(Foto: Jorge Malpartida Tabuchi / El Comercio)
(Foto: Jorge Malpartida Tabuchi / El Comercio)
Jorge Malpartida Tabuchi

En la fábrica de Barcelona (España) en donde se construyen los 20 nuevos trenes que serán utilizados para ampliar el servicio de la Línea 1 del Metro de Lima, trabajan dos peruanos.

Uno de ellos es Esteban Mallqui, natural de la provincia de Pacasmayo en La Libertad, quien llegó a España en 2004. Desde hace dos años labora en la sección de mecanizados de la factoría de trenes de Alstom. Desde su puesto, procesa las piezas de metal y aluminio antes de que sean soldadas y montadas para dar forma a la estructura de los nuevos vehículos que comenzarán a llegar a fines de este mes.

“Para mí es un orgullo formar parte de la cadena de producción de los nuevos trenes de Lima”, dice Esteban, quien pese a que tiene familiares viviendo en la capital, aún no ha utilizado este servicio de transporte masivo.

“Me encantaría tomar el tren en Gamarra en la época de Navidad. He visto videos en Youtube de las estaciones abarrotadas y me parece emocionante hacer ese recorrido”, cuenta sonriente.

Para Esteban hacer ese viaje también le serviría para recordar los años en los que laboraba por esos sectores de La Victoria. Durante seis años vendió bicicletas en la avenida Grau y cada semana iba a emporios cercanos a Gamarra para buscar repuestos y piezas.

A los 26 años cruzó 'el gran charco' y en vez de armar bicicletas, comenzó a construir trenes que funcionan a electricidad.

- Desde Los Olivos - 
Roxana Espinoza también es mecánica industrial en la fábrica de trenes de Barcelona. Esta mujer, natural del distrito de Los Olivos, llegó hace una década a Barcelona luego de casarse con un ciudadano  español. “Cada pieza que elaboro es mi colaboración para que mi país se empiece a modernizar en el transporte”, dice Espinoza.

Ella todavía recuerda los autobuses y combis que tomaba en Lima para llegar a sus anteriores trabajos. También tiene en su memoria el caos que creaban en las calles los cobradores y choferes que peleaban por recoger pasajeros en las avenidas. Sin embargo, en sus años en Barcelona, ella ya se ha acostumbrado a los horarios fijos del servicio del metro de la ciudad.

“Todo funciona muy ordenado, no viajas apretado casi nunca y durante el verano puedes respirar tranquila”, dice Roxana.

La próxima vez que viaje a Lima ella espera poder subirse a uno de los trenes que ayudó a construir y ver desde la ventana la ciudad que aún tiene presente en su corazón.

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