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Martín Chambi
Enrique Planas

Recuerda bien el año: 1964. Gracias a una beca, Edward Ranney viajó al Cusco para fotografiar su patrimonio en piedra. Recorría las calles del centro y encontró en el antiguo estudio de la calle Marqués, ofrecidas como recuerdo para turistas, postales de . Eran fotografías reveladas a partir de las placas originales, sobre cartulina sólida, comercializadas por sus hijos. Paisajes de Machu Picchu y escenas campesinas de valor especialmente documental. Por entonces, en la ciudad, Martín Chambi era un recuerdo difuso, el nombre de un fotógrafo anciano que había abandonado ya el oficio. Al comprarlas conoció a Julia, su hija, celosa guardiana del patrimonio de su padre. Luego trabó relación con Víctor, el mayor, con quien más adelante trabajó en la proyección internacional de este legado y con quien forjó una sólida amistad. 

Víctor fue quien le mostró las placas de vidrio protegidas en cajas apiladas al fondo del laboratorio familiar. Al verlas a trasluz, inmediatamente comprendió que aquellas imágenes eran infinitamente superiores a las postales que se vendían en la calle. “Eran otra dimensión”, comenta 51 años después, mientras bebe un americano en la cafetería del MALI. A pocos metros, en las salas temporales del museo, se cuelga la colección más completa jamás vista de la obra del fotógrafo nacido en Puno en 1891. 

Una de las primeras en observar fue “La boda Gadea”, aquella extraordinaria imagen en la que una resplandeciente pareja y sus invitados vencen a la oscuridad. Ranney le pidió a los hermanos Chambi que le hicieran un grupo de copias para llevarlas a instituciones de Estados Unidos. Allá consiguió el apoyo de la fundación Earthwatch, en Boston. En 1977, con un grupo de voluntarios, volvió al Cusco para recuperar el archivo Chambi, con todo el apoyo de la familia de don Martín, fallecido cuatro años antes. Las imágenes reveladas fueron apareciendo, sorprendiéndolos a todos. Como se habían perdido los registros, una iniciativa audaz planteada por el fotógrafo estadounidense fue exponer las fotos en el centro de la ciudad para que los mismos cusqueños descubrieran la identidad de los personajes, hasta entonces silenciosos, anónimos. Lo hicieron en la Casa Garcilaso, gracias a los contactos que Víctor Chambi tenía en el INC cusqueño. “Fue un éxito tremendo, la gente venía por cientos. Muchos sospechaban al ver a un gringo trabajando estrechamente con Víctor, pero todos se animaron a participar. En un cuaderno abierto, apuntaban los nombres de los personajes de las fotografías”, recuerda.

— Queriéndolo o no, te convertiste en el descubridor de la obra de Chambi para el mundo.
Cuando regresé a mi estudio en Nuevo México, lo hice con un montón de copias que mostré a mucha gente. Y resultó que ese material les interesó muchísimo. El director del Museo de la Universidad de Nuevo México en Alburquerque decidió hacer una muestra retrospectiva. Con los fondos de la universidad, Víctor pudo venir a mi estudio y nos pusimos a trabajar en nuevas copias, no solo para esa exposición, sino también para Nueva York y Londres. Todas ellas se presentaron en 1979. Esas fotos que yo había seleccionado, unas 200, y sus placas, se quedaron conmigo. Y yo seguí copiando para conseguir fondos para sostener el archivo. Fui curador y representante de la familia Chambi durante cinco años. Después Víctor lo hizo él mismo. Lamentablemente, luego de algunos años presentando muestras en Cuba y otros países latinoamericanos, enfermó de cáncer. Murió en 1984. Ahora todas las placas están bajo el cuidado de la familia.

— Esa primera selección de material a tu cargo se convirtió en la clásica manera de ver la obra de Chambi. Tu mirada definió la forma en que hoy conocemos a este artista.
Hasta cierto punto. Lo que pasó fue que a la muestra grande del Museo de Nuevo México y Nueva York fue gente que se interesó en los retratos, en la imagen del gigante, en la boda Gadea, en las imágenes de grupo. No fue una elección mía. También ciertos curadores de Europa eligieron, junto con Víctor, Manuel y Julia Chambi, más fotos de retratos. 

— ¿Cómo enriquece nuestra mirada sobre Chambi la muestra que hoy se presenta en el MALI?
Muchísimo. No solo porque presentamos más fotos. Se trata de una retrospectiva completa que da una idea de su carrera, enfatizando en aspectos de su trabajo más documental, que corresponde al período del indigenismo. Natalia Majluf ha investigado mucho en cómo situar a Chambi en ese período, entre los años 20 y 30. Chambi tenía amistad con Sabogal, con Camilo Blas, con los pintores de esa época. Es la primera vez que una muestra define cuidadosamente y con rigor la ubicación de Chambi dentro del indigenismo.

MÁS INFORMACIÓN
Lugar: MALI (Paseo Colón 125, Parque de la Exposición, Lima) desde el 21 de octubre. Martes a domingo de 9 a.m. a 7 p.m. Entrada: S/.15.
 

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