El aire más sucio de América, por Raúl Castro
El aire más sucio de América, por Raúl Castro
Raúl Castro

El calamitoso estado del transporte que tenemos nos saca de quicio a diario y nos hace lamentar, con frecuencia, sus nefastas consecuencias. La mala noticia es que a ellas, ahora, debemos agregarle una muy tóxica: su contribución a la extrema contaminación del aire de Lima.

Un , con sede en Beijing, muestra a Lima como la única ciudad en Latinoamérica con niveles de polución “muy insalubres” en ciertas áreas. Significa que la insalubridad del aire se encuentra en estado de emergencia y que los limeños estamos expuestos a ser afectados en gran medida.

El informe, a decir de fuentes serias como The Citylab, se sustenta muy bien en un mapa interactivo de reciente instalación, disponible para libre consulta en Internet. En él se reporta en tiempo real datos del clima de más de 8 mil estaciones de monitoreo dispuestas en todo el mundo, en más de mil ciudades. En Lima tenemos más de una decena.

En el mapa, Campo de Marte, Carabayllo, Santa Anita, Huachipa, Ate, San Martín de Porres, San Borja y Villa María del Triunfo, específicamente, presentan un grado de polución moderado. Puente Piedra trepa a una escala de “insalubre para grupos sensibles”.

Las cosas empeoran en San Juan de Lurigancho, que se dispara a “muy insalubre”. Cada 15 minutos, su estación, como todas en el mundo, refresca sus datos de concentración de partículas de polución en el entorno, incluyendo componentes ácidos y químicos, como el azufre y sustancias orgánicas.

Lo de este distrito es nuevo. Informes anteriores de la Organización Mundial de la Salud señalaban ya la situación crítica de Ate y Santa Anita por la antigüedad del parque automotor, sobre todo por la pésima calidad del petróleo que utilizan camiones y unidades de transporte público, a los que se suman las actividades industriales informales que no cuentan con estándares adecuados.

Las consecuencias para nuestra precaria cohabitación son funestas. Los estudios de impacto de la polución la asocian con secuelas a largo plazo, como el incremento del riesgo a ataques al corazón, decrecimiento en el desarrollo de las capacidades cognitivas de las personas y problemas crónicos de asma y respiratorios.

Buena parte de Lima está operando entonces como una gigantesca cámara de gases con perniciosos efectos sobre el comportamiento individual y social. La polución nos hace brutos: The Citylab alerta sobre derivaciones en caracteres depresivos, implicancias en la memoria y retención, y otros impactos en alergias y males crónicos. ¿Huele conocido?

Tenemos el imperativo de fijar una agenda básica pero ineludible que establezca políticas ambientales para revertir este triste paisaje. La reforma del transporte es un excelente comienzo. La creación de áreas verdes y el establecimiento de un cinturón de lomas verdes en los cerros que circundan nuestra capital deberían ser el siguiente punto. La alerta está dada.

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