La ex ministra Ana Jara denunció que su madre falleció porque en el hospital Rebagliati de Essalud se demoraron en trasladar a su madre a UCI bajo el pretexto de que no tenía el DNI físico. (Dante Piaggio / El Comercio)
La ex ministra Ana Jara denunció que su madre falleció porque en el hospital Rebagliati de Essalud se demoraron en trasladar a su madre a UCI bajo el pretexto de que no tenía el DNI físico. (Dante Piaggio / El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

Es difícil no sentir como propio el drama vivido por la ex primera ministra . No solo por las circunstancias que, según su testimonio, rodearon el fallecimiento de su madre, sino también porque conocemos los padecimientos que trae consigo atenderse en el sistema de salud pública del país. Los hemos sufrido en carne propia o los ha padecido un familiar o un conocido.

Pero las historias no se pueden construir bajo una sola versión, y hasta el momento la única que la mayoría conoce es la contada por la señora Jara, quien además le ha dado forma a su relato bajo la enorme carga emocional que representa perder a un ser tan cercano.

Los médicos han contado la suya. Señalan que el diagnóstico de la víctima no albergaba mayores expectativas, que su traslado desde Ica se hizo bajos circunstancias poco claras, que nunca se le negó la atención en Lima, etc. Sin embargo, cualquier cosa que puedan decir empalidece ante una frase que nos será difícil olvidar: “Demoraron en atenderla porque le pidieron su DNI”.

¿Fue realmente así? ¿Es posible tanta indolencia? ¿La burocracia puede ser tan salvaje y anteponer la presentación de un documento a la atención de un enfermo?

Quien haya pasado por una emergencia en un centro asistencial público, habitualmente hacinado y escaso de recursos, sabe que cualquier cosa, la más inverosímil, puede ocurrir. Sabe también que la atención al público ha caído en manos de los vigilantes, que sin estar preparados para ello, deben gobernar el caos que suele desencadenarse entre enfermos y malheridos, desesperados por una atención que tarda o, como relatamos aquí hace un par de semanas, a veces ni llega.

En una de sus últimas comunicaciones, la señora Jara ha señalado que será la investigación que haga Essalud la que determine qué pasó. Y así debe ser, porque además de la irreparable pérdida de su madre, hay honras y carreras que no pueden estropearse por la sombra de la duda.

Pero esto no debe quedar acá. En el Perú, lo sabemos todos, siempre pasan cosas. Y este grave problema no puede quedar en el olvido luego de que amaine esta tormenta.

El presidente de Essalud, Gabriel del Castillo, dice que la institución se encuentra en “cuidados intensivos” por falta de recursos y personal calificado. Y que ha diseñado un plan para resolver estos asuntos de manera “inmediata”.

Lamentaciones y explicaciones de este tipo las hemos leído y escuchado mil veces. Lo que no hemos visto son resultados, ni mucho menos funcionarios que rindan cuentas sobre sus actos.

Quizás estos problemas empiecen a solucionarse cuando quienes manejan estas instituciones –o aquellos que han hecho tanto por quitarle recursos como nuestros queridos congresistas– se atiendan alguna vez en uno de esos hospitales. Ahí los queremos ver.

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