MDN
Coloso Santiago Bernabéu
Raúl Tola

El no solo es uno de los estadios de fútbol más célebres del mundo. Para recordar sus victorias, celebrar su historia y homenajear a sus figuras, la casa del Real Madrid acoge el museo de la institución. En metro, a pie o en autobuses fletados por agencias de turismo, cientos de personas llegan todos los días hasta la boletería 10 de la tribuna Lateral Oeste, para comprar las entradas de una excursión que los llevará a conocer la leyenda del exitoso club.

Al tour se ingresa por la torre B, en el cruce de las avenidas Concha Espina y Paseo de la Castellana. Es una inmensa estructura tubular de color gris por la que se asciende lentamente, varios tramos de escaleras mecánicas que desembocan en un mirador de vidrio en la zona conocida como La Grada Blanca. Ahí se agolpan los visitantes, que intentan abrirse espacio a codazos para hacerse un retrato con el estadio de fondo.

Estamos a 50 metros de altura sobre el terreno de juego y la vista desde aquí corta la respiración. Partiendo del rectángulo verde de la cancha –sobre el que rueda un solitario tractor que arrastra un rodillo para aplanar el césped– se elevan las graderías azules, que se cierran en una telaraña de cables y barrotes sobre la que descansa el techo del recinto. Al frente está la tribuna Lateral Este, donde se lee la leyenda "Real Madrid F.C.", y a nuestros pies se advierten los banquillos y los asientos preferenciales.

Aunque no fue el primer lugar donde el Madrid jugó como local, el antepasado más directo del Bernabéu es el Nuevo Chamartín. La primera imagen que se ve al entrar al museo del club es en blanco y negro, está fechada en 1954 y en ella aparece una de las tribunas de aquel estadio para 75 mil personas, repleta de asistentes que se protegen del sol con gorritas de papel. Un año más tarde, en medio de las numerosas refacciones que terminarían por darle una nueva apariencia, se lo bautizaría con su nombre actual.

Ronaldo obtuvo su primer Balón de Oro en 1997. Figuras como esta  brillan ante los ojos de los visitantes del museo madrileño. (Foto: Agencias)
Ronaldo obtuvo su primer Balón de Oro en 1997. Figuras como esta brillan ante los ojos de los visitantes del museo madrileño. (Foto: Agencias)

EN VITRINA
Para llegar a ese museo hay que bajar hasta la cuarta planta. Su entrada está señalada por un juego de luces que enmarca una puerta grande y cuadrada, donde se lee "Bienvenido" en todos los idiomas posibles. Al cruzarla uno entra a un salón largo y en penumbras. A un lado hay vitrinas que recogen todos los trofeos ganados por el Real Madrid desde su fundación en 1902, comenzando por la copa donada por el rey Alfonso XIII para conmemorar los campeonatos de España de 1905 a 1908.

Aquí están sus 34 Ligas Españolas, sus 19 Copas del Rey y sus seis Mundiales de Clubes. Solo faltan sus 13 Copas de Europa, reemplazadas por modelos de yeso, pues estas tienen una sala propia, en un punto estratégico del recorrido. Los trofeos, medallones, platos conmemorativos y diplomas están acompañados por las camisetas, pelotas y chimpunes de los jugadores que participaron en su obtención. De una ojeada podemos admirar la evolución de la camiseta blanca y las transformaciones operadas en el calzado reglamentario, desde las toscas botas de Puskas o Gento hasta los coquetos y aerodinámicos botines de David Beckham o Cristiano Ronaldo.

En la pared de enfrente se alinea una veintena de pantallas interactivas, donde se arremolinan los padres con sus hijos. En ellas uno puede revisar el palmarés histórico del Real Madrid, y repasar táctilmente las plantillas, las alineaciones y los resultados que permitieron cada conquista, mientras revisa fotografías, escucha declaraciones y sigue grabaciones de la época. Uno de los pocos trofeos que se exhibe a ese lado, en una vitrina individual, tiene un significado especial: es el que la FIFA le entregó al Madrid el 2000, cuando fue elegido Club del Siglo.

En este salón dedicado a 116 años llenos de recuerdos felices hay algunas figuras omnipresentes. El nombre que más se repite a lo largo de los pasillos, proyecciones, carteles y escaparates es el de Alfredo di Stéfano, cuya contratación cambió el curso de la historia del club. La 'Saeta Rubia' llegó al Real Madrid en 1953 para liderar un equipo histórico que conquistó cinco Copas de Europa consecutivas, encumbrándose como uno de los mayores futbolistas de todos los tiempos.

También tiene un espacio propio el gran arquitecto del club. Luego de ser jugador y entrenador de su primer equipo, Santiago Bernabéu llegó a ser su presidente. Desempeñó el cargo entre 1943 y 1978, 35 años que cimentaron el prestigio de la institución, fichando jugadores emblemáticos como el propio Di Stéfano, que no pararon de ganar campeonatos. También gestionó la financiación y construcción del estadio que, por decisión de la junta general, desde 1955 lleva su nombre y apellido.

Por 16 años el portero Iker Casillas defendió el arco del Bernabéu. (Foto: Agencias)
Por 16 años el portero Iker Casillas defendió el arco del Bernabéu. (Foto: Agencias)

PASO OBLIGADO
Con más de un millón de visitas al año, el museo del Real Madrid se ha consolidado como el tercero más popular de la ciudad, luego del Prado y el Reina Sofía. Algo asombroso si se comparan los 1.500 metros cuadrados de exposición del club con las enormes naves de sus competidores, que contienen algunas de las obras maestras del arte mundial, como el "Guernica" de Picasso, "Las meninas" de Velázquez o la fabulosa colección de Goya, que incluye las dos majas, "Saturno devorando a su hijo" o "Los fusilamientos del 3 de mayo".

Donde este saca una gran ventaja es en rentabilidad, facturando más de 16 millones de euros en entradas por año. Más de la mitad de visitantes son extranjeros, 70% europeos y el 30% restante de otras nacionalidades. La marca Real Madrid es tan potente que hace poco la comunidad local lanzó una campaña turística con el club como embajador de la ciudad y de España.

La siguiente parada es el Salón Sensaciones. Además de las camisetas de los jugadores de la actual plantilla, aquí se ha instalado una pantalla táctil de once metros, donde los visitantes pueden conocer la magnitud global del Real Madrid. Un mapamundi muestra en tiempo real el tráfico de tuits relacionados con el equipo y los lugares en que son emitidos. Más adelante hay un pasaje con largas bocinas de bronce, donde uno puede escuchar algunos sonidos de la historia del club. También están los trofeos individuales de sus jugadores más importantes, como las botas y los balones de oro que recibieron los goleadores y mejores jugadores de Europa, respectivamente. Un sentimiento de nostalgia atraviesa el recinto, del que aún no se retiran la camiseta y los galardones de Cristiano Ronaldo.

LA GRAN COPA
Pero lo más impresionante ocurre cuando se llega al final de la sala, luego de cruzar el espacio dedicado a la división de básquetbol del club. De pronto uno se encuentra con una larga cristalera, donde han sido colocadas, una junto a la otra, las 13 Copas de Europa ganadas por el Real Madrid a lo largo de los años. El tour, que hasta ahora ha sido bastante bullicioso, entra en un paréntesis. Sin que nadie lo pida, los visitantes guardan un repentino silencio y se mueven con reverencia, como si estuvieran en una iglesia. Lo único que rompe la repentina paz es el insistente brillo de los flashes. A la salida se da a los visitantes la posibilidad de tomarse dos fotografías. La primera es con la última Orejona, ganada en la final de Kiev contra el Liverpool de 'Momo' Salah. La segunda es con el jugador de la plantilla que uno prefiera, que será incluido digitalmente. Dependiendo del tamaño, podrán costar hasta 35 euros en la tienda del club.

Ahora volvemos al exterior. La abrumadora luz del sol de este mediodía de verano madrileño nos acompañará mientras bordeamos el campo a la altura de las tribunas bajas. Solo nos dará tregua cuando nos sentemos en las butacas acolchadas de la grada preferencial, donde atienden los partidos las autoridades del club y sus invitados más importantes.

Seguimos al camarín del equipo local, un verdadero spa cinco estrellas con camillas de fisioterapia y piscinas de hidromasajes, donde los jugadores se reúnen, se cambian y afinan los últimos detalles de cada partido. Se sale de ahí por un túnel enrejado, ese mismo en el que Gareth Bale, Luka Modric, Sergio Ramos o Marcelo cuentan los últimos segundos y se encuentran con sus rivales de turno antes de saltar a la cancha.

Avanzamos hacia la desembocadura de este corredor, siguiendo la luz del día, que deslumbra al salir. Cuando nos habituamos a ella, podemos hacernos una idea de lo que sienten los pocos privilegiados que llegan a jugar aquí. Aún con las tribunas vacías, estar en este lugar resulta abrumador. Todavía faltan un par de paradas pero la imagen que acompaña a todo el que sale del Bernabéu es esta. Incluso si es hincha del Barza.

Contenido sugerido

Contenido GEC