Gladys Pereyra Colchado

“Si no nos mata el covid, nos mata el olor”. Roxanita Rengifo no tiene agua potable, su hija de 3 años sufrió varios meses de dermatitis por exposición a aguas servidas, su bebé de 6 meses ha empezado a mostrar sarpullido en el rostro, al negocio de su familia le robaron cuando trataban de limpiar el último aniego que inundó su casa y vive con el constante temor de que el colector de desagüe ubicado al frente vuelva a colapsar. Ya ha pasado al menos cuatro veces en los últimos dos años y medio, reclama. Pero lo que la supera es ese olor nauseabundo que inunda todo cada mañana a las 10 a.m., cuando un hidrojet bombea la materia fecal de la tubería en reparación desde hace más de dos años. No puede comer, dormir, vivir tranquila.