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La escena, captada por las cámaras de vigilancia, parecía una broma: una hilera de cústers avanzando por Prolongación Javier Prado, poco antes de las diez de la noche del miércoles 28 de mayo. Los vecinos de Ate y La Molina salieron a mirar, desconcertados: esa vía está reservada para los buses del Corredor Rojo. En la central de monitoreo, los operadores dudaron. No eran buses oficiales ni patrullas. Eran combis y cústers piratas, alineadas como en competencia. Si bien en el Perú abundan los piques ilegales —autos tuneados, motos en fuga—, nunca se había visto uno con transporte informal. Como si el caos limeño ahora también fuera una competencia.