(Foto referencial: El Comercio)
(Foto referencial: El Comercio)
Angus Laurie

Muchos distritos en Lima tienen ordenanzas que requieren retiros entre los edificios y la vereda. Un retiro típico es de tres metros en calles y cinco metros en avenidas. La función de los retiros, tal como está establecido en el Reglamento Nacional de Edificaciones, es para ubicar estacionamientos para automóviles, casetas de vigilancia y para tener un muro de seguridad entre el espacio privado y la calle.

En el caso de lugares suburbanos, quizás este estilo de ordenanza tiene algo de lógica. En el contexto de una ciudad en vías de desarrollo, una familia que vive en una casa unifamiliar probablemente prefiera tener un muro que defina su propiedad para sentirse más segura. Sin embargo, este muro hace que las viviendas pierdan su relación entre el espacio privado (la casa en este caso) y el espacio público (la calle). Las ordenanzas que requieren retiros resultan en muros de seguridad, e irónicamente terminan en calles que son más inseguras por la falta de vigilancia pasiva desde el programa privado.

Sin el registro visual de los edificios, las calles se vuelven aburridas, peligrosas e incluso feas a través de su encasillamiento entre muros ciegos. Efectivamente esto es un gran desincentivo para caminar.

Esta condición es más problemática en las zonas donde la ciudad está pasando por un proceso de densificación desde casas unifamiliares hacia edificios multifamiliares. Mientras en otras ciudades el proceso de cambiar hacia una ciudad más compacta va de la mano con promover una mezcla de usos y mejorar la caminabilidad, en Lima este proceso no ha sido acompañado con cambios en las ordenanzas que promuevan calles más atractivas ni la inclusión de usos mixtos. En Miraflores, para dar un ejemplo, muchas calles han experimentado una transformación hacia edificios multifamiliares en las últimas dos décadas, pero mantienen sus retiros y su zonificación de uso exclusivamente residencial.

El resultado es un suburbio denso, donde la presencia de muros de seguridad de tres metros de altura y una zonificación monouso trabajan en combinación para incentivar el uso del automóvil y desactivar la calle como un espacio público.

Mientras que a muchos limeños les gusta visitar las ciudades donde los edificios están colindantes con las veredas y donde existe una gran mezcla de usos como Buenos Aires o Río de Janeiro, todavía hay mucha resistencia por parte de los residentes y las municipalidades en eliminar retiros e introducir usos comerciales dentro de barrios residenciales en las zonas céntricas de la ciudad.

Justamente la eliminación de retiros para nuevos edificios y la inclusión de edificios de usos mixtos en calles residenciales podrían ser estrategias para hacer de Lima una ciudad más atractiva para el peatón, más sostenible y más segura.

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