Mario Poggi, psicólogo con rigor freudiano, atendía en el Parque Kennedy con horario de oficina. (Imagen: Arte de Huanchaco reproducido por la cámara de Víctor Idrogo para El Comercio)
Mario Poggi, psicólogo con rigor freudiano, atendía en el Parque Kennedy con horario de oficina. (Imagen: Arte de Huanchaco reproducido por la cámara de Víctor Idrogo para El Comercio)
/ © Victor Idrogo / Iconica
Czar Gutiérrez

Viajó hasta el monitor Huáscar intentando rememorar la gesta heroica de Angamos. No tuvo éxito. Intentó hablar con Dios a partir de 4 mil rollos telepáticos que Él habría enviado a la tierra para redimir nuestros pecados. Tampoco lo logró. Discutibles resultados obtuvo con el doble del Caballero de los Mares que creó gracias al robo imaginario de la tibia del héroe nacional. Mejor le fue en la sucesión de homenajes a Leonidas Zegarra, el Ed Wood peruano, cuya paseó por el centro histórico de Lima y hasta le edificó un museo. El proyecto que le quedaba en la alforja era recrear el viaje de ese alienígena llamado Mario Poggi a la selva para encontrar la ciudad perdida de los incas, expedición que resultó un fracaso absoluto. Aunque no tanto, si consideramos lo que la madre naturaleza le había reservado como premio consuelo.

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En efecto, una noche de luna llena Poggi se metió a un bosque cerca de Atalaya, provincia de Raimondi, departamento de Ucayali. Era 1991 y acababa de salir de la cárcel por haber usado una correa para enviar al otro mundo a un denunciado por violación. Fue cuando, entre la espesura, vio una caverna y a la caverna entró. Grande sería su sorpresa cuando, con los primeros rayos del sol, sobre la roca principal se fueron delineando las asombrosas formas de una vagina. Cerámica erótica y aparejos fálicos aparecían dispersos en torno al curioso monolito, decorándolo. Entonces Poggi, sicólogo con rigor freudiano, pensó que en lugar del Paititi lo que había encontrado era otra cosa y trazó coordenadas y dibujó mapas para que la joya arqueológica descubierta no siga perdida. Y con todo ese material regresó a Lima.

(Foto: Víctor Idrogo/MAC Lima)
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Nadie le creyó, por supuesto. Ni sus más afiebrados discípulos del Parque Kennedy, donde atendía con horario de oficina. Hasta que lo llamaron para filmar la película “La amenaza del helado” (2000) en la que el héroe Super Chaco --mezcla de Chapulín Colorado con Superman-- se enfrenta al malévolo Dr. Cactus, un heladero que pretende destruir la humanidad en base a la ingesta de marcianos adictivos. Será tras bambalinas cuando el director de la película --el mismísimo Super Chaco-- quede cautivado por la historia vaginal de Poggi, al tiempo que este lo sometía a regresiones en el tiempo. “Mario consideraba a esa vulva como un gran mito y siempre la mencionaba en sus entrevistas. El problema era que nadie lo tomaba en serio. Pero cuando me enseñó los mapas y otros detalles, sentí que era imposible no hacer ese viaje”, dice Super Chaco a.k.a. Huanchaco, también conocido como Fernando Gutiérrez (Trujillo, 1978).

-Viaje a la semilla-

“Como no había certeza de que existiera la vagina, lo importante era regresar sobre los pasos de Mario 30 años después. Eso nos permitía hacer un mapeo de la locura que implica el viaje mismo, además de la posibilidad de ir fotografiando y dibujando para tener el registro visual que él no había hecho. Cuando llegamos y comprobamos que la vagina existía, el proyecto agarró otro vuelo y se acrecentó con su muerte. Eso generó en mí una gran responsabilidad, tanto que me propuse hacer una teorización a partir de la idea original. Es decir, reconstruir esta civilización imaginaria usando elementos de arqueología que vienen de los años 60 y van hacia atrás”.

(Foto: Víctor Idrogo/MAC Lima)
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Así, “Civilización Atalaya” devino en un compuesto multiforme de video, pintura, escultura, grabado y fotocopiado que reconstruirían la civilización que habría germinado en torno a tan curioso núcleo vulvar: Huanchaco coloca sobre la Pacha Mama una serie de aparejos significantes del mito freudiano de retorno al útero. El sembrado de iconografía fálica como detonador del probable frenesí amatorio al que se habría entregado aquella sociedad agrícola en cumplimiento de los rituales de fertilidad. Y juntando viejos manuales de arqueología edificó su llamado ‘Manual de arqueología freudiana’ intentando recrear lo que habría existido en el cerebro de su maestro, proceso en el cual Poggi también se convierte en un vestigio que termina arqueologizado.

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“Abordo el proyecto a partir del imaginario de los viajeros del siglo XIX. Ellos empiezan a estudiar estas ruinas y a generar textos de sus aventuras, que van migrando y terminan como textos arqueológicos. Así se irá construyendo nuestro pasado y nuestra identidad. También me interesa generar teorías del origen, no como punto de partida sino como superposición de culturas. Porque estas son conexiones repetitivas que se superponen en el tiempo. Por ejemplo los elementos que simbolizan la fecundidad y el agua son comunes en las culturas prehispánicas y llegan hasta el incanato como elementos transversales que nos ayudarán a entender mitos de origen como la magia”, explica el artista.

-Viaje y origen-

Y lo ejemplifica colocando una réplica exacta del lanzón de Chavín de Huántar no en posición vertical sino echado, como si sostuviese los elementos que se distribuyen encima. Esto es, la serie de mapas, gráficos, libros de historia y esa variada gama de elementos fálicos hasta terminar siendo la columna que vertebra un erotismo ritual, mejor emparentado con el principio de la vida que con el goce terrenal. Como los huacos eróticos moche, que son ofrendas al altísimo para que del cielo bajen las lluvias, los actos de amor puestos sobre el lanzón de Huanchaco solo son formas en las que la mecánica de la vida se perpetúa sobre el planeta. Y, como ocurre en la obra del trujillano, la recontextualización termina siendo un homenaje cargado de ironía.

(Foto: Víctor Idrogo / MAC Lima)
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Mas información

Lugar: Museo de Arte Contemporáneo

Dirección: Av. Grau 1511– Barranco

Horario: Martes a domingo de 3:00 a 7:00 p.m.

Entradas: Boletería

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