Redacción EC

AARÓN ORMEÑO 

Alejandro Hernández pinta en la azotea de un edificio. Llena de colores las telas mientras la bulla del tráfico de la suena lejana. Pinta figuras monstruosas que representan cierta ternura. 

Asegura que es un hombre más feliz desde que pinta. Lo hace para contar vivencias propias o de personajes marginales que le llaman la atención. Su necesidad de expresarse lo ha llevado a manejar un estilo propio, pero continúa cuestionándose como ser humano y de ahí proviene su creatividad.

¿Para qué pintar?
Para no morirse de hambre. Hablo del hambre del alma. De pronto me di cuenta de que era fascinante pintar porque podía contar cosas. Así entendí la visión de la literatura, el cine y el arte en general.

Te estás creando la imagen del artista romántico, del que pinta en un techo de un edificio del Centro de Lima. De hecho eso te favorece…
Yo no elegí mi condición social, ni mi sexo, ni el país en el que vivo. La imagen que pueda proyectar escapa de mis manos. La gente crea mitos en base a lo que no llega a comprender. El pelo largo, la ropa al revés. Yo estoy contento con lo que hago y no doy explicaciones.

¿Lima es básica en tu obra?
El Centro de Lima tiene una magia para mí. Tiene una idea de oscuridad y sordidez. Hay ladrones y prostitutas que tienen problemas y filosofan como cualquier persona. Cuando yo entré a estudiar pintura para mí todo era gris. Nunca había visto un parque. El color verde recién lo conocí en el taller.

¿Los personajes de tus pinturas generan rechazo?
Mis personajes son aparentemente unos atormentados. Tengo un rollo con la imagen que las personas irradian. Es una búsqueda de integración entre forma grotesca y contenido ingenuo. Voy entre la ternura y la sordidez. Los personajes pueden ser los matones del barrio, pero cuando conversas con ellos son seres tiernos.

¿Los artistas son importantes en una ciudad como Lima?
Son importantísimos. Lima es una ciudad multifacética y multicultural, pero lamentablemente es muy apática. No despierta. El artista es el que rescata todas esas cosas que pasaban desapercibidas.

¿Qué piensas sobre la frase “el artista se muere de hambre”?
Si haces bien las cosas, el dinero va a ser una consecuencia natural. No debes desvivirte por una carrera que supuestamente te dará billete.

¿Te molesta que un cuadro tuyo termine en la sala de una casa?
Lo que haga el comprador con mi obra ya escapa de mi responsabilidad. Yo trafico con sueños.

¿Qué piensas de los artistas que hacen objetos decorativos?
Son posturas. Depende de qué tan honesto quieras ser contigo mismo. Como artista tienes que proponer situaciones. Yo odio repetirme. Un profesor me dijo: “Cuando te repitas asústate”.

¿La gente entiende tus cuadros?
Me salen con cada cosa a veces. Hacen todo un desarrollo conceptual y citan a gente muy loca. Hay otros que le atinan. Yo no impongo mi juicio. Es como un director de cine que deja un final abierto. Solamente propongo ideas.

¿El ego y el arte van de la mano?
El artista es un egocéntrico por naturaleza. Somos personajes como el viejo de la serie “El narrador de cuentos”. Damos historias a la gente.

¿Buscas la fama como artista?
No quiero fama. Quiero lo suficiente para vivir sin carencias. No quiero ser el pintor maldito que toma ajenjo en la Europa de los locos.

¿Cómo ves el panorama para los artistas de tu generación?
Todos tenemos ganas de hacer cosas, pero es difícil. Yo quedé trastornado con personajes como los Caballeros del Zodiaco o Dragon Ball, los cuales siguen su ideal hasta el final. Esa fue mi postura para continuar en la pintura. Se trata de abrazar tu sueño.

¿Qué opinas de los concursos de arte?
Piden cubos colgando del techo y eso no lo entiendo. Hay propuestas que dicen ser de posmodernismo y dicen que es lo último, pero Duchamp ya planteó todo eso hace muchos años.

¿Crees que el Estado se preocupa por el arte?
No somos una preocupación para el Estado. Cuando se acabe el ‘boom’ de la gastronomía seguramente se fijarán en los artistas.

¿Para ti qué es el arte?
No tengo idea. Estoy en eso. Trato de descubrirlo día a día. De acá a diez años seguro lo sabré.

¿Qué ayuda a tu inspiración?
Hasta lo más tonto me parece interesante. Nada es completamente desechable. Lo rebuscado y lo no rebuscado te alimenta. No es necesario ver “El topo” de Jodorowsky unas treinta veces. Me gusta, pero la inspiración está en todos lados.

¿Que sería lo peor que te podría pasar como artista?
Volverme una vedette en el arte. No quiero tener fórmulas para repetirme. Pienso que cuanto más viejo uno es debe ser más rebelde. Con más años quién te puede parar, miedo a qué le puedes tener.

FICHA
Alejandro ‘Paranga’ Hernández
Pintor

En el colegio siempre malograba las carpetas con mis dibujos. Cuando le conté a mi madre que quería ser pintor no se asustó. Pensó que tenía cierta rigurosidad. Los personajes de mis obras generan cierto rechazo. Mi arte va entre lo grotesco y lo ingenuo. Las madrugadas del Centro de Lima han influenciado mucho en mi obra. A mis 27 años siento que recién empiezo a pisar terreno firme en el arte. Del 7 al 27 de marzo presentaré mi exposición “Lázaro” en la Galería del Centro Cultural Ccori Wasi (Av. Arequipa 5198. Miraflores).

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