MDN
Suicidios: 3,6% de adolescentes lo intentaron en Lima y Callao - 2
Oscar Paz Campuzano

Los dos nietos de Gloria Chávez Rodríguez han intentado suicidarse varias veces. Uno –de 12 años– tragaba vidrios; el otro –de 8– intentó ahorcarse con una soga. Este año, el menor se escapó del colegio y lo hallaron sin ropa frente al mar, a punto de meterse al agua. El mayor ya sanó; pero, según el diagnóstico del neuropediatra Carlo Botto, del hospital Alcides Carrión, en el más pequeño persiste un grave trastorno de ansiedad, una de las enfermedades mentales más comunes entre los limeños.

Los tres viven en la cuadra 8 del jirón Contraalmirante Villar, en la entrada a los Barracones del Callao. Duermen en una habitación de madera de 4 m2, que ocupa la vereda y la pista. Hacen sus necesidades en baldes y los guardan bajo la cama. En ese mismo espacio comen, ven televisión y acopian botellas de plástico para venderlas.

La última balacera que se escuchó en esa calle fue en abril y Gloria Chávez piensa que ese lugar ya no es tan peligroso como antes. Más que a la delincuencia, esta mujer de 59 años tiene miedo de lo que puede ser capaz el menor de sus nietos. Hace solo semanas, se lanzó de un auto en movimiento.

RIESGO SUICIDA
El 25,9% de adolescentes ha tenido alguna vez en su vida deseos de morir, según la última investigación hecha en Lima y Callao, en el 2012. De los adolescentes entrevistados, el 4,9% tuvo planes concretos para suicidarse y el 3,6% lo intentó. [Ver detalles del estudio en la pieza anexa].

Cinco años antes de ese último reporte, el porcentaje de menores con riesgo suicida era 7 puntos más bajo, de acuerdo con un estudio que también hizo el Instituto Nacional de Salud Mental (INSM). En el 2012, los problemas con los padres fueron la principal motivación (59%) y cortarse las venas fue la forma más común de buscar la muerte (39%).

(El Comercio)

Esos números –pese a ser de hace cuatro años– son la mejor referencia que existe sobre las enfermedades mentales en la capital. En los centros médicos públicos no hay números tan claros sobre los niños y adolescentes que intentan quitarse la vida.

El último caso de intento de suicidio registrado en los archivos de la Dirección Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa) data del 2014.

Fanny Carbajal, psiquiatra del INSM, atiende a uno o dos adolescentes con ideas suicidas al mes. “Somos ocho psiquiatras y cada uno ve ocho pacientes diarios. De ellos, unos seis son adolescentes y tres llegan con patologías depresivas”, cuenta a partir de lo que ve a diario en su consultorio.

Hilda Serpa, jefa del Departamento de Psiquiatría del Instituto Nacional del Niño de Breña, dice que al año reciben de 20 a 25 casos. “No tenemos el dato exacto, pero cada vez es más frecuente y a edades más tempranas. Hemos visto intentos de suicidio de niños de 8 años”, afirma Serpa.

Carbajal explica que “el adolescente atraviesa por un momento vulnerable de su desarrollo, porque afronta muchos cambios físicos, emocionales y cognitivos”, y eso lo puede llevar al suicidio si los factores sociales se mezclan con el consumo de drogas o factores biológicos.

LAS FALLAS DEL SISTEMA
Para enfrentar el riesgo suicida y otros problemas de salud mental, Lima tiene muchas limitaciones, pese a que concentra el 69% del presupuesto que el Minsa destina para el sector. 

De ahí salen números tan dispares como estos: la inversión per cápita por cada limeño –30 soles– es más del doble de lo que se invierte por cada peruano –11 soles–. Es porque casi todos los recursos se destinan a la operación de tres centros psiquiátricos del Minsa: hospital Víctor Larco Herrera (Magdalena), INSM Honorio Delgado-Hideyo Noguchi (San Martín de Porres) y hospital Hermilio Valdizán (Santa Anita).

Para los 30 millones de peruanos hay 800 psiquiatras. Una división simple revela que hay dos especialistas por cada 100 mil habitantes. Y para cada limeño hay cuatro. Igual, son solo referencias. La realidad termina siendo más chocante: de los 800 psiquiatras, 602 están en Lima Metropolitana, 21 en el Callao. La diferencia está distribuida en el resto del país.

Yuri Cutipe, titular de la Dirección Nacional de Salud Mental del Minsa, opina que los problemas del sistema son de descentralización, un fenómeno que deja desatendidas a las regiones, pero también a muchas zonas de la misma capital.

En 10 años, Brasil construyó 2.300 centros de atención psicosocial, unos espacios de atención primaria, con psiquiatras, psicólogos, terapeutas. Los casos más complejos se derivan a los hospitales especializados. Por cada 100 mil brasileños, hay uno de estos centros.

En el país se llaman centros de salud mental comunitarios y recién comenzaron a abrirse desde junio del 2015. Ya hay 23. De esos, ocho están en Lima distribuidos en Villa María del Triunfo, San Juan de Lurigancho, Puente Piedra, Callao y Carabayllo. “Para los 10 millones de limeños necesitamos 70”, explicó Cutipe. La capital solo ha cubierto el 10% de lo que demanda.

Contenido sugerido

Contenido GEC