El presidente Pedro Pablo Kuczynski anunció, en su último mensaje a la Nación, la creación de una autoridad de transporte urbano para Lima y Callao, a fin de solucionar los problemas en dicho sector. (El Comercio)
El presidente Pedro Pablo Kuczynski anunció, en su último mensaje a la Nación, la creación de una autoridad de transporte urbano para Lima y Callao, a fin de solucionar los problemas en dicho sector. (El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

Si cruzar una avenida como Zarumilla, Javier Prado o Faucett implica tanto riesgo como el que corre un equilibrista sobre una cuerda a 15 metros de altura y sin red, la creación de una autoridad de transporte urbano para Lima y Callao es una excelente noticia por donde se le mire.

El caos que reina en nuestras pistas no es fruto solamente de que somos pésimos conductores, del espantoso diseño vial que existe en casi todos los distritos o de los puentes, los ‘by-pass’ y demás genialidades que pergeñan nuestras autoridades por ese enfermizo amor al cemento y a la plaquita de rigor.

La ausencia de orden se origina, entre otras razones, en la precaria institucionalidad, socavada por la normativa profusa y contradictoria, aunada a la superposición de funciones que ralentiza o anula la toma de decisiones.

En cristiano, en la ausencia de un liderazgo firme que mire la ciudad como conjunto –entiéndase aquí como tal a Lima y el Callao– y tome decisiones con perspectiva de futuro.

¿Ejemplos? Esta semana la Municipalidad de Lima anunció la anulación de la concesión del viaducto Javier Prado que llevaba 20 años paralizado, y la pronta realización de una serie de obras.

El problema es que por esa avenida está previsto que pase la línea 4 del metro. ¿Hay algún nivel de coordinación?

Durante la gestión Villarán se hizo un gran esfuerzo por racionalizar las rutas de transporte, pero este se fue de bruces por la oposición del Callao, que acogió con misteriosa buena gana a los transportistas sin permiso.

La esquizofrenia alcanza otros niveles: no es ningún misterio que quienes conducen en territorio chalaco lo hacen con mayor cuidado que en Lima, porque el control y la imposición de multas allí es mucho más estricto.

Hay 10 instituciones con vela en ese entierro llamado transporte (Pro Transporte, Ositrán, Provías, Gerencia de Transporte Urbano del Callao, etc.). La autoridad uni-ficaría liderazgos, funciones y criterios; en suma, nos haría un poco más civilizados.

Por eso es que ciertos proyectos legislativos que suelen resucitar al ritmo de la coyuntura, como la creación de las provincias de San Juan de Lurigancho o Lima norte, son disparates mayúsculos porque harían pedacitos el concepto de ciudad y agudizarían nuestros padecimientos.

El anuncio del presidente Pedro Pablo Kuczynski es, pues, esperanzador. Además, llegó con un jalón de orejas a su vecino de plaza [“Necesitamos avanzar. No perdamos el tiempo. Vamos a arreglar el tránsito en Lima y en las grandes ciudades”] que, ojalá, no se haga el ofendido y ponga el hombro para sacarlo adelante.

Pero lo importante también es convencer de sus bondades tanto a quien camina como a quien conduce.

Es indispensable hacerles sentir que esta norma puede cambiarles la vida. Y, por supuesto, no defraudarlos.

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