Más de siete millones de personas se desplazaron en Lima para poder realizar su voto durante estas elecciones regionales y municipales 2022. La movilización en masas generó que diversos vendedores apostaran por dirigirse a las afueras de los locales de votación más concurridos para generar ingresos seguros. En promedio, se proyectaron a ganar hasta más de 500 soles antes de las 5 de la tarde, hora del cierre de los centros de sufragio. El Comercio se movilizó por diversos puntos de la ciudad para registrar las historias detrás de estos personajes tan comunes durante las jornadas electorales que siempre tienen algo que contar.
Pollo broster, arroz chaufa, aeropuerto e hígado frito con yuca fueron los platos que se pudieron encontrar en el puesto rodante de Jenny. Desde hace dos años inició con su venta de comida con una rutina nómada por la ciudad. Un día puede estar vendiendo en su barrio de San Juan de Miraflores y al otro, en plenas elecciones municipales y regionales, en la puerta número tres de la Universidad Nacional de Ingeniería del Rímac.
Usualmente sus platos cuestan entre S/ 4 y S/ 5, pero cuando sube la demanda, lo hacen también los precios. Hoy salió desde su casa a las 3 am para alistar todo: papas peladas y cortadas; ensalada fresca de lechuga con tomate y carnes. Llegó a la universidad que funcionó como centro de votación, proyectada a vender aproximadamente 60 platos a S/ 10 cada uno. En un escenario positivo, a las 5 de la tarde habrá regresado a casa con S/ 600.
“Lleva tu lapicero a un solsito y asegura que no borren tu voto. Hay algunos que despintan”, gritaba Jaime ofreciendo sus artículos a todos los electores que se dirigían a la puerta principal del emblemático colegio Guadalupe del Centro de Lima. Desde hace 15 años la Av. Alfonso Ugarte se ha vuelto su puesto de trabajo, su espacio esencial para poder alcanzar los aproximadamente S/ 80 diarios que genera vendiendo diversas cosas, principalmente mascarillas por estas épocas donde el Covid-19 aún abunda.
“Aquí no te cobran cupo si te estás moviendo, pero ya es diferente si tienes un puesto”, agrega. La calle está lotizada, no solo en la avenida que diariamente camina Jaime, sino gran parte de Lima Centro donde el comercio ambulatorio parece haberle ganado terreno y poder a la fiscalización municipal. Hoy él se proyectó ganar 300 soles vendiendo todos sus lapiceros y mascarillas.
A unas cuadras del emblemático colegio Guadalupe, en Plaza Bolognesi, César resguarda su mercadería. Hoy hubo más flujo de personas que lo habitual. A las 2:30 de la tarde aún no había alcanzado la meta de generar S/ 100 diario. “Las ventas han bajado”, asiente. Tiene 73 años y es consciente de que su trabajo es informal, de hecho, sabe que muchas personas de su edad solo disfrutan de su pensión, pero a él le toca seguir trabajando para vivir. “Esto se hace por necesidad”, repite mirando lo profundo de la plaza.
A los 13 años perdió la pierna izquierda tratando de cruzar por las rieles del antiguo tranvía que cruzaba Lima, con más de 6 décadas sin ella cuenta muy lúcido que jamás fue un impedimento para dejar de trabajar, producir. Durante varios años se dedicó únicamente a sembrar diversas semillas en Chimbote, pero hoy solo vende objetos que compra en la misma calle a diversas personas que llegan a ofrecer sus pertenencias por el desuso o en busca de unos cuantos soles. La vida parece haber sido dura con César, pero a pesar de todo él sigue siendo positivo con su destino.
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