Si bien la anemia infantil merece nuestra máxima atención, esta enfermedad en mujeres gestantes es otro problema crítico que no debemos dejar de lado.
Según la última Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 30% de las gestantes padecen anemia en el Perú.
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La cuarta parte de ellas viven en Lima, y la tendencia es creciente. En el quintil 1, más pobre, subió de 52,8%, en el 2012, a 55,6% en el 2018. Y en el quintil 5, más rico, también subió de 25,4%, en el 2012, a 30,1% en el 2018. Como vemos, la anemia en gestantes no está solo vinculada a la pobreza.
El tema es muy delicado, pues las consecuencias de la anemia en gestantes pueden ser graves: mayor riesgo de mortalidad materna y de bajo peso al nacer o prematuridad del recién nacido; reducción de la lactancia materna con las consecuencias posteriores de anemia y desnutrición; o peor aún, deficiente desarrollo y mortalidad infantil.
Las normas técnicas del Ministerio de Salud establecen acciones para combatir este problema, como por ejemplo, el control de la gestación desde el primer trimestre y complementar la alimentación de las gestantes con hierro y micronutrientes.
Pero las evidencias demuestran que la situación no mejora. Podría ser que las normas no se aplican o que no se dispone de los recursos necesarios. Se necesitaría mejorar la alimentación cotidiana con proteínas animales, regular la actividad física y controlar posibles enfermedades como hipertensión arterial y diabetes.
La anunciada ampliación del aseguramiento universal de salud, la mejora de la atención mediante Redes Integradas de Salud y la mayor provisión de medicamentos e insumos deberían contribuir a la reducción de la anemia en gestantes y, en general, en mejorar la calidad de vida de los peruanos. Es una obligación del Estado garantizar los recursos humanos y materiales para ello.