Fue tan confuso el mensaje del presidente Vizcarra que solo después de que le soplaron que no estaba siendo claro, pronunció la palabra mágica que, vaya usted a saber por qué, no se había atrevido a decir hasta ese momento: cuarentena.
Cuando debía ser más claro y señalar con precisión las medidas tomadas por el Gobierno, prefirió irse por las ramas. El efecto comunicacional ha sido devastador: el mensaje central ha quedado cubierto por una maleza de memes y la confianza en su liderazgo ha sido herida.
¿Tiene sentido extender una cuarentena que de hecho no se cumple? ¿No hubiese sido mejor, como han señalado diversos especialistas en salud pública, decretar medidas de aislamiento focalizadas por edades (adultos mayores) o circunscripciones en función de los contagios?
A pesar del mea culpa que hizo, la estrategia de control de la enfermedad no parece ir de la mano con lo que sucede en la realidad. Y los anuncios sobre la necesidad de duplicar el número de camas hospitalarias y UCI en las próximas semanas dejan entrever que la famosa meseta de la que habló días atrás, fue apenas un arrebato optimista, imperdonable más allá de sus buenas intenciones.
“El coronavirus está marcando un antes y después en la historia del Perú y el mundo”, dijo también en otro momento de su pronunciamiento. Es, justamente por ello, que los mensajes no deben dejar duda. ¡Lo importante que hubiese sido una conferencia de prensa abierta, con posibilidad de repreguntas!
En un momento tan delicado no se pueden cometer esos errores. Presidente, no deje que se le escape el timón.