(Foto: Anthony Niño de Guzmán/El Comercio)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán/El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

Hace 54 años, un especialista anónimo salvó al mundo de una explosión atómica. Lo hizo al desconectar una bomba a solo siete segundos de que estallara. Fue en “Goldfinger”, una de las más celebradas cintas de James Bond, en ese entonces interpretado por Sean Connery.

El uso de bombas de tiempo en el cine es un recurso manido que, sin embargo, aún funciona. Leslie Nielsen le salvó la vida al presidente de Estados Unidos al tropezarse con un cordón en “¿Y dónde está el policía 2 ½” y hace unos años, Tom Cruise abortó una explosión nuclear en San Francisco en “Misión imposible, protocolo fantasma”.

Todos sabemos que, a falta de pocos segundos, el héroe cortará uno de los cables (¿el rojo o el azul?) o encontrará el código de desactivación. Pero en medio de la oscuridad de la sala, con la música de Giacchino alargando al infinito la tensión, la respiración de los espectadores se detiene a la espera de que el Ethan Hunt de turno haga sonar el clic salvador.

En la vida real existen otras bombas que sin matar pueden ser devastadoras. Una de ellas es la que está dejándole la actual gestión metropolitana a Jorge Muñoz, el próximo alcalde de Lima. El artefacto cuyo acelerado tic-tac empieza a ser atronador se llama Metropolitano.

Pro Transporte está embroncado con los concesionarios del servicio. Les ha dado 45 días para que solucionen una serie de incumplimientos, bajo amenaza de dar por concluido el contrato y tomar el control de la operación.

El plazo vence unos días antes de que el señor Muñoz asuma el cargo. Y para que la bienvenida sea inolvidable, el todavía alcalde de Miraflores encontrará los pasajes con nuevos precios, pese a que la calidad del servicio se ha ido a pique a causa del crecimiento de la demanda y la inacción municipal.

Las concesionarias son acusadas de incumplimientos señalados por la contraloría (riesgo de insolvencia es uno de ellos). Estas aducen que la municipalidad no ha respetado el contrato.

Recordemos que, a pesar de que está en funcionamiento desde el 2010, el Metropolitano aún se halla en fase de preoperación porque la comuna no ha cumplido con terminarlo (faltan 12 kilómetros) ni con retirar los buses que compiten en su recorrido.

No es el único problema que encontrará Muñoz. Además de los problemas conocidos de nuestra caótica ciudad, tendrá que vérselas con una caja reducida y los reclamos de vecinos y especialistas por los estropicios cometidos en los trabajos de ampliación en las avenidas Javier Prado y Benavides.

El nuevo alcalde deberá trabajar con pulso de cirujano para desactivar estas y otras bombitas que heredará.

La elección del cable que cortará marcará el derrotero de su gestión.
¿El rojo o el azul, señor Muñoz?

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