“Es como si Hollywood hubiera hecho una película sobre el triunfante papel del ‘Times’ en Watergate”.Sí, hay gente a la que no le gusta “The Post”, la película de Steven Spielberg.
La cita le pertenece a James C. Goodale, quien se desempeñaba como abogado interno de “The New York Times” en 1971, cuando ese diario publicó los papeles del Pentágono, los documentos que mostraban las mentiras del Gobierno Estadounidense durante la guerra de Vietnam.
El filme no obvia lo que sucedió: que el “Times” tuvo la primicia. Lo que le ha molestado a la ‘Dama Gris’ es que su papel se minimice y la trama se centre en las peripecias de la dueña de “The Washington Post”, Kay Graham, y sus periodistas para tomar el testimonio y seguir publicando.
Pero más allá de los celos y las licencias propias de una producción cinematográfica, “The Post” es una maravillosa recreación de un momento complicado, que requirió de parte de sus protagonistas altas dosis de valentía y responsabilidad para no rehuir al papel del periodismo con la sociedad: servir a la gente.
Graham, Bradlee y su equipo, a pesar de sus dudas y miedos, tuvieron claro su compromiso. Entendieron que esa era su esencia y su fin.
Y lo ha sido ayer, hoy y lo será siempre. A pesar de las presiones empresariales, de los gobiernos o del SEO –póngalas en el orden que quiera–, los memes de la última victoria del Real Madrid, las impactantes fotos de Kim Kardashian en Instagram, las épicas salvadas de Leao Butrón o la fastuosa celebración en un yate de la ‘Blanca de Chucuito’.
Periodismo del bueno, y del otro, ha habido siempre. Que las redacciones sean hoy más silenciosas que las de antaño y la interacción personal haya sido reducida a un mensaje de Whatsapp no explican la decadencia del oficio. Los problemas del periodismo están ligados a otros aspectos más profundos y delicados como el culto enfermizo a la inmediatez, la cuasisantificación de la frivolidad y la ausencia de un modelo de negocio eficaz que le permita ser rentable.
Coincidentemente, el “Times” y el “Post” son la mejor demostración de que el buen periodismo puede sobrevivir a la foto del “pez de seis metros que predice terremotos que quedó varado en la costa de Tacna”.
Esta semana el diario neoyorquino informó que sus ingresos aumentaron 7,7% en el 2017, alcanzando los 1.676 millones de dólares. El 60% de ellos llegaron por las suscripciones digitales, que ya superan los 2’600.000.
“The Washington Post” en setiembre del año pasado había superado el millón de suscriptores, gran parte de los cuales eran millennials. ¿No decían que las nuevas generaciones ya no leen?
Historias de vida, grandes reportajes, investigaciones en profundidad. La fórmula para sobrevivir está en hacer lo mismo que Graham, Bradlee y sus herederos: no olvidar que el compromiso del periodismo es con la gente.