Las mujeres que vencieron las huellas de la violencia

Carmen Marcos tiene 45 años y 15 de ellos los pasó escondiendo el lado izquierdo de su rostro con su cabello o con maquillaje. Su ex pareja la atacó con el pico de una botella, después de que ella decidiera terminar con la relación.

Nadie la auxilió cuando era atacada, a pocas cuadras de su casa. El agresor la dejó tirada en la calle, ensangrentada, y ella no recuerda cómo llegó al hospital. Al despertar, estaba internada en el Cayetano Heredia.

Cuando Carmen cobró fuerza y decidió mirar sus heridas, se desmoralizó. Entró en shock. Tenía cortes entre la sien y la mandíbula, algunos de ellos de un poco más de 10 centímetros. También sufrió heridas en la espalda, brazos y piernas.

Su ex pareja fue recluida en un penal por unos seis meses y ella no pudo seguir con el proceso legal porque se sintió intimidada y desprotegida. Cuando ocurrió la agresión, el sujeto tenía una orden de alejamiento y Carmen ya lo había denunciado en reiteradas ocasiones por violencia física.

Con el paso del tiempo y según cuenta ella misma, dejó de verse con lástima y priorizó el bienestar de sus cuatro hijos. “Llegué a pensar que se habían truncado todos mis planes y metas”, dice.

Para Eliana Revollar, adjunta para los Derechos de la Mujer de la Defensoría del Pueblo, es importante que después de la agresión se dé una atención especializada para que las mujeres puedan recuperarse de manera interna y externa. “Este tipo de violencia tiene un impacto en las condiciones laborales, académicas, sociales, culturales”, enfatiza Revollar.

Carmen estuvo en tratamiento psicológico durante varios años no solo para curarse, sino también para poder explicarles a sus hijos por qué tenía esas huellas en el rostro y por qué siempre se ocultaba.

Hace unos cuatro meses, Carmen pudo acceder a una cirugía reconstructiva gratuita. Le tomará un año aproximadamente atenuar las huellas que tiene en su rostro debido a la profundidad de los cortes. “Mirarme al espejo era una lucha constante. Ahora tengo la opción de olvidar y volver a empezar”, dice Carmen.

Así como Carmen, otras cinco mujeres lograron recuperar su proyecto de vida gracias a un convenio entre el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán y la ONG Cabani Salud. El acuerdo tendrá dos años de duración, con posibilidad de renovarse, y se firmó a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en noviembre del año pasado.

Ahora Carmen ha dejado de tapar su rostro y usa blusas que permiten ver sus brazos. Ya no le angustian tanto las miradas, críticas o burlas. “No guardo rencor. He aprendido a enfrentar el día a día”, enfatiza.

—Nueva oportunidad—
Paola Toledo también fue desfigurada. Su pareja la agredió hace cuatro años porque bailó con su primo. A ella también le rompieron una botella en la cabeza y le dejaron una cicatriz de 18 centímetros en el rostro.

“Cada vez que te mires al espejo te vas a acordar de mí”, fue lo último que le dijo el cobarde que la agredió. Los dos primeros años ella no salió de su casa.

Paola tiene piel queloide y siguió un tratamiento especial para evitar que su rostro se deformara por las heridas. Ella nunca recibió tratamiento psicológico y todo el proceso legal lo costeó ella misma. El sujeto fue condenado a seis años de prisión y le debe pagar una reparación civil de S/2 mil.

La psiquiatra Marta Rondón explica que este tipo de agresiones son una manifestación de la desigualdad dentro de la sociedad peruana. “Las mujeres víctimas de violencia deben recibir ayuda para volver a ser las mismas que eran antes, personas íntegras, felices, con buena salud mental y física”, explica.

Para Paola, la cirugía reconstructiva fue un golpe de suerte y cada vez que habla de la operación dice que es parte de una prueba que tarde o temprano iba a tener que afrontar.

Cuatro años después y con una mejora considerable, tanto física como emocionalmente, se ha propuesto estudiar terapia física y rehabilitación. “Considero que me he vuelto una persona más fuerte”, señala Paola.

Lee también...