(Foto: El Comercio)
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Maribel De Paz

Superado el problema respiratorio que lo había hecho postergar su exposición en la galería , el maestro De Szyszlo llegó a mediados del año pasado a este espacio barranquino para examinar el tamaño de las paredes que albergarían sus próximas creaciones. Tres meses después, recuerda la galerista, se anunciaría su fallecimiento. De lo que pensó trabajar para esta muestra ha quedado un lienzo inconcluso que estará en la exposición de cierre del local junto con un grupo de cuadros del artista pertenecientes a la colección
del Museo de Arte de Lima. 

Gestor fundamental del quehacer del arte contemporáneo nacional, la galería Lucía de la Puente no ha sido solo aquel recodo amable del bucólico Paseo Sáenz Peña, de casonas centenarias y apacible vista al mar. Fue también la casa de artistas de la talla de Jorge Piqueras, Julia Navarrete, José Tola y Ramiro Llona. Este último, en medio de un ineludible debate, abandonó la galería ante lo que criticó como un "unilateral" aumento de sus comisiones. Hoy, con el cierre de este espacio que pasará a incorporarse al vecino Hotel B, en el que De la Puente también tiene participación, la primera pregunta cae sola.

- ¿Tan mal está el mercado del arte? 

El mercado está difícil, sí, pero no es el motivo por el cual estoy cerrando. En realidad yo digo que no estoy cerrando, sino que estoy cambiando o mutando, reinventándome por una feliz circunstancia, que es que tengo el Hotel B de vecino, al cual también estoy relacionada y que necesitaba crecer. En un inicio iba a ser solo el segundo piso [de la galería], pero luego me dijeron para hacer un proyecto integral. Me tomó algunos días de insomnio, pero era una oferta interesante y un momento de mi vida en el cual me interesa algo más tranquilo. 

- A propósito del cierre de tu galería, se ha hablado de un desaceleramiento del mercado del arte. 

Existe una crisis en el mercado y yo diría que una crisis de la forma del galerismo en general en el mundo. Las ferias han cambiado muchísimo la fisonomía o la forma de comercializar el arte.

- ¿Lo que ha dañado galerías como la tuya?

Sí. Las galerías medianas, entre las cuales me encuentro, son las que están basadas en una sola ciudad. Las grandes galerías están ubicadas en una serie de ciudades del mundo. Son megaempresas y si en una región no va bien la cosa, tienen otro país a donde ir. Esas son las que realmente mueven millones de dólares. Otros decibeles, digamos, pero localmente las ferias también han cambiado la fisonomía, en el sentido de que se ha juntado en abril un solo momento de las ferias. Ahí se concentra todo el interés y durante el año es mucho más difícil sobrevivir. Pero por otro lado tienes la ventaja de que las ferias abren el mercado y viene gente de fuera.

- Y los contactos directos por redes sociales también compiten con las galerías, sin duda. 

También. Los dos grandes elementos y cambios son la proliferación de ferias y el comercio virtual con el contacto directo con los artistas. Y si bien cuando eso sucede en otros países el artista deriva a la galería, acá hay muy poco respeto a las instituciones, no se respeta el canal que debería ser, y no lo respeta ni el artista ni el coleccionista ni la decoradora. Es una cadena. 

- ¿Por qué comprarle todavía a una galería?

Porque te da la garantía de que estás comprando una obra que tiene el tamiz del ojo de la galerista. Además, para una muestra el artista se esfuerza para exhibir lo mejor de su producción, en un conjunto, no es solo un cuadro o dos que puedas ver en el taller. Aquí hay un concepto, un montaje, mucho más atrás. Y nosotros, finalmente, servimos de plataforma para que muchas personas lo vean. 

- ¿Cuál fue el mayor resquemor hacia cerrar la galería y unir el espacio con el hotel?

El espacio mismo, que ha sido un espacio generoso que se prestaba para mostrar arte. Cuando compré esta casa y dimos el gran salto e iniciamos las actividades acá, fue para tener la galería con un estándar internacional. Ser un referente para mirar arte contemporáneo. En ese momento no existía el MAC, el MALI tampoco tenía una colección tan rica como la que tiene ahora y las galerías de alguna manera suplíamos esa falta de museo. Tantas veces han venido a la galería personas a preguntar si tenían que pagar entrada, muchísimas, y se les decía que pasaran nomás, que era gratis. Esa es una de las penas:
que ya no sea abierta al público, pues el hotel tiene un funcionamiento y no puede tener la puerta abierta a todo público. Si bien vamos a conservar un espacio que se llamará La Galería e invitaré a algún artista tres veces al año, al ser una sala dentro del hotel, a la que se va a entrar por el futuro restaurante, ya la galería no operará de la misma manera. Estamos dentro de un tipo de concepto distinto.

- Has dicho que tu duelo ya pasó. 

Sí, he tenido profunda pena, pero también me causa ilusión lo que viene. Si bien lo que más pena me da es quitar ese espacio a los artistas, al final este es otro proyecto que también va a ser fantástico, y así hay que tenerlo en la cabeza. Ahora voy a tener tres pisos para poner arte en el Hotel B… Tal vez sin proponérmelo o, sí, proponíendomelo, porque he trabajado duro, me convertí en un emblema, y el que esta galería emblemática deje de trabajar como tal ha generado una serie de reacomodos. He aconsejado a mis artistas con cuál [galería] ir o si deben esperar. Eso es algo que quisiera seguir haciendo, como consultorías pro bono a los artistas. 

- ¿Hacia dónde deben apuntar los artistas jóvenes? 

Vengo pensando en eso hace tiempo con preocupación, porque cada año sale una promoción y es tan duro ser artista, y tan difícil mantener una galería. Por eso somos tan pocas galerías en Lima, habrá unas ocho: Forum, Enlace, Yvonne Sanguineti, La Galería, Livia, Livia, Wu, Revolver, Chechi, y muchas están en tránsito también. Creo que va a haber un cambio generacional, que van a venir nuevas galerías, tal vez gestionadas por artistas, otro sistema, tal vez como Revolver, en que ya no es tan importante el espacio físico, sino el grupo de artistas con los que puedes viajar a las ferias y tener visibilidad afuera. Y también he visto en años anteriores pop ups: vas a una casa, la alquilas y pop up. No tienes gastos fijos ni empleados todo el año. Claro, todo eso va a tener que ir madurando.

- La ausencia del maestro - 

- ¿Qué se ha perdido con la muerte de De Szyszlo? 

Es el fin de una era, porque él marcó no solo el ámbito de la pintura, sino también se involucró mucho en la vida cívica. Intervino en política, su opinión era leída y respetada. Era completo. Un artista que integraba conocimiento en muchas áreas y sabía de política, pero de verdad, o sea, era un buen analista y además era un gran conversador. Tenía una bonhomía, era una cosa que lo distinguía, era un placer hablar con él, una persona erudita, con una vasta cultura, viajado, con amistades interesantes. Todo eso era un bagaje, era como todo un paquete que acompañaba al artista, un artista que estuvo muy
integrado a la sociedad, a lo que ocurría en su país, comprometido.

- ¿Es una valla alta? 

Sí, pero también se dice entre los artistas, y quizá es verdad, que le costaba aceptar las nuevas tendencias, era reacio. Tengo una anécdota de tres meses antes de que partiera, cuando fue a ver la sala, para ver cuántos cuadros necesitaba. Justo en ese momento yo tenía muestra de Nicolás Lamas, que era una instalación en toda la sala, llena de tierra, no había nada colgado en las paredes, solo era tierra y un carro viejo en medio. No había ni luces porque Nicolás quería cambiar el sentido del espacio ceremonioso para el cual la gente se preparaba y pintaba grandes cuadros. La muestra se llamó “Ocaso” y eran camionadas de tierra, este carro viejo, algunos huesos humanos y de sabe Dios qué animal. Cuando De Szyszlo entró, dijo: “¿Qué es esto?”. Le dije que era un chico joven y le di la explicación. “¿Y puedo entrar?”, me preguntó. Le dije que claro, que se iba a ensuciar los zapatos, pero que podía entrar. Cuando salió le comenté: “Yo sé que a ti no te gustan las instalaciones”. Y me dijo algo que me pareció absolutamente válido: “No es que no me gusten, es que no las entiendo”. 

- ¿Quizá ya no era su tiempo? 

Quizá ya no. Le conté de qué iba lo de Nicolás, que había querido cambiar el espacio justamente no haciendo nada en las paredes, para que entraras a la sala y sintieras algo distinto, que lo que había creado era una sensación. Y De Szyszlo me dijo: “Bueno, entonces logró lo que quería”. Te lo cuento y se me pone la piel de gallina. ​

MÁS INFORMACIÓN
Lugar: Galería Lucía de la Puente.
Dirección: Paseo Sáenz Peña 206-A, Barranco.
Temporada: del 18 de enero al 2 de febrero.
Ingreso libre.

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