollo integral de los niños. Como refirió Rocío Llauce, al involucrarlos desde una edad temprana, se promueve el fortalecimiento de habilidades emocionales como la autonomía, el sentido de valía, la tolerancia a la frustración y la responsabilidad. A su vez, se estimulan competencias sociales como la empatía, el trabajo en equipo y la comunicación asertiva, así como capacidades cognitivas fundamentales, entre ellas la atención, la organización, la toma de decisiones y la resolución de problemas.
En la misma línea, la psicóloga del Colegio Nivel A aseguró que participar en estas actividades fomenta la seguridad en uno mismo, el autocontrol y la resiliencia. Además, se fortalecen habilidades sociales como la negociación. De este modo, las tareas domésticas se convierten en un medio efectivo para acompañar el crecimiento emocional, social y mental de los niños.
“Es importante tener mucho cuidado con la sobreprotección. Aunque nace del cariño, puede afectar negativamente el desarrollo del sentido de responsabilidad. Si se le resuelve todo al niño, se le priva de la oportunidad de adquirir habilidades básicas y de construir su autonomía. Además, este comportamiento puede enviarle el mensaje de que no se confía en su capacidad para colaborar”, expresó Laura O’Connor.
¿Qué errores suelen cometer los padres al delegar responsabilidades domésticas?
Uno de los errores más frecuentes que cometen los padres es no considerar la edad, la madurez o las habilidades del niño al momento de asignar tareas. Según Llauce, encargar labores que superan sus capacidades, como cuidar de un hermano menor cuando aún son muy pequeños, puede generar ansiedad, estrés o sentimientos de fracaso. Por su parte, Liliana Tuñoque advirtió que asignar tareas inadecuadas o corregir constantemente puede desmotivar al niño y generar rechazo hacia las responsabilidades.
Otro error común es la falta de constancia. Grace Borckardt mencionó que muchos padres empiezan con entusiasmo, pero con el tiempo abandonan la supervisión o terminan realizando la tarea ellos mismos, lo que genera un cumplimiento intermitente y un mensaje contradictorio para el niño. Además, subrayó la importancia del ejemplo: si los adultos no asumen sus responsabilidades con actitud positiva, es difícil que los hijos lo hagan.

También es muy común que las tareas domésticas se utilicen como castigo o que se recurra en exceso a los premios como incentivo. De acuerdo con la psicoterapeuta, esta práctica puede llevar al niño a esperar siempre una recompensa, en lugar de desarrollar un compromiso genuino con la colaboración en el hogar. “La motivación más duradera es aquella que nace del interés propio, no de los premios o castigos” explicó. Por eso, la importancia de fomentar la motivación intrínseca y de enseñar a los niños las consecuencias naturales de no cumplir con sus responsabilidades, en lugar de recurrir a sanciones externas.
¿Qué hacer si el niño se resiste o se frustra?
Frente a estas situaciones, lo más importante es actuar con paciencia, comprensión y empatía. Como resaltó Llauce, es clave escuchar sus razones, abrir un espacio de diálogo y reflexionar con el niño sobre la importancia de su colaboración en el hogar. Esto permite revisar y, si es necesario, renegociar los acuerdos, así como acompañarlo y compartir la tarea para que no se sienta solo en el proceso.
“Como padres, es fundamental entender qué hay detrás de la resistencia: puede deberse al cansancio, la dificultad de la tarea o simplemente a que no sabe cómo llevarla a cabo. En estos casos, se recomienda dividir la actividad en pasos pequeños, acompañarlo en su ejecución y corregir con respeto, validando siempre sus emociones con frases como: “sé que fue difícil hoy, pero estás aprendiendo”. No debemos esperar que lo hagan perfecto, sino que se involucren y progresen poco a poco”, sostuvo Liliana Tuñoque.
¿Cómo equilibrar las tareas domésticas con otras actividades?
Para lograr un equilibrio entre las tareas domésticas y otras actividades importantes como el juego, el estudio y el descanso, es fundamental integrar las responsabilidades de forma natural y positiva en la rutina diaria del niño. Como señaló la especialista de Clínica Internacional, las tareas no deben ocupar todo su tiempo libre, sino que pueden incorporarse como breves momentos dentro del día, por ejemplo, 10 minutos antes de jugar o después del desayuno. Esta integración favorece la constancia sin generar rechazo.
Además, involucrar a los niños en la elección de las tareas y rotarlas cada cierto tiempo —cada dos o tres semanas— ayuda a mantener su interés y a desarrollar distintas habilidades.
“El objetivo no es sobrecargar al niño, sino fomentar su sentido de pertenencia y colaboración, sin sacrificar su bienestar emocional o cognitivo. Formar el hábito requiere acompañamiento, diálogo constante, ejemplo y una actitud respetuosa, para que el niño no asocie la tarea con castigo, sino con un rol activo dentro del hogar”, afirmó Rocío Llauce.
Por su parte, Grace Borckardt complementó esta visión proponiendo estrategias claras que permiten a los padres guiar a sus hijos con paciencia y responsabilidad para que mantengan el hábito de colaborar en casa de forma constante, sin sentirse obligados o presionados:
- Asignar y explicar tareas: Asegúrate de que tu hijo entienda qué se espera de él, la importancia de la tarea y su impacto en la familia y en él mismo. Para niños que asumen responsabilidades por primera vez, es mejor darles una tarea a la vez para evitar abrumarlos.
- Dar elogios: Reconoce y valora tanto el esfuerzo como el resultado, usando elogios para motivar cuando cumplen sus tareas bien o las realizan espontáneamente.
- Incorporar rutinas: Establece horarios diarios para las tareas y actividades cotidianas (comida, baño y sueño) que ayuden al niño a organizarse y recordar sus responsabilidades.
- Revisar progresos en familia: Reúnanse para escuchar la opinión del niño sobre sus tareas y, si es necesario, ajustar juntos el “contrato” o acuerdos de responsabilidades, que pueden cambiar con el tiempo y la edad.
- Establecer consecuencias: Define reglas claras y anticipa consecuencias basadas en el contrato familiar, como limitar privilegios (uso de pantallas o salidas). Así, el niño sabe que el incumplimiento implica asumir una consecuencia, evitando recordatorios constantes.