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Perú vs. Australia: toda la emoción en Lima por el último partido peruano

Las campanas de la catedral dieron las 9 a.m. y apenas un octavo de la Plaza de Armas estaba cubierto de hinchas. Sin embargo, el grupo de incondicionales llevaba ya una hora asegurándose un sitio cerca de la pantalla gigante.

A los 17 minutos, André Carrillo hizo el milagro. La plaza saltó y gritó el gol, una euforia que en los dos partidos previos los peruanos habían tenido que reprimir. Al poco rato se había triplicado el número de hinchas viendo el encuentro en el Centro de Lima.

Unas lágrimas le salieron a José Raúl Arce Silva, de 71 años, que se había pegado varias banderitas en la cara y llevaba puesta una peluca bicolor. “He visto varios mundiales, pero este es uno de los que me ha llenado de más gloria”, dijo. A su lado, un muchacho sostenía unas pinturas de Paolo Guerrero, Edison Flores y Pedro Gallese. “Las hice esta madrugada”, contó.

Luego, vinieron unos cuantos sustos, que fueron calmados por Pedro Gallese. Algunas uñas fueron mordisqueadas antes de que acabase el primer tiempo. En el público, una mujer hizo ‘contra’ cada vez que los australianos se acercaban al arco peruano. Murmuró conjuros y celebró cuando el árbitro llamó al entretiempo.

—Hasta el final—
En la plaza ya no cabía más gente cuando, a los cuatro minutos del segundo tiempo, anotó Paolo Guerrero. Miles de retazos de papel periódico volaron por los aires cual pica pica mientras un par de niños, pelota en mano, se colaba al área reservada para la prensa.

Perú no participaba en un Mundial desde España 82 y en ese torneo no tuvo ninguna victoria. La última vez que ganamos fue hace 40 años, contra Irán en Argentina 78 (4-1).

A los 95 minutos el árbitro tocó el silbato. Los hinchas se abrazaron. Extendieron una bandera de 20 metros de ancho. Para Perú había terminado el Mundial. Aun así, nadie se movió de la plaza por más de 15 minutos.

La gente se quedó a ver las repeticiones de los dos goles. Luego, un grupo recorrió el Jirón de la Unión. Los bombos y las vuvuzelas sonaron en varias cuadras. Nadie en ese lugar se sentía perdedor. 

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