(El Comercio)
Redacción EC

Hace 32 años pisó suelo peruano por primera vez y entonces nadie podía imaginar que sería santo. La primera de las dos visitas que hizo a nuestro país durante su largo pontificado dejó cientos de historias memorables.

El Papa Peregrino llegó en febrero de 1985 a un Perú que se debatía entre la crisis económica y la violencia terrorista. Aun así realizó un maratónico recorrido por Lima, , , , Ayacucho, Cusco e Iquitos. En esta última ciudad dio un emotivo discurso en el aeropuerto Francisco Secada Vignetta, donde  sorprendió a los fieles diciendo: “El Papa se siente charapa”.

EL ROSARIO BENDITO
El arequipeño Manuel Zevallos contó a El Comercio en 2013 que la noche previa a la llega del papa a la Ciudad Blanca no podía dormir. El nerviosismo que le producía tener que estar cerca del Santo Padre la mañana siguiente no dejaba tranquilo a este filósofo. En ese entonces, Zevallos Vera era el rector de la (UNSA), en cuyo campus se erigió el lugar que recibiría al pontífice el 2 de febrero de 1985.

En esos descampados terrenos, Juan Pablo II beatificó a Sor Ana de los Ángeles y coronó a la milagrosa Virgen de Chapi, frente a casi 300 mil asistentes.

Como una deferencia por permitirles utilizar ese espacio, los organizadores invitaron a Zevallos Vera a subir al estrado y entregarle una ofrenda al Papa.

Cuando ya estaba en el estrado Zevallos Vera le entregó un tubo que contenía un bello pergamino.

Juan Pablo II recibió la ofrenda agradecido y mientras le entregaba un rosario, le dijo: “Manuel, he hecho una bendición para ti y tus familiares. Te doy este recuerdo para que reces con ellos”. Emocionado, solo optó por hacerle una venia y besarle la mano a Karol Wojtyla. 

Manuel Zevallos falleció en 2015, unos días antes de cumplir 96 años, pero sus familiares todavía conservan el obsequio que le dio el papa.

LUEGO DE EL NIÑO EN PIURA
Los piuranos recuerdan con emoción la visita de Juan Pablo II el 4 de febrero de 1985. La norteña ciudad había sido duramente castigada por los efectos del que se inició en diciembre de 1983.

A las familias católicas no les importó soportar durante varias horas los más de 36 grados de temperatura frente al estrado que se levantó en pleno desierto, a 500 metros de la pista de aterrizaje del aeropuerto.

“Vengo para encontrarme con los queridos hijos de esta tierra, en cuyas vidas quedan aún las huellas del sufrimiento causado por las catástrofes naturales que hace casi dos años destruyeron viviendas, cosechas, canales de regadío y vías de comunicación, que generaron indecibles dificultades a tantas familias y destruyeron el fruto de largos años de fatigas”, expresó el Papa amigo. Fue un mensaje cargado de esperanza.

LA MAMITA DE OTUZCO
Este mismo 4 de febrero Juan Pablo II llegó a Trujillo donde fue recibido por miles de personas. Luego paseó por la ciudad hasta llegar al Palacio Arzobispal, donde aún se conservan algunos objetos, como la cama en la que reposó durante su breve estadía y uno de los solideos que usó en esa capital liberteña.

Allí el Santo Padre oró ante la imagen de la , que fue traída desde Otuzco.

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