(Foto: Dante Piaggio / El Comercio)
(Foto: Dante Piaggio / El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

Posesión, transiciones rápidas, amplitud, segundo pase… el Mundial no solo pone en vitrina a los mejores representantes del fútbol, sino también enriquece la jerga de los periodistas deportivos (más allá de que no falten quienes repiten estos términos como loritos, sin saber a ciencia cierta de qué diablos están hablando).

Los limeños también hemos sumado palabras a nuestro vocabulario, no durante el Mundial, sino en los últimos años. Y por circunstancias trágicas. Orión, Chosicano, La Estrella y, desde hace unos días, Uvita han ampliado nuestra terminología sangrienta de todos los días, que cuenta con varias acepciones en común: muerte, dolor, indiferencia, tristeza, impotencia.

El último martes, una combi del grupo Uvita mató a una persona e hirió a otras cuatro en la cuadra 11 de la avenida Sucre, en Magdalena. Según diversos testimonios, el hecho se produjo porque el vehículo era conducido a alta velocidad, ya que se encontraba en carrera con un competidor. ¿Algo que no conozcamos? Nada. Lo mismo de siempre.

Lo que sigue es fácilmente predecible: el chofer acumula papeletas por diversas infracciones, así como denuncias por otros choques. Sin embargo, siguió conduciendo como si nada hubiese pasado. Y al volante de una combi que arrastra una multa sin pagar de S/4.150.
Hay más: la flota de Uvita suma 691 papeletas sin cancelar por unos 2 millones de soles y 90 órdenes de captura. En otras palabras, lo que vemos –y sufrimos– a diario.

¿Alguien puede dudar de que Lima no tiene quién la gobierne?
¿Qué, aún le quedan dudas? Va otro ejemplo: el jueves, un incendio consumió siete puestos de una galería en Gamarra. Los bomberos tardaron minutos valiosísimos en llegar porque la zona se encuentra enrejada y las calles ocupadas por vendedores y vehículos mal estacionados.

Bonus track: el siniestro se desató por una chispa de soldadura (¡Qué novedad!). Aunque genera cientos de millones de dólares al año,Gamarra es una miniciudad hacinada, hecha sin ningún tipo de planificación, en la que los cables de electricidad se apretujan en lo más alto de los postes y en cualquier momento pueden causar una tragedia.

Todo esto lo conocemos y lo vivimos. Lo saben el alcalde provincial y quienes manejan los distritos. Cuando se les piden explicaciones, suelen idear las más indignantes para sacar cuerpo.

En menos de tres meses elegiremos alcaldes. Para el provincial postulan una dama y veinte caballeros. Antes que ofrecer patrulleros o más ladrillo, lo que requiere Lima es alguien que la gobierne. Para usar terminología mundialista, un alcalde que tenga posesión, pero no bajo el tiquitaca y ‘pasapiolista’ que arruinó a España e hizo pasar vergüenza a Alemania. Necesitamos un alcalde con posesión y profundidad.

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