Del espantoso verano de 1991, recuerdo dos palabritas aterradoras- ‘vibrio cholerae’-, la velocidad con que se acumulaban las víctimas y las bolsitas salvadoras, un invento del ex ministro de Salud belaundista, Uriel García, que libró a miles de personas de la mortal deshidratación.
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El cólera cayó como una plaga bíblica en un país que se hallaba en escombros por el azote del terrorismo y la locura hiperinflacionaria del primer alanismo. El agua sin tratar y el pescado fueron señalados como los culpables de la epidemia y se inició una gran campaña de salubridad que consiguió mitigarla. Mientras los cebicheros buscaban fórmulas para no irse a la quiebra –algunos reemplazaron el pescado con finos cortes de pollo- y desde afuera nos miraban con asco –el club Cerro Porteño de Paraguay amagó con no venir a Lima para jugar la Copa Libertadores-, las acciones del Ministerio de Salud fueron sorprendentemente eficaces para el estado calamitoso en que se hallaba el país. Ese año, 322.569 personas se enfermaron, 2.909 fallecieron.
Los 38 infectados por el coronavirus registrados hasta ayer confirman que no es una broma ni mucho menos una cortina de humo como algunos sostenían temerariamente. Las medidas del Gobierno han sido radicales y afectarán el trabajo de miles de personas. El sector turismo vivirá uno de sus peores años en décadas y la economía, a pesar de los intentos de mantener el optimismo desde el MEF, seguramente se deprimirá.
Sin embargo, a la luz de lo ocurrido en otros países, ha sido lo más conveniente. El aislamiento busca disminuir el número de contagios para que las salas de emergencia no colapsen como ha ocurrido en Italia, donde la saturación ha llevado a los médicos a tener que decidir a quién atender. La suspensión de los eventos ha sido también otra medida positiva, pese a que el número mínimo de asistentes permitidos -300- puede ser cuestionable.
Ahora la chamba es de nosotros, los ciudadanos de a pie. Aunque es difícil pedir que se extreme el aseo personal en un país donde miles no tienen agua y desagüe, hay que hacer lo posible. Debemos, además, evitar asistir a reuniones sociales, teatros, procesiones, cines e incluso gimnasios. Asimismo, buscar atención médica ante las primeras señales de problemas gripales o bronquiales. Cuidar de nuestros viejitos y pensar que de cosas peores hemos salido. Los peruanos sabemos cómo.
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