Cuando el Ejército entró a San Marcos y La Cantuta hace 25 años

Fue una medida polémica, pero la ciudadanía la apoyó. Se pensó acabar así con la presencia subversiva en las universidades.
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El 21 de mayo de 1991 el gobierno de Alberto Fujimori mandó ingresar a miembros del Ejército Peruano a los campos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle- “La Cantuta”. El mismo Fujimori apareció esa mañana del martes 21 de mayo, con casaca negra, empeñoso por entrar de una vez a los recintos académicos. En San Marcos tuvo la mayor resistencia pues infiltrados apedrearon la “comitiva presidencial”. Hechos inicialesFujimori llegó primero a la localidad de Chosica, al este de Lima, para visitar “La Cantuta”. Eran las 10 y 30 de la mañana y fue recibido por el rector Alfonso Ramos Geldres. Apenas terminaron de intercambiar algunas frases, Fujimori dio la orden a los militares de comenzar sus labores de limpieza en el campus universitario. No tardaron en escucharse las pifias y los reclamos de los estudiantes e infiltrados que incluso hirieron a un soldado que andaba provisto solo de baldes y escobas.

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El rector de “La Cantuta” suspendería luego las actividades académicas y administrativas durante esa tensa semana, debido a la presencia militar que interrumpía las normales actividades universitarias. Hacia el mediodía, Fujimori hizo un breve recorrido por las instalaciones cantuteñas y luego se retiró rumbo a San Marcos. El plato fuerte de esa jornada.El presidente intentó ingresar a la ciudad universitaria de San Marcos a la 1 de la tarde, pero le fue imposible hacerlo debido al rechazo de un grupo de infiltrados que le lanzaron piedras y lo insultaron. Las bombas lacrimógenas policiales inundaron el ambiente. No hubo duda de que la performance en San Marcos sería más espectacular. Fujimori llegó con militares, policías y hasta con bomberos. Un helicóptero sobrevoló el campus.

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¿Cuántos soldados esperaban al presidente en San Marcos? Pues unos 150 hombres, todos apertrechados de baldes de pintura, rodillos, brochas, escaleras, trapos, detergente, carretillas, palas, picos y tijeras de jardinería. En principio, limpiarían y pintarían. Desde las 11 de la mañana los soldados esperaban sus órdenes.Pese a la presión que sufrió por parte de un grupo de agitadores para que impidiera el ingreso de los miembros del Ejército, el rector sanmarquino de entonces Wilson Reátegui Chávez tuvo que reconocer que todo ello era necesario “para recobrar la buena imagen de la universidad”, aunque señaló luego que “estamos de acuerdo con la campaña, pero no con los métodos”.Reátegui abogaba para que sean los propios estudiantes los que hicieran esa campaña de limpieza y orden y no los militares. Sostuvo, además, que la acción intervencionista no fue anunciada ni consultada previamente. Admitió, eso sí, que los hechos lo sobrepasaron, y que tuvo que recibir al presidente Fujimori por cortesía y para no agravar la situación. 

Luego de la respuesta estudiantil con piedras y gritos amenazantes, el presidente Fujimori dio declaraciones en los exteriores del campus sanmarquino. Anunció medidas drásticas e indicó que el objetivo del gobierno era “devolver el orden y restablecer el principio de autoridad en la universidad peruana, erradicando definitivamente de sus claustros a los grupos terroristas infiltrados”. En ese momento, se escucharon dos detonaciones de petardos de dinamita.

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La agresión de algunos infiltrados llegó al robo de cámaras fotográficas y demás implementos de los periodistas que cubrían el hecho. Esa tarde, se empezó a pintar los exteriores de la ciudad universitaria.

Historia conocida

San Marcos y “La Cantuta” habían sobrevivido en la década de 1980 a la presencia cada vez más invasiva de elementos terroristas de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru  (MRTA), los que literalmente tomaron las fachadas, los pasadizos y hasta los salones de los diversos pabellones de los dos centros universitarios limeños. Por eso lo más llamativo de la intervención militar (y efectista, por supuesto) fue la orden de pintar los dos locales. De esta forma, se borraron todas las inscripciones y los lemas terroristas que por años ensuciaron las paredes sanmarquinas y cantuteñas.Según un sector de la comunidad, el gobierno había pisoteado la autonomía universitaria. Quizás por ello aquella mañana del martes 21 de mayo hubo un rechazo inicial a la medida, con arrojo de piedras y artefactos contra los militares. La justificación era imponer de nuevo el “principio de autoridad” que, según Fujimori, no habían sabido implantar las autoridades universitarias ante el avance terrorista.

Si bien se temió que la medida gubernamental provocara más violencia (en el momento ya violento que se vivía en el país), lo cierto fue que la presencia militar fue disuasiva, más allá de comprensibles molestias e incomodidades por compartir espacios universitarios con elementos uniformados de verde oliva.    Una de las críticas más fuertes a la decisión intervencionista del gobierno fue que se pretendía dictar normas y tomar decisiones como la de acabar con los llamados “estudiantes eternos”', que pasaban de los 10 años en la universidad (cuando debían estar solo 5 años). Sin embargo, el presidente fue cauto al declarar que esa medida dependía de las autoridades universitarias.

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Noche agitada

La jornada se complicaría en horas de la noche, cuando un grupo de “estudiantes sanmarquinos” pretendieron hacer ingresar por una de las puertas del campus dos automóviles, uno rojo y otro negro. Ante la resistencia supuestamente estudiantil y una explosión en los exteriores del campus, los efectivos del Ejército los repelieron con ráfagas de metralletas.

Tras una inspección a los autos, se halló ocultos trapos rojos y explosivos que, según inteligencia, habrían tenido como destino los pabellones de varias facultades, pues se corría el rumor de que los militares tenían planeado ingresar a la ciudad universitaria. Un breve tiroteo fue el preludio de algo mayor en esa agitada noche sanmarquina. A la medianoche, ante el aviso de un sembrado de explosivos, ingresó al campus un grupo de personal policial especializado (UDEX); y con ellos, por supuesto, efectivos de la Infantería de Marina, el Ejército y la Policía Nacional. Retiraron varios trapos rojos en diversos lugares e incautaron numerosos explosivos. La intervención en la universidad de 440 años de fundada estaba consumada. Voz estudiantil

Al día siguiente, el miércoles 22 de mayo, El Comercio buscó las opiniones de los propios estudiantes. Por un lado, los dirigentes sanmarquinos criticaban la intervención militar para trabajos de limpieza y pintado, pues la consideraban una “provocación”; y por otro lado, buena parte de los alumnos de las diversas facultades apoyaban la medida, puesto que, como dijeron, ellos intentaron limpiar y poner cierto orden en sus facultades, pero no pudieron concretarlo porque “eran amenazados”. Tanto los dirigentes como los estudiantes coincidieron en rechazar las acciones terroristas que agobiaban a la comunidad sanmarquina y al país entero.

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El jueves 23 de mayo, el presidente Fujimori reveló a la prensa extranjera sus intenciones, ya entonces evidentes, de no solo “pintar” y “limpiar” sino también de realizar una “limpieza integral” de las universidades. No solo una limpieza física sino también “de otro tipo para lograr un clima académico, de disciplina y seriedad“, dijo el mandatario. Sobre el argumento de que se estaría acabando con la autonomía universitaria, Fujimori dijo que esta ya se había perdido, “porque no hay libertad de expresión ni autogobierno; hay más bien desorden”, criticó.

A raíz de esa medida, decenas de estudiantes fueron detenidos en una y otra universidad, tanto en el campus, propiamente dicho, como en las residencias estudiantiles. Entre ellos seguramente había inocentes, sospechosos y culpables. Curiosamente, el sábado 25 de mayo, alumnos de las diferentes facultades de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) tomaron la iniciativa de limpiar ellos mismos los lemas y las pintas de sus fachadas, aunque indicaron que no lo hacían presionados por los sucesos del martes 21 en San Marcos. Con todo, igual las FF.AA. ingresarían días después a poner orden en el campus de los futuros ingenieros.      Fujimori, muy seguro de sí, visitó también el sábado 25 las instalaciones de la ciudad universitaria de San Marcos, donde inspeccionó e incluso colaboró en los trabajos de pintado que realizaba el Ejército.

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Final de la intervención

La presencia militar se extendió más de lo esperable y deseable, ya que para julio de 1992 –año después– aún los soldados seguían en los claustros tomados. Ese año de 1992, además, el país viviría varios meses de irracional violencia, como fue el caso de la desaparición y muerte de los nueve estudiantes y un profesor de “La Cantuta”, el 18 de julio de 1992, cuando se hallaban en la residencia estudiantil. Los ejecutores fueron miembros del grupo paramilitar Colina (los cuerpos de las víctimas fueron descubiertos en un descampado de Cieneguilla, el 8 de julio de 1993).

Un día antes de que entrara en vigencia la nueva Ley de Reorganización de las Universidades Públicas (26 de mayo de 1995), el gobierno dispuso la intervención en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Recién tres años después, el 6 de julio de 1998, irónicamente en el Día del Maestro, el presidente del Consejo de Ministros, Javier Valle Riestra, anunció el retiro de los efectivos militares de los locales universitarios de San Marcos, “La Cantuta” y la UNI, tras más de 7 años de permanencia en esos centros académicos. Quedaron en ellos las respectivas comisiones reorganizadoras impuestas por el gobierno y el Congreso Nacional.           

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