Héctor Guillén: Una vida luchando contra el Sodalicio
Héctor Guillén: Una vida luchando contra el Sodalicio
Ana Núñez

En setiembre del año pasado, el oftalmólogo arequipeño logró el objetivo por el cual había librado incansables batallas: su hijo Franz renunció al Sodalicio y volvió a la Ciudad Blanca para darle un abrazo antes de partir a vivir al extranjero. Pero él aún no baja los brazos. “Hay delitos que no deben quedar impunes”, dice.

Franz fue contactado por el movimiento de Figari cuando tenía entre 15 y 16 años. Estudiaba en el colegio Max Uhle de Arequipa y un grupo de sodálites se encargó de preparar a los chicos de su promoción para la confirmación. En esos tres días de ‘retiro espiritual’, afirma su padre, se inicia la captación de los jóvenes.  

Luego de ser llevado a una de las casas de formación en San Bartolo (Lima), Franz Guillén fue enviado a São Paulo (Brasil). En esa etapa, afirma su padre, perdió todo tipo de comunicación con el muchacho. No sabía cómo encontrarlo, ni siquiera a dónde llamarlo por teléfono. 

Los ruegos del padre y las lágrimas de la madre finalmente convencieron a Franz de dejar el Sodalicio el año pasado, 17 años después de haber suscrito su acta de adhesión. La larga lista de denuncias que para entonces ya se habían hecho públicas terminaron de persuadirlo. 

Fueron largos meses los que se tomó Franz antes de escribir la carta de renuncia a Alessandro Moroni, líder actual del Sodalicio. Esa institución le había hecho creer que si se apartaba, quedaría abandonado y Dios lo castigaría con terribles enfermedades. Un día su padre le dijo: “Si el papa Ratzinger pudo renunciar, ¿por qué tú no?

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