José Miguel Castro. (Foto: Alessandro Currarino/GEC)
José Miguel Castro. (Foto: Alessandro Currarino/GEC)
Pedro Ortiz Bisso

Entre la escasez de oxígeno y el explosivo round entre la contraloría y las clínicas, un bombazo: José Miguel Castro, quien fuera brazo derecho de la exalcaldesa Susana Villarán, se acogió a la colaboración eficaz.

La lealtad de Castro hacia Villarán parecía hecha de acero. No obstante, ya en julio del año pasado intentó convertirse en colaborador eficaz, cuando llevaba algunas semanas detenido en el penal Miguel Castro Castro. Un par de semanas atrás, un juez le concedió el arresto domiciliario ante el alto peligro de ser contagiado con el COVID-19 en prisión.

Castro ya empezó a hablar: por lo pronto, ha involucrado al expresidente Pedro Pablo Kuczynski y a la empresa Westfield en el caso Rutas de Lima. Según dijo, tuvieron participación en la firma de una adenda al contrato para aumentar las inversiones en las rutas concesionadas, las que se financiarían con el incremento de la tarifa del peaje.

Aunque el fiscal Juan Domingo Pérez ha indicado que las declaraciones de Castro permiten que se vaya “esclareciendo el panorama”, restan conocer los detalles de los aportes que habría pedido a Odebrecht para las campañas contra la revocatoria de la entonces alcaldesa.

En el 2014, cuando Castro fue cuestionado por su gestión en la Caja Metropolitana de Lima, Villarán escribió: “La náusea que me produce quienes quieren manchar la honra de personas honestas como José Miguel Castro”.

Con este nuevo giro, suena difícil que siga pensando lo mismo de quien en su momento fue su más cercano colaborador.

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