Parece que los únicos pendientes de que el presidente Vizcarra anuncie el futuro de la cuarentena somos los periodistas. Para el resto de mortales, que debe salir a trabajar a la calle para comer -con coronavirus o sin él-, la inmovilización social no existe más.
El intenso tráfico vehicular de ayer en la Vía de Evitamiento y otras zonas de Lima correspondían a un día común y corriente. Los buses del Metropolitano y otras líneas pasaban cargados. Las aglomeraciones de gente ya no se ven solamente en los alrededores de mercados y bancos. Lo mismo ocurre en otras partes del país ante el evidente retroceso en los controles de la policía y el ejército, pese al discurso oficial.
La cuarentena ha servido para evitar miles de muertes. Hay evidencia de sobra al respecto. Ahora la situación ha cambiado. Los especialistas consultados por El Comercio y otros medios de comunicación consideran que extender el aislamiento social, al menos de forma generalizada, no tiene sentido. Si fuera una decisión estrictamente de salud pública, probablemente tendría que mantenerse un par de semanas más porque la curva de contagios no ha caído según lo esperado. Pero hay factores económicos y hasta culturales, como apunta el doctor Elmer Huerta, que no pueden dejarse de lado.
¿Qué viene ahora? Cuidarnos. Cuidarnos mucho. Las probabilidades de una segunda ola de contagios, tan o más fuerte que la primera, son altas. Y con los hospitales colapsados, sobrevivir no dependerá solo de los médicos. Ya pasamos la etapa en que una cama UCI hacía la diferencia entre vivir o morir. Ahora es un balón de oxígeno. Mañana, sabe Dios qué puede ser.