‘Kon Tiki’: la balsa que cruzó el Pacífico

Hace 70 años la expedición Kon Tiki partió desde el puerto del Callao al mando del noruego Thor Heyerdahl.
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El noruego Thor Heyerdahl encabezó un equipo de cinco hombres con el que se propuso comprobar el origen americano de las Polinesias. Con ese fin construyó una balsa a la que llamó ‘Kon Tiki’, en honor al Dios polinesio, y que era comparable a la que habrían utilizado los supuestos antepasados americanos. ‘Kon Tiki’ partió un 28 de abril de 1947 del Callao. Pocos creían que su travesía terminaría en buen puerto, pero el milagro ocurrió.

El héroe noruego

El grupo expedicionario lo lideraba el biólogo, etnólogo y geógrafo noruego Thor Heyerdahl (1914-2002), especializado en antropología de la Polinesia. Para concretar su soñado viaje el estudioso debió prepararse al lado de curtidos marinos de su país, con quienes fue descubriendo los secretos de altamar.

Heyerdahl, entonces de 32 años, había realizado algunas visitas a las islas Marquesas y Tahití, entre 1937 y1938; además allí mismo pasó su ‘luna de miel’, y entabló amistad con los jefes indígenas. De esta forma, fue interesándose por la cultura de esos pueblos, surgiendo en él una pregunta clave: ¿Cuál fue el origen de esa civilización?

El noruego comprobó que muchos de los mitos y leyendas polinesias indicaban que sus antepasados provenían del este. Por ello estudió las culturas americanas del sur, y fue verificando la coincidencia de ciertos aspectos, como métodos de cultivo y rasgos comunes en su organización social y religiosa.

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Un mito polinesio contaba que un personaje semidivino, llamado ‘Kon Tiki’, había llegado a las islas desde el este para enseñarles nuevas forma de vida. La hipótesis de Heyerdahl fue tomando forma: el origen de los pueblos polinésicos pudo haber sido América, o por lo menos habrían recibido -en tiempos considerados por nosotros preincaicos- gran influencia de esos lejanos pueblos de América del Sur.

La única manera de poder llegar hasta allá para un antiguo peruano era por medio de balsas, recurso de navegación común en aquellos siglos anteriores a la Era Cristiana.

La construcción

Heyerdahl ya podía imaginarse cómo sería su balsa de expedición. Luego de obtener la financiación necesaria para el proyecto, seleccionó a cinco expedicionarios con distintas capacidades y con la suficiente valentía para superar el reto.

Estos fueron, aparte de Heyerdahl, los noruegos Erik Hesselberg (1914-1972), buen navegante y pintor (hizo el dibujo de ‘Kon-Tiki’ en la vela); Knut Haugland (1917-2009), experto en el manejo de la radio y soldado condecorado por los británicos en la Segunda Guerra Mundial (SGM); Torstein Raaby (1920-1964), otro conocedor de las trasmisiones radiales, ex soldado en la SGM y oficial de la marina noruega; y Herman Watzinger (1910-1986), el segundo en mando, ingeniero que trabajó en las mediciones y registro de los reportes meteorológicos e hidrográficos.

Completó el grupo el sueco Bengt Danielsson (1921-1997), de barba rojiza, sociólogo y encargado de las provisiones, además de traductor oficial, pues hablaba perfectamente el español.

Dirigiendo la construcción del ‘Kon Tiki’ estuvo Watzinger. Sin clavos ni alambres, la balsa fue tomando forma, al tiempo que sus tripulantes se preparaban para la aventura.

Fueron nueve troncos de balsa entrelazados por sogas de cáñamo. Medían cada uno 14 metros de largo por 60 cm. de diámetro. Sobre estos, transversalmente, se ajustaron -dejando un metro de espacio- otros troncos de balsa de aproximadamente 6 metros de largo por 30 cm. de diámetro. Tablas anchas de pino reforzaron la estructura de la balsa hacia los lados.

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La anécdota fue que cada uno colocó su nombre en uno de los troncos de madera, quizás a modo de amuleto o repitiendo costumbres atávicas. No obstante, para efectos prácticos, la parte más segura para la tripulación sería la pequeña caseta (especie de tambo) colocada sobre un lado de la embarcación, donde se refugiaron de la inclemencia del tiempo.

La partida

Una vela con el dibujo del Dios del Sol flameaba desde muy temprano ese lunes 28 de abril de 1947. Los nórdicos ya estaban a bordo de la famosa balsa; pasado el mediodía, en la tarde chalaca, deberían alistarse para zarpar.

El Comercio de ese mismo día (edición de la tarde) dio cuenta de esos momentos previos a la travesía. Un buque de la Armada peruana, el ‘BAP Guardián Ríos’, remolcó al ‘Kon Tiki’ desde las cinco de la tarde, hasta más de 200 millas mar adentro. Los testigos de entonces dijeron que en los primeros minutos la nave, ya sola, se movía a paso de tortuga; pero luego cogió velocidad y buen viento.

Horas antes, Heyerdahl había asegurado a la prensa limeña que llegarían con seguridad a la cálida isla de Tahití, su destino final. El ambiente en el primer puerto peruano era una mezcla de entusiasmo, admiración y duda.

Y es que eran 4.000 millas las que deberían recorrer en la frágil nave, y en el Pacifico todos sabían de sus fuertes tormentas, inusitadas corrientes, vientos traicioneros, además de la abundancia de tiburones.

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El diario Decano advertía, también, el reto de sobrepasar a punto de remo la Corriente de Humbolt, la cual los llevaría naturalmente hacía el norte, y en ese trance tener que encontrar otras corrientes más favorables para su fin.

La tripulación del ‘Kon Tiki’ estaba bien provista de víveres, que habían sido envueltos en ‘material impermeable’, informaba El Comercio. Heyerdahl se dio tiempo aún para contestar una pregunta clave de un periodista:

- ¿Qué les puede suceder?, le interrogó.- Una balsa no puede hundirse y si se voltea es igualmente plana por ambos lados. Todo lo que tenemos que hacer es volver a encaramarnos y aferrarnos a ella.

-¿Y las tempestades?, inquirió otro reportero.- Ninguna dura más de dos o tres días, contestó, impávido.

Casi al vuelo, la prensa pudo registrar las últimas frases de la tripulación. El mismo Heyerdahl insistía: “Voy a comprobar mi teoría”. Watzinger, más precavido, “espero que la balsa resista”; y Hesselberg, optimista, “llegaremos a la meta”. Otro tripulante, Haugland, expresó: “Es una aventura interesante”; y Danielsson, “espero obtener buenos resultados”.

Ese día 28, como en los siguientes, la comunicación radial con la nave fue constante con Estados Unidos, Gran Bretaña, Noruega y Suecia, desde donde se monitoreaba las incidencias de la aventura marina.

La llegada

Pasaron más de 100 días en pleno océano Pacífico, soportando grandes tormentas, fuertes vientos, tiburones al acecho; en el peor momento los nórdicos dejaron que el ‘Kon Tiki’ decidiera por dónde ir. Los brazos ya no daban para más.

Y entonces la milagrosa balsa no se hundió, como en algún momento pensaron los tripulantes, y empezó casi a deslizarse por el mar. Heyerdahl y los suyos iban superando el reto. En total fueron tres meses y medio, hasta que la pequeña balsa llegó a tierra.

¿En qué condiciones llegaron los seis hombres del ‘Kon Tiki’? Las versiones indican que lo hicieron en el atolón de Raroia, en el archipiélago de Tuamotu, en la Polinesia francesa; para luego embarcarse a Tahití.

Estaban semidesnudos, con cabellos largos, casi desconocidos. Quienes lo vieron seguramente vivieron una epifanía: esos esmirriados hombres parecían aquellos de sus leyendas y mitos.

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¡Fabuloso momento!

Los detalles de la travesía los dejó por escrito el propio Thor Heyerdahl en su libro ‘La expedición de la Kon Tiki’ (1951), que fue un verdadero best-seller, traducido a 66 lenguas, y que inspiró un documental que obtuvo nada menos que un Óscar en 1951.

En ese libro, Heyerdahl describe magistralmente cómo en las noches algunos de ellos subían al pequeño bote de goma que llevaban atado a un costado, para ver la balsa en su vaivén incesante.

“Se levantaban por todas partes olas negras como montañas de carbón y una centelleante miríada de estrellas tropicales arrancaba un desmayado reflejo del plancton en el agua. El mundo era simple: estrellas en la oscuridad. Que fuera el año 1947 antes o después de Cristo, pronto careció de significado alguno”.

La teoría de Heyerdahl sembró dudas, muchos le creyeron en su idea de ver en América el origen del hombre de las Polinesias; pero aunque la ciencia descartó luego esa posibilidad, la historia de ‘Kon Tiki’ perdurará en la memoria de todos.

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