“La costa vidrios”, por Gonzalo Torres
“La costa vidrios”, por Gonzalo Torres
Gonzalo Torres

Las noticias de la construcción del hotel en Larcomar no son muy alentadoras para la propia Costa Verde. Este es un megaproyecto, no un edificio de departamentos como el que se hizo más allá, en Barranco, sobre el frente mismo del acantilado, y tendrá efectos sobre este.

En el 2010, ante futuros reclamos y licencias de construcción, la Municipalidad de Lima Metropolitana dio la Ordenanza 1414, que declaraba la intangibilidad de los acantilados de la Costa Verde en “salvaguarda de la predominancia del paisaje natural… convirtiéndose toda la zona de acantilados y laderas de cerros en zona paisajística”.

La obra supondrá algunas incongruencias, como se puede leer en el informe en esta misma página. Pero esto es materia de análisis legal si es que las administraciones municipales (incluyendo a la de Miraflores, que es directamente responsable de la licencia) tienen la voluntad política de luchar por el hermoso ambiente natural que son los acantilados de la bahía de Lima.

Aun cuando la nueva imagen del proyecto hotelero difiere de las que han sido difundidas en otras oportunidades, sería realmente útil que se especifique cuál será el resultado final de la construcción, incluyendo esa planta de tratamiento en la playa Redondo (ya van apareciendo “sorpresitas”).

Se han esgrimido diversas razones por las cuales no debe estar ese hotel. Con algunas no estoy de acuerdo. Creo que, en principio, un hotel de esa magnitud sí es un beneficio para la ciudad (nuestra capacidad hotelera es mínima). Creo también que es posible, técnicamente y con seguridad, construir algo en los acantilados, como lo ha demostrado Larcomar a través del tiempo. El problema es la ubicación y el tipo de proyecto.

Un proyecto como el del Lugar de la Memoria no es comparable con este y se ha pretendido utilizarlo para justificar la presencia del hotel. El Lugar de la Memoria es un edificio que se asentó sobre otro (una planta de tratamiento de residuos) al costado de una bajada que no da frente al acantilado.

No solo no invadió más espacio del que tenía, sino que el proyecto de Crousse y Barclay es un magnífico ejemplo de integración a su entorno. Es precisamente esto, vistas las pocas imágenes del futuro hotel, lo que le falta a esta obra: luce como un megaproyecto agresivo que toma todo el acantilado hasta el suelo. Y eso es un problema. No solo por la violencia visual del mismo (ojo, solo viendo la imagen de su fachada proyectada), sino porque habría que precisar, como se intuye tímidamente en el diseño, si es que hay un ingreso vehicular por la parte inferior. Aunque un estudio de impacto vial de la obra ya había sido aprobado en el 2012, ¿no que se estaba convirtiendo la vía en una de alta velocidad? ¿Es este proyecto un precedente para otros similares que duermen su sueño en licencias de construcción muy antiguas o en títulos de propiedad de épocas pretéritas?

Por el bien de la Costa Verde espero que este proyecto no prospere. De verde a vidrios en menos de un siglo y de zona paisajística a zona proyectista en un santiamén. Una pena.

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