El crimen de André Silva Santisteban, el sobrino amado
El crimen de André Silva Santisteban, el sobrino amado
Redacción EC

ANA BRICEÑO

Los presos del pabellón 3-A del penal Miguel Castro Castro han bautizado a André de Silva Santisteban Maza como ‘Kina’. El cabello largo y ensortijado del joven de 19 años que asesinó a su tía de 21 cuchilladas es motivo de burla para sus compañeros, algunos más ‘faite’ que otros, que le silban y le achacan el sambenito de ‘mariconcito’.

“Me voy a rapar y dejar la barba grande para pasar desapercibido”, dice en una de las 35 mesas del patio del pabellón donde los reos almuerzan con sus esposas, madres o amigas. André no tiene familiares en su mesa. Quienes lo acompañan, hoy miércoles, son dos mujeres de unos 45 años.

La más robusta es la mamá de uno de sus amigos de infancia; la otra es Angélica, la niñera que lo cuidó desde que tenía 4 meses. Trabajó a su lado hasta el viernes 2 de mayo en que, drogado, asesinó a su tía, Vanessa Maza Álvaro (42), en San Borja, y luego huyó con sus joyas escondidas en la mochila.

Es la segunda vez que Angélica entra al penal para llevarle comida y utensilios de limpieza. Hoy, además, le ha traído un par de zapatos porque André usaba las zapatillas que un reo compasivo le había prestado.

“Tenía los pies con ampollas porque cuando salté del cuarto piso de la casa de mi tía me hice daño”, cuenta y, de inmediato, la mamá de su amigo le ofrece una pomada para la inflamación y una Biblia pequeña que André guarda en el bolsillo de su casaca. En este lugar nace un devoto a cada minuto.

Se sonríe a cada instante con Angélica y más aun cuando le cuenta que comparte un colchón de una plaza con otro preso y en las noches duda antes de moverse a un lado.

“A veces no puedo dormir por incomodidad y también porque sueño con el delito que cometí, pero quiero olvidar el pasado”, sostiene mientras pisa la colilla de un cigarro y enciende otro al instante.

Sus manos tienen las huellas de los cortes que le ocasionó su tía cuando intentaba defenderse de su ferocidad. Son 12 puntos en ambas manos que él mismo se sacó.

Vanessa tuvo 21 cortes en el cuerpo, pero el mortal cayó a la altura del tórax que le perforó los pulmones. El muchacho advierte a *El Comercio* que no puede declarar sobre el caso de su tía. La próxima semana tomará clases de idiomas y en julio reanudará sus estudios de Derecho a distancia.

“No quiero que mi mamá me visite porque se quebrará”, comenta y lanza una bocanada de humo. En medio de tanto criminal, ha encontrado una especie de padrino: Ronny Ramos, ‘Bolón’, el barrista de la ‘U’ sentenciado a 18 años de prisión por haber arrojado desde una cúster en movimiento a una contadora en el 2009.

LUJOS Y DROGA

En los días de visita de varones, su mellizo, Jean Claude, es infaltable en el 3-A. Se sabe que él costea los gastos de la defensa de André. Cuando ellos tenían 3 años, sus padres se separaron y ambos quedaron al cuidado de su papá, un médico destacado.

“Llevábamos la vida de cualquier niño cuyo padre gana S/.50 mil mensuales”, se franquea Jean Claude. Pero el confort acabó el día que su papá murió a causa de un avanzado cáncer a los pulmones. Los mellizos sentirían, así, el primer golpe en la vida.

Carla Maza (48), su madre, les prometió que mantendrían el nivel socioeconómico tras la muerte del papá y que ella solventaría los gastos siendo ama de casa. Pero no hubo necesidad de mucho esfuerzo porque ahí estaba la tía Vanessa, soltera, sin hijos y con una tarjeta de crédito a la mano para engreír a sus sobrinos adolescentes.   

“Mantuvimos una relación amorosa sin haber llegado a consumar el acto sexual”, dijo André a la policía tras haber sido capturado con las joyas valorizadas en miles de dólares.

Aquel 2 de mayo, a las 11 de la mañana, según su testimonio, discutieron porque ella quería tener relaciones sexuales y él se negó. Vanessa le recriminó por los gastos que debía hacer por la universidad, la ropa y las propinas.

“[Vanessa] Cogió un cuchillo y se lo puso en el cuello, traté de quitárselo [...]. Luego cogí un objeto circular y la golpeé en la cabeza [...]. No recuerdo haber cogido un cuchillo”, declaró.

“La señorita era buena con sus sobrinos. A André le afectó [tanto] la muerte de su papá que estuvo con psicólogo”, dice Angélica.

“Soy consumidor de marihuana porque sufro ansiedad y episodios epilépticos. Por estrés tomaba ansiolíticos”, confesó André, quien –según la policía– mató a su tía para robarle. La fiscalía le abrió proceso por lesiones graves seguida de muerte-hurto agravado, cuya pena máxima son 12 años de cárcel. Para el abogado Luis Lamas, el sobrino asesino podría salir libre en ocho años.

Contenido sugerido

Contenido GEC