El espacio público más importante, por Jorge Ruiz de Somocurcio
El espacio público más importante, por Jorge Ruiz de Somocurcio

Es sin ninguna duda la , pero está totalmente desaprovechado. Con un verano que va terminando con 33 °C, los limeños adoran un fin de semana en el mar. Los que  pueden pagar van a las playas del sur, desde Punta Negra hasta Asia, y disfrutan de condominios, clubes o casas frente al mar. Para la mayoría, que no puede pagar, la Costa Verde es la gran esperanza, con dos escenarios: uno natural, desde Miraflores hasta La Herradura, y otro artificial desde Miraflores hasta San Miguel. Unas 300 hectáreas en total.

En la Costa Verde natural, playas como Makaha, Sombrillas, Agua Dulce, Pescadores y La Herradura están invadidas por negocios de toldos y tumbonas de los acomodadores de playa, que por S/20 alquilan una sombrilla y dos asientos. Acuden más de 100.000 bañistas un domingo, que llegan en taxi, combi o vehículo privado. No hay servicio regular de transporte público.

Los baños son portátiles, no hay duchas. El espacio público para estar es reducido: apenas arena y un precario equipamiento. Conviven construcciones abandonadas en Chorrillos, con playas que tienen estacas de acero y un cartel “no bañarse” en Barranco (pero que están repletas de gente). Están allí también los restaurantes populares de dudosa calidad y otros más exclusivos, casi todos con un origen ilegal.

Las academias del surf en Makaha solo tienen un piso de tierra para estacionamiento, un toldo que las identifica y un precario malecón. 

La Costa Verde, desde Miraflores a Chorrillos, es una mezcla de diversos sectores socioeconómicos, en el que los ‘vivos’ detentan concesiones en las que no han cumplido con su aporte de playa y espacio público, y se quedaron en la etapa “me aprovecho de lo que puedo”.

Por el lado de la Costa Verde artificial, esta le ha ganado casi 100 hectáreas al mar, repartidas entre San Isidro, Magdalena y San Miguel. Sin embargo, paradójicamente se repite el cartel “playa no apta para bañistas”, reconociendo que no hay ninguna oferta al usuario, más allá de unas canchitas y el negocio de alquiler del suelo de Magdalena.

La Costa Verde natural no ha tenido plan de ordenamiento. Se puede recomponer la traza urbana, generando espacios públicos de calidad, mejorando la conexión con la parte superior, incorporando servicios y recuperando La Herradura. Le cambiaría la cara.

En cambio, en la Costa Verde artificial es posible que la ciudad penetre en el mar por lo menos  en Miraflores y San Miguel, promoviendo la dotación de instalaciones recreativas, comerciales, culturales, turísticas y gastronómicas. Ellas crearán una playa a todo lo largo, con un nuevo urbanismo que producirá identidad y reposicionará a Lima en el mundo. Un proyecto de esa envergadura es de un impacto metropolitano transformador, como en Barcelona, Nueva York o Buenos Aires. Debe estar en la agenda del próximo gobierno con el actual alcalde de Lima.

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