Si no ocurre algo extraordinario, la presentación de hoy del ministro del Interior, Jorge Montoya, ante la Comisión de Fiscalización del Congreso, será uno de sus últimos actos al frente de esa cartera.
Las imágenes sobre lo acontecido en la discoteca Thomas Restobar, reveladas en América Televisión, muestran que la policía no dijo la verdad sobre lo que ocurrió la noche del 22 de agosto. En contra de la versión que se dio tras la tragedia, y que el ministro refrendó, la puerta del centro nocturno estaba cerrada y bajo custodia de un efectivo, antes de que se produjera el tumulto en la escalera que provocó las muertes.
Gracias a los peritos de la fiscalía, estas imágenes pudieron ser recuperadas, ya que un misterioso personaje –al parecer allegado al cuerpo policial- habría intentado desaparecerlas, según el programa “Cuarto Poder”.
¿El señor Montoya fue inducido al error? Es posible. Pero si un ministro puede ser engañado de esa manera, sobra decir que su autoridad está resquebrajada y en esas condiciones no puede seguir en el cargo un minuto más.
No olvidemos, además, lo más importante: trece personas murieron. Y más allá de las consideraciones penales que la justicia determinará, existe una responsabilidad política que el ministro del Interior debe asumir.
Todo indica que no solo habría habido torpeza en el manejo del operativo, sino también corrupción. Esto no se resuelve cambiando de puestos a los responsables, hace falta una depuración profunda que ataque de raíz la pobredumbre que carcome al cuerpo policial. Solo de esa manera podrá recuperar la confianza de la gente, la verdadera razón de su existencia.