Desde que inició el estado de emergencia, un grupo de haitianos tuvo que refugiarse en un local de la empresa de buses Flores Hnos. Ha pasado más de 70 días desde entonces (Foto: Alessandro Currarino).
Desde que inició el estado de emergencia, un grupo de haitianos tuvo que refugiarse en un local de la empresa de buses Flores Hnos. Ha pasado más de 70 días desde entonces (Foto: Alessandro Currarino).
/ Alessandro Currarino
María del Carmen Yrigoyen

Joseph Standó es uno de los pocos que tienen un colchón donde dormir. Lo estira por las noches delante de una vitrina donde antes una señorita vendía dulces a los clientes de la empresa de transporte interprovincial Flores Hnos, en . En el mostrador aún queda una caja de Vizzios y otra de frunas.

Joseph solo tiene ese colchón, la ropa que lleva puesta y la mochila con la que había emprendido su viaje antes de que iniciara el estado de emergencia por el brote del . Haitiano de nacimiento, abandonó su país en diciembre del 2017. Entonces Chile pintaba bien para ellos. Migró con cinco parientes.

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Cuando creían estar más o menos seguros, el nuevo coronavirus los dejó sin empleo. Joseph volvió a hacer maletas para probar suerte en Ecuador o Colombia. La idea era que él se asentara primero para que el resto de sus familiares pudiera darle el encuentro después. “Unos meses, calculaba”, cuenta.

Compró un pasaje a y estando allí subió a un bus de la empresa Flores Hnos. Eso fue el 15 de marzo. Pero la orden de inamovilidad decretada por el gobierno central obligó a que el bus se quedara guardado en el terminal de Lima. La empresa cerró el local, pero dejó que tanto él como otras decenas de haitianos que se encontraban en la misma situación pernoctaran ahí. Días después, otros haitianos que habían ingresado al Perú por la frontera con Brasil y que se encontraban también en Lima escucharon sobre esta especie de refugio sui generis y entraron. Cuando el administrador de la empresa de buses se dio cuenta, había más de setenta personas. Todas usando un mismo baño.

Desde que inició el estado de emergencia, un grupo de haitianos tuvo que refugiarse en un local de la empresa de buses Flores Hnos. Ha pasado más de 80 días desde entonces (Foto: Alessandro Currarino).
Desde que inició el estado de emergencia, un grupo de haitianos tuvo que refugiarse en un local de la empresa de buses Flores Hnos. Ha pasado más de 80 días desde entonces (Foto: Alessandro Currarino).
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Los dueños tuvieron que llamar a la Municipalidad de La Victoria para que se les buscara un lugar más digno. Intervino la Defensoría del Pueblo. A la mayoría se le logró reubicar, principalmente a las mujeres y a quienes viajaban con niños. Pero quedaron dieciséis hombres sin otra alternativa que dormir en el salón de espera de la empresa. De ellos, solo cinco saben algo de español, lo cual ha dificultado sus oportunidades de encontrar trabajo.

Durante el primer mes, algunas ONG les llevaban víveres. Ahora están casi por su cuenta.

“La situación es complicada para nosotros. Algunos extienden cartones en el suelo para poder dormir y hace frío”, dice Michel Mileus, de 35 años. “Llevamos más de dos meses durmiendo así. Quisiera tener una cama, un lugar más cómodo, al menos, hasta que se reabran las fronteras y pueda continuar mi camino”, agrega.

Michel nació y se crio en el norte de Haití, en la ciudad de Cap-Haitien. Allí trabajaba como mano de obra en el sector construcción. Pero tras el terremoto del 2010 su situación, así como la de la mayoría de sus connacionales, se complicó. En el 2013 se fue a República Dominicana. “Mi objetivo era viajar, conocer más países, encontrar un lugar mejor. Necesito llegar a un sitio donde pueda encontrar un buen trabajo, un país estable”, dice.

En República Dominicana no lo consiguió. Después de cinco años se vio obligado a volver a viajar. En setiembre del 2017 llegó a Chile. Logró que lo emplearan en construcción. Pero, así como para Joseph, todo se arruinó con la llegada del COVID–19.

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Michel trabaja ahora ofreciendo caramelos en las avenidas más cercanas a la empresa de buses: 28 de julio o Paseo de la República. “Cada uno busca su herramienta para trabajar. Algunos limpian parabrisas, desinfectan carros. Otros compramos algo para revender y tener chamba", dice señalando el paquete de caramelos de limón.

Y se lamenta: “Antes le mandaba dinero a mi mamá, a mi hermana. Ya no se puede. A veces hay dinero para el internet y converso con ellas. Hace tres semanas hablé con mi mamá por última vez. Se llama Marie Claude. Tiene 62 años. El último domingo de mayo celebramos el Día de la Madre allá. Quería enviarle algo para que coma, para que esté bien, pero...".

Desde que inició el estado de emergencia, un grupo de haitianos tuvo que refugiarse en un local de la empresa de buses Flores Hnos. Ha pasado más de 70 días desde entonces (Foto: Alessandro Currarino).
Desde que inició el estado de emergencia, un grupo de haitianos tuvo que refugiarse en un local de la empresa de buses Flores Hnos. Ha pasado más de 70 días desde entonces (Foto: Alessandro Currarino).
/ Alessandro Currarino

Normalmente, el grupo hace colectas para cocinar. Ha conseguido unas hornillas a gas y un juego de ollas viejas que, a falta de una verdadera cocina, ha colocado en el patio de maniobras de los vehículos.

A pocos metros hay una balanza que la empresa usa para pesar las encomiendas. Los refugiados en Flores también la usan para controlar, su salud.

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Sin horizonte

Para el experto internacionalista Farid Kahatt, la migración de los haitianos, en general, se puede comprender mejor por los “factores de expulsión”, que por un sentido de atracción hacia otros países. “Haití es el país más pobre de América, con características del África subsahariana, la región más pobre del mundo. Es un país con una suerte tan desdichada que es más fácil entender por qué quieren irse que buscar comprender adónde quieren ir”, explica.

La última década ha estado marcada por una serie de eventos y coyunturas desafortunados para el país. En el 2010, Haití sufrió “el terremoto más mortífero en la historia del continente americano”, recuerda el especialista. Murieron casi 316.000 personas y un millón y medio resultaron damnificadas. Seis años después, el huracán Matthew hizo lo suyo: otros 573 muertos y dos millones de damnificados. Arrasó con los cultivos y dejó al país en una crisis alimentaria que, de acuerdo con el Observatorio de Derechos Humanos (), afectó a un tercio de la población.

Venel Saint Fleure vivió en Chile desde octubre del 2017 hasta marzo de este año. Trabajaba en construcción y con eso le enviaba dinero a su familia en Puerto Príncipe. "Soy bueno con el ladrillo", dice  (Foto: Alessandro Currarino/El Comercio).
Venel Saint Fleure vivió en Chile desde octubre del 2017 hasta marzo de este año. Trabajaba en construcción y con eso le enviaba dinero a su familia en Puerto Príncipe. "Soy bueno con el ladrillo", dice (Foto: Alessandro Currarino/El Comercio).

A eso hay que sumarle la crisis económica debido al —más reciente― cese del subsidio petrolero por parte de Venezuela y las sucesivas crisis políticas que ha afrontado el país.

Según la ONU, todo esto motivó una ola migratoria. Al principio, explica Kahatt, estuvo dirigida hacia los Estados Unidos. Sin embargo, ya hace unos años que se despidieron del sueño americano. “Solían ir por una cercanía geográfica. Pero desde que llegó a la presidencia el trato a los migrantes se volvió hostil”, indica.

La opción obvia para muchos sería República Dominicana, un país bastante próspero con el que Haití comparte la isla. “Pero República Dominicana no es tan receptiva y el racismo contra los haitianos es constante. Recuerdo que a un candidato a la presidencia, que era afrodescendiente, le hicieron una campaña en su contra basada en que tenía antepasados haitianos”, dice el experto.

Joseph Standó habla un poco de español. Hasta inicios de marzo vivía en Chile con otros cinco parientes, pero decidió migrar en busca de mejores trabajos (Foto: Alessandro Currarino).
Joseph Standó habla un poco de español. Hasta inicios de marzo vivía en Chile con otros cinco parientes, pero decidió migrar en busca de mejores trabajos (Foto: Alessandro Currarino).
/ Alessandro Currarino

De acuerdo con el Observatorio de Derechos Humanos, 135 mil haitianos o descendientes de haitianos tuvieron que abandonar República Dominicana entre el 2015 y el 2016 luego de que se decretara un plan de regularización de ciudadanos extranjeros, que acabo con el exilio de muchos de ellos. Otros huyeron por temor. “Muchas deportaciones no cumplieron con estándares internacionales, y numerosas personas han sido expulsadas en deportaciones sumarias y arbitrarias, sin ningún tipo de audiencia”, informó la institución en el reporte mundial que elaboró para el 2017.

Tal vez por eso se hayan volcado hacia el sur. Pero elegir un destino es siempre complicado. Kahatt señala que no hay una cultura compartida con otras naciones y existe una barrera lingüística. Salvo la Guyana Francesa, no hay países francófonos en América Central ni en Sudamérica.

El pasado 16 de marzo, cuando inició la cuarentena, había otros 60 haitianos en estado de vulnerabilidad en Tacna. El grupo tuvo que ser refugiado en el estadio Jorge Basadre, del Instituto Peruano del Deporte. Permanecíó allí hasta la cuarta semana de mayo.

Más datos

  • Para el 2017, año en el que buena parte de los haitianos que hoy viven en el terminal de buses de la empresa Flores Hnos iniciaron su éxodo, el analfabetismo en ese país estaba muy extendido.
  • El Observatorio de Derechos Humanos calculaba que había 200.000 menores no escolarizados y que aproximadamente uno de cada dos haitianos mayores de 15 años era analfabeto.
  • También que había entre 225.000 y 300.000 niños trabajando como empleados domésticos o restavèks, expuestos a la explotación laboral, el abuso físico y sexual, y a la vulneración de su derecho a la educación.
  • La epidemia del cólera ha sido otro flagelo en Haití. Entre el 2012 y el 2017, casi 780.000 ciudadanos se infectaron y 9.300 fallecieron. El huracán Matthew agudizó el problema.

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