ROLLY REYNA
Texto y fotos

Los diarios de ese día no publicaron nada. Era 1960. En Tambillo, a la altura de Canta, no había televisión y los diarios no llegaban. Pocos en ese pueblo supieron lo que pasó.

Norma tenía 3 años. El rayo cayó sobre su casa y el techo en llamas la aplastó a ella y a su abuela. La anciana murió y ella estuvo a punto de correr el mismo destino.

Su padre llegó a emergencia y se la puso en los brazos de una enfermera del Hospital del Niño. Los doctores que la recibieron hicieron todo para salvarla. Su padre salió corriendo del hospital como si fuera a apagar otro incendio. Nunca más regresó por ella. La abandonó.

De regreso a su pueblo le dijo a su esposa que la niña murió. Se separaron. Ambos la enterraron en su mente. 

Los doctores la llamaron Susana porque “había que identificarla de alguna manera”. Susana balbuceaba algo como: “susa”, “sus”, “susan”. Terminó siendo Susana Garotte Baldeón. Hoy tiene 59 años.

Con ese nombre la identificaron en el hospital, con ese mismo nombre fue al colegio, los cuadernos corrían por cuenta de enfermeras y doctores. También los cumpleaños celebrados y los asaltos de tristeza fueron compartidos entre camillas, medicinas y pasillos. Así, entre operaciones y terapias, el único temor era cumplir 15, pues entonces tendría que salir de su refugio.

Susana cumplió 15 años en Holanda con otra operación. “Fueron los mejores años dentro de todo la malo que me sucedió, acá me salvaron la vida, me protegieron, me dieron amor”, dice.

Para el año 1984, Susana entró a trabajar al Hospital del Niño, en el área de quemados. Su labor era de apoyo y fue gratificante para muchos padres que vivían dramas parecidos. Se acercaba a los niños con cariño y paciencia única. Total, gran parte de su vida la había pasado ahí como paciente.

Por esos años se dedicó a investigar sobre su origen. Quería saber quiénes eran sus padres. Viajó a su pueblo y encontró a su madre que, para su sorpresa, se llamaba Susana. Fue ella quien, después de hablar un rato, la envió a su padre. Ambos la recibieron de manera indiferente. En el paradero se enteró de que tenía 15 hermanos más. Anotó los nombres de algunos: Olinda, Miriam, Juan, Samuel, Julio, Micaela, Dionisia, Isabel, Yata, Frudencia, China, Mario.

Por ellos volvió a su pueblo muchas veces. En ese mismo paradero conoció a su pareja y padre de su hija, Susan, quien ya ha terminado sus estudios de Medicina.

El Hospital del Niño acaba de cumplir 87 años, y para Susana no es un día cualquiera: está fue su casa de niña y de adulta. Aquí le salvaron la vida y aquí le dieron trabajo. 

A Susana Garotte todo este tiempo le dolió más las heridas del abandono que las llamas que le dejaron huellas en la piel. A Susana le quemaron el alma pero fue en este Hospital, con cada persona que trabaja aquí, que la volvieron a la vida, “que ya eso es pasado”, dice, y sonríe para las cámaras de El Comercio. Esta es su historia. Que lo sepan todos, es noticia y está viva.

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