MDN
El Dalai Lama estuvo en el Perú hace 10 años - 1
Carlos Batalla

El Dalai Lama pudo estar entre nosotros en junio de 1992, pero sus numerosos viajes lo impidieron (por esas semanas estuvo en Australia y el resto de Oceanía). Sin embargo, como muestra de su deseo de estar en el Perú, el líder espiritual y político tibetano envió al país al “Sumo Pontífice de Buda”, Dombun Tulku Rimpoche.

El lama tibetano dio una conferencia en Lima y expresó que traía al Perú “el mensaje lama de paz y solidaridad humana”. Era reciente el autogolpe del presidente Alberto Fujimori y el país se debatía en medio de la violencia terrorista y una devastadora hiperinflación económica. La anomia social estaba presente en cada parte del territorio nacional.   

Dombun Tulku dio dos conferencias: una en el hotel La Hacienda, en Miraflores, y otra en el campus de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). El tema central en ambas fue “la sabiduría del budismo tibetano, a través del método de liberación del sufrimiento y conocimiento de la verdadera naturaleza”.

Esta importante visita dio a entender a todos que el Dalai Lama estaba cerca. No obstante, durante toda la década de 1990 el gran líder del Tíbet no pisó tierra peruana. Enemigo político de la República Popular de China, invitar al Dalai Lama podía significar la enemistad o al menos la molestia del gigante asiático. Quizás por ello, los peruanos debimos esperar hasta el 5 de abril del 2006 para que nos confirmaran la noticia de su visita. Sería al mes siguiente, en mayo. Lo haría en el contexto de una gira por Latinoamérica.

Por qué “Dalai Lama”

Según la historia tibetana, fue el tercer sacerdote, Sonam Gyatso (1543-1588) quien instauró el término “Dalai Lama”, expresión proveniente del mongol “Dalai” (océano) y del tibetano “Lama” (maestro); lo que significaba “Maestro de gran sabiduría".

Sonam Gyatso hizo que la figura del Dalai Lama fuera reconocida por los mongoles, en quienes difundió el budismo. Antes de ese cambio se les conocía como “Drepung Tulkus” (“Las reencarnaciones de Drepung”).

Por ello, la visita al Perú entre el 7 y  9 de mayo del 2006 del decimocuarto y actual Dalai Lama, cuyo nombre original es Tenzin Gyatso (1935), causó revuelo en el país. Llegó tras estar en Brasil, Argentina y Chile a dónde llegó no desde su tierra natal, el Tíbet, sino desde su exilio en Dharamsala, al norte de la India.

El Dalai Lama llegaba a Lima (luego al Cusco) invitado especialmente por la PUCP para dar conferencias, asistir a reuniones con distintas personalidades e incluso pudo encontrarse con seguidores budistas.

Primer día

Su avión no aterrizó en Lima a la hora señalada (9:45 a.m.) debido a una densa neblina. Hizo un alto en Chiclayo, en la costa norte, y luego enrumbó a la capital a la que llegó al mediodía.

El líder tibetano fue Premio Nobel de la Paz en 1989, y con esa autoridad global apostó en Lima por un discurso que planteaba la armonía entre todas las religiones. En las puertas del hotel sanisidrino donde se hospedó lo recibieron varias decenas de personas vestidas a la usanza budista. El lama mayor estaba muy resguardado por su equipo de guardaespaldas. No era extraño verlo rodeado de sujetos enternados que lo cuidaban debido a posibles atentados (fue amenazado muchas veces).

En El Comercio del 8 de mayo del 2006 se decía: “El Dalai Lama caminaba como un anciano maratonista, con una sonrisa abrigadora. Cuando pasó la puerta del Miraflores Park Plaza lo primero que hizo fue oler las flores a su paso concentrado. La prensa lo esperaba con desespero, pero él necesitaba reponer energía a solas, almorzando una sopa de verduras y un preparado de fideos, vegetales frescos y un poco de salmón”.



Llegó con una comitiva de once personas, algunos criticaron que se cobrara dinero por escucharlo, pero con ello se cubrían los gastos de su gira en varios países del continente, y lo que sobraba, se informó a la prensa, se donaría a obras de caridad.

El líder espiritual tenía 70 años, y el físico templado y firme. En el encuentro con la prensa de ese día, con su ropa de monje tradicional, hizo frente a los curiosos periodistas a quienes explicó temas como la violencia en Medio Oriente y el hambre en África. Sobre nuestro continente le pareció que había progreso económico.

Esa noche, en el polideportivo de la PUCP, en San Miguel, dio la conferencia “El poder, la tolerancia y la compasión” para más de tres mil personas. Allí expresó que la felicidad dependía de la paz interior, no de las cosas materiales. Por ello el ego es el peor enemigo de la felicidad, pontificaba.

Algo agotado, volvió a su hotel y allí tuvo que recibir –en secreto– a la aún primera dama de la Nación, Eliane Karp.

Segundo día

Al día siguiente alzó vuelo al Cusco. Todo fue llevado con frenesí por el poco tiempo que tenía. En el Coricancha, como líder del budismo tibetano, se encontró con una multitud de gente que fue testigo de su reunión con un representante de la comunidad inca Q’ero. Los de Q’ero hicieron dos días de caminata para llegar y preguntar por el “papay lama”. Era gente de las alturas, aliados del cerro Ausangate, que anunciaron que llegarían con algunos altomisayoc (sacerdotes andinos que hacen pagos y están en contacto con los apus o espíritus de los cerros). Pero fue Isaac Flores (50), de esa comunidad, quien se reunió con el Dalai Lama.

Miles de campesinos de diversas provincias cusqueñas, hombres y mujeres rurales agasajaron al Dalai Lama con tejidos de alpaca y oveja, adornados con tintes naturales; también con productos alimenticios y rituales y objetos musicales. Una veintena de dominicos, cuidadores del Coricancha por cuatro siglos, se acercaron al líder espiritual tibetano, destacando su vocación interreligiosa.

El sufrimiento es una circunstancia que debía enfrentarse, dijo a todos el Dalai Lama; para ello estableció un conjunto de técnicas de meditación para poder llegar al estado de iluminación y lograr la proeza del nirvana. El Dalai Lama dejó satisfecho a todos los asistentes.

Paciente, a pesar de la tarde que avanzaba, Tenzin Gyatso se dirigió a la Municipalidad del Cusco para dictar su última charla sobre culturas ancestrales. El salón de actos estaba desbordado. Eran más de mil personas. Toda la jornada cusqueña fue intensa, pues su avión de regreso a Lima partía a las 4 y 30 de la tarde, y hasta casi esa hora estuvo en el municipio cusqueño. Pero esos ajetreos no restaron ni mellaron el estado de ánimo del sacerdote, quien parecía ser consecuente con sus propias palabras: "Si nuestra mente está feliz, nada externo puede alterarla".

Tercer día

El 9 de mayo del 2006, el último día del Dalai Lama en el Perú, el plato fuerte fue su presentación en la Biblioteca Nacional, donde dio la conferencia “Ética para el Nuevo Milenio”. Fue un ambiente en el que la palabra “religión” se convirtió en la estrella del evento. El líder tibetano compartió con representantes de los once principales cultos en el Perú. Además de los budistas, estuvieron miembros de la Iglesia Anglicana, Iglesia Luterana, Iglesia Ortodoxa e Iglesia Católica. También asistieron representantes del Consejo Nacional Evangélico, la Iglesia Presbiteriana y Reformada, la Sociedad Bíblica Peruana, y miembros de la comunidad judía y de la comunidad musulmana; finalmente, un líder de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

El Dalai Lama planteó vínculos entre todos los cultos, desde lo académico, pasando por reuniones de seguidores e intercambio de experiencias, hasta peregrinaciones a lugares santos de otra fe y concilios interreligiosos. La voz del ilustre visitante llegó a la conciencia de todos; ni los empresarios se salvaron: "Los empresarios deben trabajar por el bienestar social que también es el suyo, porque tienen más recursos para proveer educación y salud", sugirió.



En medio de encuentros, abrazos y apretones de mano, Tenzin Gyatso pudo sostener una charla exclusiva para El Comercio con el doctor Francisco Miró Quesada Cantuarias, con quien intercambió sabias ideas  y gestos de humildad admirables en quien la fama mundial solo es una forma de existir y ayudar en el mundo.

En la entrevista, el Dalai Lama afirmó que no es un buda y que el nirvana, es decir, el estado iluminado, “es cuando las emociones no dominan ni influyen en nada”.
Su presencia en el Perú hace 10 años dejó en claro una cosa: no debemos olvidar el valor y la importancia de la compasión, el perdón y la autodisciplina.    

Contenido sugerido

Contenido GEC