Si hay algo con que la mayoría de limeños coincidimos es que Alberto Andrade fue uno de los mejores alcaldes que ha tenido la ciudad. A pesar del acoso del gobierno fujimorista, ordenó el Centro, se preocupó por embellecerlo y ejecutó una serie de obras con el fin de mejorar la calidad de vida de quienes vivimos en la capital.
Aunque Somos Perú, el partido que fundó, hace tiempo que dejó de ser el movimiento de entraña municipalista e ideas modernas que alguna vez fue, no deja de sorprender que dos de sus congresistas, Guillermo Aliaga y Felícita Tocto, sean parte de un grupo de parlamentarios que buscan formalizar los taxi colectivos, una locura monumental que va en contra de cualquier intento por hacer de Lima una urbe civilizada.
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Los otros integrantes de la bancada del “lleva, lleva” y “¿a dónde vas, tío?” son Enrique Fernández Chacón (Frente Amplio), Juan de Dios Huamán (Frepap), Wilmer Bajonero (Acción Popular), Javier Mendoza (Unión por el Perú) y Johan Flores (Podemos).
A este septeto de voces desafinadas le importa poco que Lima se siga yendo al garete. No le interesa que los conductores de taxi colectivos destrocen el reglamento de tránsito en cada esquina, se enfrenten a la policía e inspectores municipales como si fueran dueños de las calles y se nieguen a pagar sus multas. Mucho menos que sus vehículos se conviertan en focos vivos de contagio del COVID-19.
No hay un solo especialista en transporte público serio que esté a favor de darle cabida a los colectivos. La ‘normalidad’ que se viene, además, consagra la necesidad de usar grandes vehículos de transporte a fin de que el distanciamiento social se respete. Bajo el argumento del derecho al trabajo no se puede entregar la ciudad a quienes hacen lo imposible por destrozarla.
Este nuevo Congreso está infectado por un poderoso virus llamado populismo que, como el nuevo coronavirus, no distingue edades ni camisetas políticas. Pocos tenían esperanzas de que fuera a ser mejor que el anterior. Lo que nadie imaginó fue que, en tanto poco tiempo, fuera a aprender sus peores mañas.