Mi papá tenía un Fiat 600 blanco, liliputiense, que usábamos los fines de semana de verano para ir a Agua dulce o La Herradura. Además de que solía recalentarse cada cierto tiempo –lo que se convirtió en una costumbre que aceptábamos con resignación-, recuerdo que tenía pegada en el parabrisas una calcomanía blanca, redonda, con una inscripción muy popular en esos tiempos: Ahorro es progreso.
Era 1974 y la crisis del petróleo había cogido al mundo, y por ende al gobierno revolucionario de las fuerzas armadas, con los pantalones abajo. La orden era ahorrar combustible y para ello se decidió restringir el tránsito vehicular: quienes llevaran la calcomanía blanca podían circular los lunes y miércoles; los que tuvieran la roja, los martes y jueves. De viernes a domingo no había restricciones.
Ese es el antecedente más cercano que recuerdo de la medida anunciada ayer por el presidente Vizcarra. Si desde hace dos semanas parecía que vivíamos en una de esas películas distópicas, desoladoras y desesperantes, que hemos visto tantas veces en el cine, luego de esta nueva restricción (varones y mujeres no podremos circular los mismos días de la semana), falta poco para que nos encontremos a Will Smith en la Javier Prado tratando de encontrar comida, como su personaje en “Soy leyenda”.
El mandatario ha explicado que esta restricción se debe a la necesidad de dar un ‘segundo martillazo’ a la curva y reducir el número de contagiados. Lo que no ha dicho es que detrás del endurecimiento del aislamiento, hay otra razón de mayor peso: el subregistro. Como no se ha testeado masivamente porque la cantidad de pruebas con que cuenta el Minsa no es suficiente, se estima que el número de contagiados es mucho mayor al que revela el presidente en sus conferencias de prensa del mediodía. Así lo señala el doctor Ciro Maguiña, vicedecano del Colegio Médico del Perú, y lo dejó entrever el ministro de salud, Víctor Zamora, en su entrevista con IDL reporteros. Recluirse en casa y esperar suena más fácil decirlo que hacerlo, dadas las conocidas complejidades de nuestro país.
Se vienen, pues, días duros. Nuestro precario sistema de salud difícilmente podrá sostener el aumento de casos que se vislumbra –muchos de ellos graves-, mientras la presión social crece, alimentada por la parálisis de la economía.
La clave, por estos días, es una sola palabra: resistir.