Alcalde Jorge Muñoz expuso los avances de su gestión. Destacó los trabajos de reordenamiento y contra el comercio informal y adelantó una serie de obras. (Foto: Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Alcalde Jorge Muñoz expuso los avances de su gestión. Destacó los trabajos de reordenamiento y contra el comercio informal y adelantó una serie de obras. (Foto: Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

A ojos de la ciudadanía, se ha posicionado como un alcalde que no tiene miedo de tomar decisiones y de enfrentarse a las mafias que han hecho de La Victoria un distrito casi fallido. La recuperación de ha hecho saltar su popularidad a niveles estratosféricos. En las redes sociales, los usuarios le dedican cariñosos memes pidiendo símiles que le den orden a sus vidas. En menos de tres meses se ha convertido en una de las autoridades más respetadas del país.

¿Y ? ¿Por qué no despierta el mismo entusiasmo?
A pesar de la sensación de parálisis o de “más de lo mismo” que advierten algunos analistas, el alcalde de Lima mantiene una alta aprobación si nos guiamos por el 62% que señala la última encuesta de Datum. Es un leve repunte tras dos meses de caídas, luego del espectacular 70% con que inició su labor. 



El recuento de sus 100 primeros días tiene varios puntos altos. En primer lugar –y no es un detalle menor– habla. Da la cara. Y no lo hace solo como un gesto. Abrió al público las sesiones de concejo y presenta balances periódicos sobre su trabajo.

Ha conseguido dinero para culminar el Metropolitano, obra aún en etapa de preoperación, pese a que entró en servicio hace casi nueve años. El Banco Mundial prestará los 380 millones de soles que se necesitan para construir los 10,2 kilómetros de vía hasta Carabayllo.
Le ha puesto el acelerador a algunas obras que encontró en camino como el viaducto de Armendáriz. Además, persiste en su idea de construir dos teleféricos, uno en Lima norte y otro en El Agustino, aunque a la fecha siga sin conseguir cómo financiarlos.

Y pese al reclamo de quienes creen que los autos son los dueños de la ciudad, ha iniciado la peatonalización del Centro del Lima, un proyecto que fue dejado de lado hace varios años.

Un bache de regulares proporciones ha sido resucitar la Vía Expresa Sur, un proyecto controversial por la presencia de Graña y Montero, cuestionada por la participación de sus propietarios en el Caso Odebrecht. Y que se construya con lo que se obtenga a través del peaje, una modalidad a la baja por la manera abusiva como fue utilizada en otros proyectos.

Estas y otras iniciativas, sin embargo, dejan la impresión de no ser parte de un todo integrado. Más que un plan integral, pareciera que detrás de estos proyectos solo existieran buenas intenciones. 

Sigue faltando, además, una idea fuerza, un proyecto emblemático que posicione la gestión y marque su derrotero. ¿Dónde podría encontrarlo? Metiéndole el diente a los problemas centrales de Lima y que hasta el momento solo ha visto de reojo: la reforma del transporte y la inseguridad ciudadana.

El Metropolitano o los teleféricos son apenas paliativos si coasters como la ‘bestia’ siguen desplazándose impunemente y el caos continúa gobernando la ciudad. Trabajar de la mano de la nueva Autoridad de Transporte Urbano es una obligación ineludible.

Lo mismo necesita hacer con la policía para empezar a recuperar los espacios perdidos ante la delincuencia. El municipio no puede desentenderse de la responsabilidad que le concierne.
Muñoz no es Forsyth. Y eso no está mal. Pero si en algo requiere parecérsele es en estar dispuesto a tomar decisiones difíciles para emprender las grandes reformas que Lima necesita. 

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