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Julia Gamboa y su lucha cada fin de semana: la mujer que busca una pensión para tratar las cinco enfermedades que padece
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Julia Gamboa y su lucha cada fin de semana: la mujer que busca una pensión para tratar las cinco enfermedades que padece

Julia Gamboa y su lucha cada fin de semana: la mujer que busca una pensión para tratar las cinco enfermedades que padece

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Todos los viernes son como un lunes para Julia Gamboa Quispe. En realidad, su semana laboral tiene solo tres días. Cada noche del fin de semana, mientras decenas de personas llegan a los restaurantes y discotecas cercanos al óvalo de , su jornada inicia afuera de una pollería. Allí permanecerá por doce horas, toda la noche y madrugada, a pesar del frío, la inseguridad y achaques de los cinco cuadros clínicos que la aquejan a sus 67 años.

Julia vende afuera de la pollería El Campollo, a una cuadra del óvalo Santa Anita. fotos: joel alonzo/gec
Julia vende afuera de la pollería El Campollo, a una cuadra del óvalo Santa Anita. fotos: joel alonzo/gec
/ JOEL ALONZO

Trabajo de viernes a domingo. No puedo venir más días, porque el frío me da calambres y no soporto el dolor. Aquí sufrimos duro cuando llueve. Tengo que aguantar como sea el sueño hasta las 6 o 7 de la mañana, y recién guardo mis cosas”, nos contó al conocerla. Cada noche gana entre 40 y 60 soles, dinero que servirá para costear su comida, medicinas y otros gastos de los días restantes de la semana.

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El día a día de Julia

Julia vive sola en el asentamiento humano Horacio Zevallos de Huaycán. Toda su vida ha trabajado vendiendo en las calles de Lima. Así conoció a su pareja, quien falleció hace 11 años. Ambos tuvieron una hija. “Ella está en Italia desde reciencito; dos meses ha cumplido allá. Toda la vida estuvimos juntas en las buenas y las malas, pero su negocio no avanzaba. Por eso se fue afuera”, narra.

La despedida no fue sencilla. Julia todavía recuerda las palabras con las que su hija le comunicó que buscaría un mejor futuro en el extranjero: “Mamá, mejor me voy allá para tener más oportunidades y que mi hija pueda avanzar sus estudios. Yo no soy joven. Ya voy a tener 50 años y qué va a ser de mi vida si me empiezo a poner mal de salud. Voy a buscármelas como sea y te mandaré algo cuando ya me acomode. No te preocupes por mí, mamá“.

Hoy en día, la única compañía que tiene en su hogar son sus tres cachorros.

Julia vende afuera de la pollería El Campollo cerca al óvalo Santa Anita. fotos: joel alonzo/gec
Julia vende afuera de la pollería El Campollo cerca al óvalo Santa Anita. fotos: joel alonzo/gec
/ JOEL ALONZO

Las enfermedades y complicaciones físicas no le han dado tregua desde el 2020. Julia se contagió de Covid-19 en el primer año de la pandemia. Luego, tuvo dengue al igual que muchos vecinos de su comunidad en el verano del 2021. “Casi me mata. Cuánta gente ha muerto por dengue en mi zona. Hemos tenido que pedir fumigación para vencer a este mal”, confiesa.

Las visitas a los centros médicos empezaron a hacerse costumbre. Julia ha sido diagnosticada con diabetes. Además, los años de trabajo en la calle con sobreesfuerzos de por medio le han ocasionado una hernia lumbar y artrosis en la pierna derecha. En el último año, su estado de salud se agravó: los doctores le detectaron problemas en el colon, que le causan estreñimiento, y cataratas en los ojos.

Por eso, cada día de trabajo implica también que los dolores aumenten. El doctor me ha dicho que no cargue mucho peso ni me agache mucho, y que descanse en el camino si tengo que trajinar. ¡Pero qué puedo hacer! Como sea tengo que llevar mis cosas para ponerme a vender”, declara.

Julia solo tiene SIS y con él se atiende principalmente en el hospital de Huaycán, el centro médico del Minsa que le queda más cerca. Sin embargo, este no cuenta con todas las especialidades ni la tecnología necesaria para el tratamiento de todos sus cuadros clínicos.

De Huaycán me mandan al hospital de Vitarte, porque allí tienen aparatos más profundos para la vista. Moverme de un hospital a otro hace que me duelan los pies. No es fácil que te atiendan con el SIS. Yo pido cita una mañana y me atienden un mes después; entre análisis y chequeos pueden pasar dos o tres meses después”, relata. “Mi miedo es que avance la catarata y ya no pueda ver. Mi diabetes puede complicar esa situación. Por eso quiero que me operen pronto”, confiesa.

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Un viacrucis entre calles rotas y sin asfaltar

La rutina de los viernes de Julia inicia a las 4:30 p.m., tomando un mototaxi desde su casa hasta la salida de Huaycán. Allí sube a un microbús que la deja en el óvalo Santa Anita casi dos horas después.

Bastón en mano, Julia caminando hacia el almacén de sus carritos. fotos: joel alonzo/gec
Bastón en mano, Julia caminando hacia el almacén de sus carritos. fotos: joel alonzo/gec
/ JOEL ALONZO

Luego, camina dos cuadras hasta una cochera de la calle Rodríguez de Mendoza, donde recoge los dos carritos de metal que usa para guardar las golosinas y bebidas que vende. Julia apila sacos, bolsas y cajas, que sujeta con delgadas tiras de rafia.

Los 600 metros que debe recorrer desde la cochera hasta el óvalo Santa Anita son un calvario para Julia. La oscuridad de las primeras horas de la noche limita su visión. Además, el peso de ambos carritos es excesivo para que una persona en su condición pueda llevarlos sola.

Julia llevando los dos carritos con su mercadería. fotos: joel alonzo/gec
Julia llevando los dos carritos con su mercadería. fotos: joel alonzo/gec
/ JOEL ALONZO

La situación se agrava en la Av. Nicolás Ayllón. La falta de una vereda asfaltada hace que las ruedas pasen sobre tierra, piedras y huecos. Inevitablemente, las cosas que lleva Julia terminan por ceder y caerse, obligándola a agacharse para cargar de nuevo su mercadería. “A este sitio le tengo miedo, joven. La calle siempre ha estado así de mal. ¿Cuándo la van a arreglar?”, reclama jadeando.

La falta de una rampa antes del cruce con la Av. Los Ruiseñores obliga a Julia a caminar unos metros por la pista, aunque tenga que ir en sentido contrario al tráfico. No es exagerado decir que camina casi a ciegas, pues sus cataratas oculares disminuyen su visión de las luces de los carros.

Julia empujando su carrito a pesar del pésimo estado de la pista. fotos: joel alonzo/gec
Julia empujando su carrito a pesar del pésimo estado de la pista. fotos: joel alonzo/gec
/ JOEL ALONZO

Finalmente, llega a la fachada de una pollería cercana al óvalo y descarga uno por uno los paquetes que contienen su mercadería.

Yo asisto a una iglesia los jueves. Me voy ahí a orar y escuchar la palabra de Dios. Eso me reconforta bastante, joven. Salgo más tranquila y contenta. Eso me da vida y ánimo para no rendirme y trabajar. Cuando algo me pasa, me pongo a orar y le pido al Señor ‘Ayúdame, papá, tú conoces mis necesidades’. Dios me da su bendición para poder subsistir y estar en esta lucha todos los días”, cuenta.

Julia cumplirá 68 años el 18 de octubre. “Como cae sábado, me toca trabajar. Aquí estaré, amaneceré trabajando. A lo mejor me compro mi cuarto de pollito”, dice sonriendo. Su deseo es uno solo: poder afiliarse al programa Pensión 65 para costear los gastos de sus tratamientos médicos.

Quisiera saber cómo podría sacar mi Pensión 65. Voy a cumplir 68 y debería estar cobrando desde hace tres años. Una vez hice mis papeles para sacarlo en la Municipalidad [de Huaycán] sin resultado. Yo quisiera mi Pensión 65 para mis medicamentos”, manifestó.

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