Adulto mayor: Ellas encarnan una fe que aumenta con los años
Redacción EC

“Ingresé a la congregación a los 16 años. He persistido porque amo mucho a Jesús, y mi fe ha ido creciendo con los años”, asegura Celia Salinas Herrera, de asombrosos 102 años. “¿La muerte? Realmente la espero feliz porque veré a Dios, a mi Madre María y a mis amigos los santos”, agrega la religiosa integrante de la orden de la .

Celia Salinas Herrera, de 102 años, esclava del Sagrado Corazón de Jesús. (Foto: Luis Silva Nole / El Comercio)

Pese a su avanzada edad, Celia está muy lúcida y sus convicciones impresionan. Es una de las hermanas más queridas del convento ubicado en entre la Av. Garcilaso de la Vega y el Jr. Quilca, en el . Aún se pasea por los clautros con la ayuda de un bastón. Energía le sobra.

LAS ESPAÑOLAS
Carmen Arteche Avendaño, 91 años, de Bilbao. María Teresa García Camus, 76 años, de Santander. Ambas también son de la orden Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús y sintieron el llamado cuando, de jóvenes, pasaban cerca del Santísimo en sus rutas al colegio o al trabajo.

Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús: María García, de 76 años; Olga Kruger, de 94; Carmen Arteche, de 91; y Celia Salinas, de 102 años. El Comercio las visitó. (Foto: Luis Silva Nole / El Comercio)

“Quizá para otras la vida religiosa parezca difícil, pero yo la vivo feliz. De mi madre, que quedó viuda muy joven, heredé la constancia y fortaleza”, reflexiona Carmen.

Hace 30 años un aneurisma le quitó a María Teresa la facilidad de hablar fluido, pero no la capacidad de sonreír a cada momento y contagiar alegría. “Oro para que Dios siempre esté con todos”, alcanza a decir.

LA DANZANTE

La limeña Olga Kruger Fantini, de 94, también es esclava del Sagrado Corazón de Jesús. “De joven me gustaba bailar, y varios caballeros me cortejaban, pero estaba destinada para el Señor. Acá soy feliz, si no ya me hubiera ido”, refiere Olga.

LA COSTURERA

La antigua máquina de coser Singer, ante la que pasa largas horas cuando no está orando, contrasta con la moderna silla de ruedas eléctrica en la que se desplaza por los pasillos y pabellones de la . “Teresa Kontogury Espejo” se lee en su DNI, pero ella prefiere que la llamen Sor Teresa de Santa Rosa de Lima, nombre con el que hizo sus votos allá por 1945.

Sor Teresa de Santa Rosa de Lima, de 85 años y hermanita de los ancianos desamparados, vigente en su fe y en el servicio a través de la costura. (Foto: Luis Silva Nole / El Comercio)

A sus 85 años, ella asegura que puede coser de todo, menos telas negras, del color de su hábito, “porque ya la vista no da”. Pero, más allá de esa limitación, esta liberteña parece tener energía de sobra.

“Le doy gracias a Dios porque mi vocación aumenta cada día y por estar al servicio de los ancianitos”, dice Sor Teresa en su taller de la residencia ubicada en la cuadra 4 de la , en Breña.

En vísperas de la fiesta de Santa Rosa, Sor Teresa asegura que la limeña de los altares que realza su nombre religioso le inspira dedicación al prójimo y oración por las almas.

DADORA DE ESPERANZA
En el 2007, la caída desde una escalera ató a un andador a la cajamarquina María Castañeda Marín –Sor María de la Virgen de los Desamparados–  y limitó sus movimientos al punto de que ya no puede cocinar, limpiar, coser o dar de comer.
Pero hoy, a sus 84 años, su vocación de servicio la empuja a animar a los residentes en el hogar de las hermanitas. “Doy esperanza a sus almas. A muchos –dice María– los traen con engaños. Les digo que no hay que llorar. Que estamos de paso y que pronto nos veremos en la casa del Señor, donde nada nos faltará. Y les cuento chistes”. Amén.

Sor María de la Virgen de los Desamparados. A sus 84 años reparte sonrisas y alegría por toda la Residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. (Foto: Luis Silva Nole / El Comercio)
 

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