
A raíz del descubrimiento de la criatura Melanocetus johnsonii, conocida popularmente como el “Pez Diablo” y famosa por su apariencia aterradora y por habitar a más de 2.000 metros de profundidad, es importante destacar que Tenerife, España, no es el único lugar donde se encuentran estos peces, ni es la primera vez que se descubre uno. En los años 60, se encontró un Pez Diablo en el mar peruano.
El Comercio tuvo acceso exclusivo al laboratorio del Área de Biodiversidad y Colección Científica Ictiológica del Instituto del Mar del Perú (Imarpe), donde pudo conocer más a fondo esta y otras especies que la entidad ha descubierto en las profundidades del mar.
En una entrevista con este diario, Fabiola Zavalaga, bióloga y especialista en biodiversidad marina de Imarpe, explicó que los peces de profundidades son aquellos que habitan normalmente a partir de los 200 metros y en ambientes más profundos. “En Perú, tenemos ambientes marinos que llegan a alcanzar casi 7.000 metros de profundidad. Estos ambientes se caracterizan por carecer de luz solar, lo que se conoce técnicamente como ‘zona afótica’, donde las condiciones de presión y temperatura son distintas a las de las zonas más superficiales, ya que las temperaturas son muy bajas y la presión es muy alta”, comentó.

La especialista añadió que los llamados “peces abisales” son muchos y diversos en Perú, pero aclaró que, técnicamente, el término “abisal” solo se aplica a las especies que habitan entre los 4.000 y los 6.000 metros. Sin embargo, existen otros ambientes de profundidad, como la zona mesopelágica (desde los 200 hasta los 1.000 metros), la zona batial (de los 1.000 a los 4.000 metros), la zona abisal (de los 4.000 a los 6.000 metros) y la zona hadal (de los 6.000 a los 11.000 metros).
La bióloga nos mostró en exclusiva algunos ejemplares del Pez Diablo encontrados en Perú. “Cada especie tiene su hábitat. Los avistamientos como este suelen ocurrir cuando las especies salen un poco de su hábitat usual. Se han observado especies de profundidad como esta última, pero a veces no se difunde mucho la información y todo queda en el ámbito marino local. Estos encuentros nos permiten conocer a estas especies para poder conservarlas", explicó.

El Pez Diablo fue registrado por primera vez en el mar peruano a finales de los años 60. “Lo que ha ocurrido es algo anecdótico y sucede con cierta frecuencia. No significa que vaya a ser el fin del mundo ni nada por el estilo”, indicó Zavalaga.

Además, el instituto resguarda en su colección ictiológica a otras especies. Por ejemplo, un Pez Balón del Pacífico. “En Perú, actualmente se conocen alrededor de 250 especies de peces de aguas profundas, según los estudios realizados por Imarpe a lo largo de los años, en colaboración con otros países como Rusia (entre finales de los 60 y principios de los 70), Japón (entre finales de los 90 e inicios de los 2000) y España (entre 2007 y 2009)”, comentó.
Dentro de las 200 millas náuticas del mar jurisdiccional peruano y sus 3.000 kilómetros de costa, se encuentran muchas especies de tiburones, rayas, quimeras y peces óseos de profundidad. Sin embargo, la bióloga resaltó que aún queda mucho por conocer. “Las especies de profundidad se estudian utilizando herramientas tecnológicas. Son ambientes a los que el ser humano fisiológicamente no puede acceder, moriríamos en el intento”, señaló.
Por ello, se crean tecnologías cada vez más avanzadas para poder acceder a estos ambientes, como submarinos, vehículos autónomos manejados remotamente, trampas de profundidad, entre otros. También se han obtenido muestras de estos ambientes mediante la pesca de arrastre de fondo.

“Los peces de profundidad han desarrollado adaptaciones para vivir en estos ambientes, como, por ejemplo, algunas estrategias de caza pasiva, como la modificación de la primera espina de su aleta dorsal para usarla como caña y señuelo de pesca, llamados técnicamente ‘illicium’ y ‘esca’, respectivamente”, añadió.
Por otro lado, algunos peces tienen sentidos disminuidos o aumentados, como es el caso de la vista. Algunos peces de profundidad tienen ojos muy reducidos debido a la falta de luz, llegando incluso algunos a ser completamente ciegos. Cuando esto ocurre, desarrollan otros sentidos para poder sobrevivir.
“Existen algunos peces de profundidad que son de consumo, pero la mayoría no se consumen en la actualidad. Un ejemplo de pez que sí se consume es el bacalao de profundidad. Esta especie habita frente a Perú y en otras regiones del mundo, debajo de los 200 y 2.000 metros, y su carne es muy cotizada”, indicó.

Zavalaga resaltó que algunos peces de profundidad tienen órganos bioluminiscentes llamados ‘fotóforos’, los cuales producen luz. Estos órganos les sirven para diversas funciones, como comunicarse, atraer presas, alimentarse, encontrar pareja y reproducirse. “Otros peces han desarrollado estrategias de vida como la cooperación con otras especies para tener mayor éxito. Por ejemplo, la ‘simbiosis’ con bacterias bioluminiscentes, que se adhieren a ciertas partes de su cuerpo haciéndolas luminosas. A cambio, las bacterias reciben alimento y un lugar seguro para vivir”, explicó.
“Debido a que en los fondos marinos profundos no incide la luz solar, no se realiza la ‘fotosíntesis’, que es el principal mecanismo de producción de energía en los ambientes superficiales y base de las redes alimenticias. En las profundidades del océano, ocurre otro proceso llamado ‘quimiosíntesis’, que es la obtención de energía o producción de materia orgánica a partir de compuestos químicos”, añadió.
Además, ocurre un proceso físico conocido como ‘nieve marina’, en el que todo lo que muere en la superficie se hunde hasta el fondo, donde muchos animales aprovechan esta materia orgánica y minerales como fuente de energía.

“Sin embargo, en general, conocemos muy poco sobre los fondos marinos, especialmente los que se encuentran frente a Perú. Se cree que solo conocemos el 10% de la vida en los océanos, lo que significa que nos queda mucho por descubrir, tanto de las especies como de los ecosistemas de profundidad”, precisó.
La bióloga mencionó que los peces y otras especies marinas enfrentan múltiples amenazas, principalmente de origen antrópico, como la contaminación, la pérdida de hábitats y la sobrepesca. “En cuanto al impacto del cambio climático en los océanos, se está monitoreando el aumento de la temperatura del mar y los procesos de acidificación. Por ejemplo, en los peces, se está estudiando cómo afecta la acidificación y la hipercapnia (insuficiencia respiratoria debido a altas concentraciones de CO2 en la sangre) al desarrollo de los dentículos dérmicos (estructuras externas de los tiburones y rayas, similares a escamas)”, comentó.
Asimismo, debido al calentamiento del mar, se está observando un cambio en la distribución de algunas especies, aunque Zavalaga indicó que “aún nos falta mucho por estudiar y conocer”. Además, resaltó que Imarpe ha abierto al público un repositorio digital con toda la información sobre las especies, incluyendo las del mar profundo: el Catálogo Digital de la Biodiversidad Acuática del Perú.





