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"Incubaciones": Explorar la pintura desde su misma materialidad
Enrique Planas

Esta es la historia de una artista que, cansada de sí misma, decidió dinamitar su propio pedestal. Que tras graduarse en la Escuela Corriente Alterna con la medalla de oro, presentó una sorprendente exposición tras la cual pudo comprarse su casa. Tal fue su éxito con solo 26 años. Poco después llegó el reconocimiento en concursos y ferias, así como el aplauso satisfecho de coleccionistas y galeristas.

Hasta que Sylvia Fernández se hartó. Sola en su taller, se dio cuenta de que su trabajo se limitaba a ilustrar ideas sobre el lienzo. Que su obra se había vuelto peligrosamente representativa. Que había perdido la magia de pintar. "Me convertí en un personaje, en un producto", confiesa.

Puso el freno, se desembarcó del mercado y el circuito de galerías. Vivió su vida. Y recordó las razones que la habían llevado a pintar. Motivos primarios, casi infantiles: la necesidad de comunicarse, encontrar sosiego en un mundo donde solo ella ponía las reglas.
Han pasado los años y ahora la artista presenta una muestra muy diferente. Ella señala que ha sido doloroso desprenderse de lo seguro. Pero se siente satisfecha: "Decidí ser honesta conmigo misma. Ahora estoy en mi salsa. Puedo pintar lo que me da la regalada gana", dice.

—Incubar lo nuevo—
"Incubaciones", muestra abierta en la Galería del Paseo, expone a una artista empeñada en la conversación con la materia pura, el placer en el acto mismo de pintar. "Siempre hay un pensamiento detrás de tu trabajo, pero tu punto de partida no debe ser la idea", advierte.

La muestra se divide en dos partes: una serie de obras de gran formato vinculadas a su relación familiar con la selva, representaciones sutilmente asociadas con el paisaje real, pero que conectan con el espectador de forma subconsciente. En otra sala, cuelga pequeñas pinturas a la manera de un diario, apuntes rápidos en su cabeza, asociaciones libres que trabaja de forma intuitiva: dejarse llevar por la pintura. Un viaje placentero que, quién sabe, arribe al territorio de la abstracción.

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