El arte contemporáneo vive un presente inédito en el Perú. La participación como país invitado de la próxima feria ARCOmadrid, la más importante de su rubro en España, representa un espaldarazo importantísimo para una escena que todavía se encuentra en proceso de formación y expansión. Esa intervención, que arrancará en febrero próximo, se ha inscrito en el marco del inicio de las celebraciones por el bicentenario, pero no debería ser la única. Pendiente está, por ejemplo, la apertura de la nueva ala del MALI dedicada al arte contemporáneo. Un proyecto que, desde su concepción, apuntaba a estar listo en el 2021, pero que todavía requiere de un impulso más para que se concrete.
Armando Andrade de Lucio, miembro del Consejo Directivo del MALI, ahonda en ese pendiente y establece paralelos que ayudan a entender la relevancia simbólica de un proyecto como este. “El hecho de que esté por finalizar la construcción del Museo Nacional de Arqueología (MUNA) en Pachacámac es un cambio central para el Perú. Y sería muy curioso que ese museo pudiera inaugurarse casi al mismo tiempo que la nueva ala de arte contemporáneo del MALI. Sería una coincidencia fantástica, en que pasado y presente se abrirían como parte del bicentenario, en un gran despliegue para el país”, asegura. Sobre ese tema y otros conversamos con él.
—¿Qué tan importante sería que la nueva ala de arte contemporáneo se acople a los planes del bicentenario?Hay que entender que nuestra condición de país no es la misma que la de la gran mayoría de países. Somos uno de los seis países cuna de civilización y uno de los diez países milenarios del mundo. Nuestra mayor riqueza es la cultura, sin lugar a dudas. Y el arte contemporáneo es justamente eso: entrar en contacto de manera directa con el futuro, con las tensiones que acosan a un país, con la idea de sociedad que tenemos al frente, con lo oficial y también con la contracultura, lo marginal, lo periférico. El MALI es un museo pretencioso en el buen sentido del término, porque pretende narrar la historia de un país desde sus inicios. Y lo que se produce hoy es esencial para entender el proceso histórico que estamos viviendo.
—¿En qué etapa está?El proyecto ya está 90% definido y estamos más que cerca de encontrarle un precio final. Tenemos todo, hasta un socio que está dispuesto a financiar lo, y solo faltaría la venia final del Ministerio de Economía y, por cierto, que el presidente Vizcarra dé la carta blanca. Que tome conciencia de que es un aporte gigante para Lima y para el Perú. Es una decisión política y una oportunidad que no se puede perder.
—¿Y hay un plazo para eso?Es bien importante que en los siguientes seis meses nosotros tengamos una decisión de esa naturaleza, porque entonces sí llegaríamos al bicentenario. Y tenemos que comprender que el bicentenario es una condición emocional para todo el país. Por eso es tan importante llenar ese anhelo. Nosotros en el MALI hemos probado que somos una institución capaz de muchas cosas. Partimos hace 20 años con un museo quebrado, con la idea de renovarlo y crear colecciones, y en 20 años lo hemos conseguido. En 20 años hemos comprado más que en los últimos 70. Hoy tenemos la colección más representativa de arte contemporáneo de los últimos 50 años. Todavía con deficiencias, por supuesto, pero creo que aún tenemos por delante una labor enorme por hacer.
—Se da en un momento en que se vuelve a discutir si el MALI funciona como institución pública o privada…El MALI es una institución sui géneris. Porque tenemos un vínculo público con la Municipalidad de Lima para el uso de un edificio público, pero en efecto somos un patronato privado, aunque con una conciencia absolutamente pública. Nosotros somos totalmente conscientes de que tenemos una actitud pública. Estamos abocados a una tarea titánica de contar la historia de un país milenario como el nuestro, y eso es bien complicado porque no tenemos el apoyo público o gubernamental, y por ende, aunque no lo parezca, padecemos penurias económicas enormes. Ni siquiera tenemos un marco legal que nos permita poder incorporar dinero de empresas o instituciones muy dispuestas a apoyarnos.
—¿Y por dónde pasa ese marco legal?Pasa por varias cosas. En primer lugar, yo diría que por tomar conciencia de que el arte contemporáneo debe ser uno de los grandes faros que tenga un país. Y felizmente eso está pasando. El hecho de que el presidente Vizcarra; la ministra de Cultura, Patricia Balbuena; y el rey de España se hayan reunido en el marco de una feria de arte como ARCOmadrid, donde el Perú es el país invitado, es inédito y ya te dice muchas cosas. Esa feria nos va a permitir regresar con grandes beneficios: la visibilización de un grupo de artistas, de una sociedad que se muestra de una manera específica, de las tensiones sociales. Eso jamás hubiera ocurrido hace 20 años. Y en parte porque no teníamos ninguna institución que hubiese podido articularlo de esta manera.
—Mencionas el tema de ARCOmadrid, que ha sido blanco de críticas por el hecho de que hay artistas supuestamente relegados.Relegados no hay. Mira, acaba de haber una muestra importante de Ricardo Wiesse en el Icpna, y también una muestra gigante de Ramiro Llona en el MAC. Lo que ocurre aquí es el arte de elegir. Cuando eliges artistas, siempre habrá otros que quedan fuera de la selección. Eso también es producto del tamaño de una escena del arte que sigue siendo pequeña, sigue en proceso de formación. Por eso tampoco acepto la idea de que la selección haya sido excluyente. Yo te aseguro que el 90% de los artistas desconocen al 90% de los artistas que están yendo a la muestra sobre la Amazonía. ¿Cómo podemos hablar de que no hay inclusión cuando estamos llevando esta muestra, con artistas que gran parte del medio no conoce? Esta es la primera vez que se genera un vínculo oficial alrededor entre el Perú y España alrededor del arte contemporáneo. Esto comienza a gestar dentro del Perú una mirada muy distinta para los artistas y para toda la escena. Y eso demuestra que tenemos instituciones, como es el caso del MALI, que nos permiten apoyarnos en ellas. Instituciones que generan confianza, que comienzan a dar señales a todo el mundo de que estamos haciendo algo correcto.