“Objetivo: hambre cero al 2030”, por Gastón Acurio
“Objetivo: hambre cero al 2030”, por Gastón Acurio
Gastón Acurio

El 2017 empezó con unos 800 millones de personas pasando hambre alrededor del mundo. Y el Perú, un país de abundancia, conocido paradójicamente por su biodiversidad y su gran cocina, no es la excepción.

Es cierto que nuestro país ha logrado disminuir la crónica infantil del 22,6% en el año 2005 al 14,4% en el año 2015, pero cierto es también que en nuestro amado país todavía miles de niños viven en condiciones de desnutrición. Una condición que se agrava dependiendo si eres un niño que vive en las ciudades (10% de desnutrición) o que vive en el campo (27,7% de desnutrición). Si miramos las cifras de anemia, la situación se anuncia aun más alarmante.

El 43,3% de nuestros niños menores de 3 años sufre de anemia porque carece de la nutrición necesaria, algo que cada año le cuesta al Perú cerca de 3.000 millones de soles, mientras que enfrentarla y acabar con ella costaría no más de cien millones de soles.

Parece increíble pero esa es la realidad. Los peruanos, con todos los recursos que tenemos, aún no hemos podido vencer esta batalla primordial para asegurar que todos nuestros compatriotas tengan, cada día, acceso a una alimentación saludable y sustentable que les permita vivir una vida de bienestar.

Es una tarea –históricamente postergada– que ya no se puede aplazar más y que tiene una oportunidad de ser enfrentada y derrotada, en una nueva iniciativa del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA) lanzada en todo el mundo hace unos días.

En efecto, al adoptar la Agenda de Desarrollo Sostenible, cuyo segundo objetivo “hambre cero” prevé la erradicación del hambre para el año 2030, los gobiernos del mundo se han comprometido a poner fin a este problema y asegurar que se logre la seguridad alimentaria para todos, que se mejore la nutrición de nuestra infancia y se promueva una agricultura que sea sostenible social, ambiental y económicamente.

Para enfrentar este reto, se requiere la participación de un poderoso trinomio: los poderes públicos, con su accionar político; el sector privado, con su capacidad de emprender e innovar; y la academia, con sus sólidas bases de conocimiento y sabiduría. Pero sobre todo, se requiere que cada persona sobre este planeta entienda que el bienestar de todos es el mejor camino para alcanzar el propio, y que todos, con nuestras actuaciones y elecciones de cada día, no solo podemos, sino que tenemos el deber de contribuir a lograr este objetivo.

Aunque parezca un esfuerzo titánico, la meta está a nuestro alcance. Promover y poner en valor la diversidad de los cultivos y empoderar a los pequeños agricultores para que su producción pueda llegar a los mercados son, por ejemplo, pasos que ayudarían mucho a alcanzar la meta de un mundo con menos desigualdad y libre de hambre.

Hoy, los cocineros sabemos que por la propia naturaleza de nuestro trabajo podemos contribuir mucho en esta lucha y por ello nos hemos unido para sumarnos a la iniciativa del PMA y participar juntos en el objetivo hambre cero. Una iniciativa que tiene por ejemplo en la promoción de la cocina en el hogar una oportunidad muy poderosa para alcanzar sus objetivos.

En el Perú tenemos una hermosa experiencia de cómo los cocineros pueden volverse actores de cambio y la cocina puede ser promotora de integración social y cultural, avances económicos y unión. Gracias a la labor de un grupo comprometido de cocineros, unidos a agricultores, pescadores, artesanos y autoridades, en los últimos años la cocina se ha convertido en un factor de unión y orgullo en una nación tan diversa como la nuestra, y ha contribuido al desarrollo del país, mientras ha llegado a ser conocida y apreciada en todo el mundo.

Los que tenemos la maravillosa responsabilidad de nutrir a los demás desde nuestras cocinas –seamos cocineros en restaurantes, madres de familia o responsables de comedores escolares– tenemos un gran poder para impulsar cambios en el mercado y promover una cultura de la alimentación basada en los principios de la sostenibilidad y de la diversidad.

Al promover cocinar en casa, en familia, como siempre se hizo, con recetas propias de nuestra cultura, nuestra identidad, abrimos por ejemplo la posibilidad de elegir ingredientes locales y rescatar del olvido especies tradicionales dejadas atrás por la adopción de nuevos hábitos de consumo que muchas veces son adoptados en exceso.

Al promover el recuperar aquellas sanas costumbres de nuestras abuelas de no tirar nada y utilizar todo, de ir al mercado en busca de los maravillosos productos de las estaciones y de diferentes tamaños, calidades y precios, podemos ayudar a reducir esa cifra de 30% de alimentos tirados a la basura por razones estéticas antes de ser consumidos, podemos aliviar la presión a una tierra que es obligada a producir variedades no propias de su estación, y podemos privilegiar una agricultura familiar en nuestras mesas que contribuya a fortalecer la golpeada economía de los pequeños agricultores que trabajan sus tierras con amor y sabiduría para proveer de felicidad a nuestras vidas.

Volver a cocinar en casa. De eso trata esta iniciativa. De llevar información veraz y equilibrada a todos los hogares, para que las decisiones que tomemos cada día a la hora de elegir nuestros alimentos puedan impactar positivamente en nuestras vidas y en las vidas de los demás. La cocina en el hogar, como un vehículo para fortalecer nuestra identidad local y la multiculturalidad de nuestra patria, para recuperar el gusto por todo aquello que está a nuestro alrededor, para promover en torno a la mesa familiar urgentes valores cívicos como la tolerancia, el diálogo, la solidaridad.

En la economía, la cultura, la educación, la salud pública, el medio ambiente, la cocina en el hogar puede ofrecer una contribución muy valiosa a las batallas que hoy libramos para lograr cumplir el objetivo de un mundo con hambre cero para el año 2030. O quizás antes.

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