"Lima, la tierra de los choferes choque y fuga"
"Lima, la tierra de los choferes choque y fuga"
Pedro Ortiz Bisso

La impericia de quienes van al volante de un vehículo en Lima es sobradamente conocida. Su irresponsabilidad es mayor cuando añaden alcohol –a pesar de las duras sanciones que existen– y ese inexplicable afán de apretar el acelerador más allá de lo permitido.

La conjunción de tanta insensatez se expresa a diario en el grosero número de accidentes de tránsito que riegan de sangre nuestras calles y que exhiben en su versión más hardcore los noticieros de la televisión.

Hay, sin embargo, un aspecto que las estadísticas no miden y sobre el que existen abundantes méritos para reclamar el copyright. No tiene que ver con la ineptitud en el manejo, el escaso apego por respetar el reglamento de tránsito o ese ataque de daltonismo generalizado que suele apoderarse de muchos conductores en Lima. Porque de otra manera no se entiende cómo pueden confundir con tanta facilidad los colores de los semáforos. El nuestro debe ser uno de los pocos países del mundo en donde los conductores extreman sus precauciones cuando tienen el verde al frente.

La cifra que no rescatan las mediciones es el grado de cobardía y desconsideración de quienes conducen un vehículo en la capital. Solo así puede calificarse a aquellos que tras protagonizar un accidente, emprenden la fuga dejando atrás no solo el auto o la combi que estropearon, sino también a las víctimas del choque. Y en esto no discriminan: pueden ser hombres o mujeres, niños o ancianos. Cogen sus pertenencias –a veces ni eso– y abandonan el lugar con absoluto descaro. Peor aun si el vehículo que manejaban sigue funcionando: ponen primera y se marchan, sin mostrar mayor consideración por las vidas que acaban de destrozar.

Haga una búsqueda en Google y hallará decenas de casos, unos más desfachatados que otros: “Combi choca, deja 15 heridos y chofer se fuga”, “Choca tráiler y a pesar de estar malherido se fuga”, “Camioneta de modelo choca auto y chofer se fuga”.

A pesar de que son cosas de todos los días, y que por ahí no falte quien intente forzar una justificación, no deja de sorprender el escaso valor que tiene la vida para tantas personas. Cuesta imaginar cómo podrán afrontar el resto de sus vidas con ese recuerdo de sangre en la conciencia.

Hay, sin duda, un delito grave que debe enfrentarse desde el punto de vista policial y judicial. Las autoridades también deben hacer lo suyo para que la seguridad vial y el reglamento de tránsito no sean un conjunto de disposiciones que a pocos les importa cumplir, sean conductores o peatones.

Pero hace falta también enfocar este problema desde el punto de vista de la salud mental. No es solo un asunto de respeto al principio de autoridad. Nuestra sociedad está enferma y estos actos deleznables son las peores expresiones de ello.

Contenido sugerido

Contenido GEC